Queridos amigos:
Yo también intenté una vez conseguir algún tipo de documento que certificara mis estudios internos. Lo hice cuando estaba en el lado oscuro y gozaba de la confianza de mis superiores. Tenía la vaga intención de poder usarlo para convalidar aunque fuera parcialmente algunas asignaturas en una carrera de humanidades en una universidad civil. Recuerdo que lo pedí verbalmente, informalmente, conversando casualmente con el consiliario y el vocal de san Miguel de la comisión. Me dijeron que eso no se le daba a nadie, que solo tenía validez internamente, al mismo tiempo que me miraban y se miraban entre ellos como si les hubiera pedido una foto de la secretaria de la asesoría regional en traje de baño. Y ahí, quedó todo. Es decir, en lo que a mi respecta se confirma lo que escribió Daniel M el lunes pasado.
Francisco nos ha traído sorpresas y alegrías, cosa que se agradece mucho en estos tiempos. Incluso algunos rayitos de esperanza que son capaces de poner en marcha resortes muy oxidados, casi olvidados. Mi oración, mi agradecimiento, mi admiración para el Papa reinante. Coincido con Jorge Santiago en lo que escribió el lunes pasado también. Sin embargo, me temo, que hasta ahora Francisco ha hecho lo menos difícil. Lo que le concierne a su comodidad, a su virtud, a su personalidad, es menos complicado de manejar que los otros asuntos espinosos que le están esperando agazapados traidoramente en los pasillos vaticanos, escondidos entre archivadores, sumergidos en secretos cómplices. Vivir en un modesto apartamento no es nada comparado con lo que va a tener que hacer con las finanzas vaticanas. Insisto, nada; por muchísimo menos se han producido asesinatos. Otra cosa fascinante será ver qué pasa cuando intente destetar del poder a los que sabemos y muchos otros que han convertido la burocracia vaticana en un instrumento a su servicio, al auxilio de sus intereses particulares, en desmedro de la asistencia al rebaño del Buen Pastor. Veremos qué pasa.
Sobre los pobres y el Papa, me viene a la memoria una frase atribuida al obispo Helder Camara, que creo que dijo más o menos lo siguiente: "Cuando di de comer a los pobres me llamaron santo, cuando pregunté por qué habían pobres me llamaron comunista." No es nuevo en la iglesia que alguien de comida y se preocupe por atender las necesidades de los pobres. San Pedro Claver, jesuita, como el Papa, lo hacía también con los esclavos. Y eso está muy bien. Es digno de alabanza. No ha sido tan frecuente sin embargo, encontrar pastores en la iglesia con un decidido empeño práctico para luchar contra las causas que generan pobreza y esclavitud. Parece que en la iglesia se toman demasiado literalmente eso de que "a los pobres siempre los tendréis con vosotros."
Está por ver si Francisco es uno de ellos, pero seguramente es mucho pedir porque con arreglar el Vaticano ya va a tener trabajo de sobra, hasta que se muera o renuncie. A lo mejor yo me conformaría con uno de esos grandes documentos que han dado peso a la doctrina social de la iglesia, para volver a recordar que lo cristiano es que el trabajo tenga prioridad sobre el capital, para recordarles a muchos obispos, especialmente en España, donde deberían situar sus lealtades, ya que parece que están un poco confundidos, en mi opinión.
Para todos mi más entusiasta, primaveral y cordial abrazo.
Dionisio, el Areopagita
