Las nuevas generaciones:¿qué les queda?.- Manzano
Fecha Wednesday, 10 April 2013
Tema 100. Aspectos sociológicos


Las nuevas generaciones:¿qué les queda?
Manzano, 10/04/2013

De distintos testimonios alguien podría deducir que el funcionamiento o la mentalidad del Opus Dei ha cambiado últimamente, que las cosas ya no son como eran antes. No hace muchos días lo afirmaba también la amiga numeraria de Janabenito. De la observación del comportamiento de cantidad de afines a la Prelatura de distinto grado y pelaje, incluso familiares míos, así como del intercambio de correspondencia con muchos otros que habitan otras latitudes, constato lo siguiente:

Las nuevas generaciones, hijos de supernumerarios y relativos, léase sobrinos, primos, parientes, amigos, conocidos y saludados de miembros y de cooperadores orgánicos e inorgánicos, ya no aportan el oxígeno que la Prelatura necesita. No aportan ni vocaciones ni sustento económico. No lo aportan por su indiferencia y por tener demasiada información de la Obra simultáneamente, pues tienen muchos más datos de los que la Obra quisiera que tuvieran. No aportan porque los tiempos han cambiado y no se dan las mismas circunstancias favorables que se daban hasta hace unos pocos años. Y no aportan porque no tienen o tienen poco que dar o no les motiva en absoluto seguir dando. Incluso algunos reniegan de haber dado...



No escatimo el mérito que tiene Opuslibros en toda esta última etapa de la historia reciente, muy al contrario. Ha sido la eclosión definitiva, la web de referencia, sin duda alguna la más conocida, consultada, documentada (a pesar de los pesares) y visitada, que trata sobre esta obra de Escrivá y Cía con profundo y extenso conocimiento de causa.

Hay un aspecto que advierto muy relevante en el orden material y es que una gran mayoría ya no tiene el nivel económico de su generación precedente. Los patrimonios de muchísimas familias vinculadas y pudientes se han fundido. Por la razón que fuere, debido desde a las antiguas generosas aportaciones a la institución hasta la dispersión patrimonial familiar, pasando por los desmesurados incrementos de los costos de la vida en general y las dificultades propias e inherentes de los nuevos tiempos.

No hay que olvidar que muchas de esas familias de supernumerarios - principalmente de los de “antes”- tuvieron muchos hijos, de los que se derivaron cuantiosos gastos y en las que finalmente los patrimonios que quedaron se han repartido y dividido en muchas y diminutas fracciones, si es que no fueron deudas lo que quedó, amén de empresas casi quebradas. Por ello, el potencial económico individual es mucho menor, incluso inexistente en numerosos casos y los pocos que de alguna forma han seguido bajo la influencia del Opus Dei no pueden aportar lo que la institución estaba acostumbrada.

Aunque los “patriarcas” supernumerarios de estas familias se empeñaron en dirigir y dominar a su prole cómo el Opus quiso, pues así los amaestró, la realidad es muy distinta a la de sus pretendidas obsesivas intenciones de antaño.

Probablemente las necesidades prelaticias sean hoy ya superiores a sus ingresos, si bien han acumulado tanta riqueza que podrán todavía mantener por un tiempo muchas de sus infraestructuras.

Hemos visto familias de alto estanding que hoy luchan simplemente por sobrevivir. Numerarios que ocupan altos cargos en obras corporativas sin apenas un currículo mínimamente competente y no tienen, por tanto, otras oportunidades laborales en el exterior; sus colegios dando cobijo laboral a supernumerarios que nada tienen que ver con el mundo docente. Numerarias que se disfrazan de penitentes en algún paso de Semana Santa y que merodean los club juveniles sin atributo alguno o agregados y supernumerarios hincando el diente en alguna organización con fines pretendidamente humanitarios. Se ven muchas cosas que no les son propias o no les eran propias y sólo por mencionar algún ejemplo. Cosas raras, muy raras para ellos.

El problema de las vocaciones, sin embargo, es distinto. Estas no se compran con dinero, aunque vete tú a saber si ahora pondrán un fajo de billetes en el anzuelo como reclamo. De hecho algo parecido lo han practicado sutilmente desde siempre, saben mucho de motivación económica.

El enriquecimiento de la Obra fue exponencial hasta la década de los noventa del siglo pasado, gracias en buena medida al acribillamiento sistemático que sufrieron sus socios, pues su mercado ha estado principalmente centrado en los orígenes acomodados. Muchos descendientes tienen claro que gran parte de lo que –en justicia- les hubiera correspondido por derechos herenciales, pasó a manos del opus por una generosidad tan desmedida como sospechosa de sus progenitores y no está ahora el patio para seguir desangrándose por una causa que ha venido a menos y es poco atractiva para la sociedad.

Es cierto que, aparentemente, muchos de ellos y ellas se muestran así como más “normales” en cuanto a sus comportamientos exteriores. Es cierto que participan algo más de esa sociedad en la que viven. Pero también es cierto que se están quedando a cuadros y lo menos que les convenía era encerrarse en sus pisos conventuales, en esos claustros modernos en medio del mundo, en su mundo.

La gran cuestión es si de puertas adentro: ¿ha cambiado algo su errática praxis?, ¿ha cambiado algo de lo que provocó y sigue provocando tanto agravio a tanta gente y a la misma Iglesia?. Debería decir que no tengo datos, pero las evidencias no aportan mucho a su favor, pues si de cristianos de verdad se tratara deberían empezar por pedir perdón y no les veo yo muy puestos en esa labor.

El nuevo Papa debería contribuir a ese cambio, no sólo el aparente. No sé si sería mucho pedir o simplemente sería ser idealista querer imaginar que los cambios se deberían dar en el seno de Villa Tévere y no en la calle. En todo caso, la esperanza debiera mantenerse de que con el relevo generacional en la cúpula, con un nuevo Prelado -por ley natural no puede mucho tardar- las cosas pudieran mejorar. Aunque sea por su pura supervivencia y evitar el derrumbe irreversible por inanición. El riesgo de que sigan enrocados en su ultra-ortodoxia corporativa es evidente y si es así, sólo les queda seguir la ley de los fanatismos.

Saludos,

Manzano







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