Distraerse y distraer.- Lvdovicvs
Fecha Wednesday, 13 March 2013
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Sigo la Web desde el principio y siento mucho cariño por ella y por Agustina. A través de la Web he conocido gente maravillosa y he podido ayudar a alguno más y eso me hace sentir bien. Escribo poco, pero procuro leer todo y con atención.

Leía el otro día un texto del fundador que, como muchos otros, no deja de sorprenderme por la gran carga de egoísmo que conlleva, me refiero a un texto en el que él mismo cuenta algo sobre la ordenación de los primeros sacerdotes del Opus Dei:

"Desde que preparé a los primeros sacerdotes de la Obra, exageré –si cabe– su formación filosófica y teológica, por muchas razones: la segunda, por agradar a Dios; la tercera, porque había muchos ojos llenos de cariño puestos en nosotros, y no se podía defraudar a esas almas; la cuarta, porque había gente que no nos quería, y buscaba una ocasión para atacar; después, porque en la vida profesional he exigido siempre a mis hijos la mejor formación, y no iba a ser menos en la formación religiosa. Y la primera razón –puesto que yo me puedo morir de un momento a otro, pensaba–, porque tengo que dar cuenta a Dios de lo que he hecho, y deseo ardientemente salvar mi alma”. (El texto está tomado de este sitio).

¿Y el servicio pastoral a la Iglesia y a la comunidad? Nada. Ni una palabra. No cabe duda: ni Escrivá ni sus hijos sacerdotes (mucho menos los numerarios sin ordenarse) han estado nunca insertados en la (verdadera) realidad de la Iglesia, en el campo de batalla. Viven allá muy lejos "donde brillan las estrellas", y justamente por eso (es una mentira que son cristianos en medio del mundo) es que no entienden nada de nada.

En los pocos años que llevo siendo sacerdote he visto muchas ordenaciones diaconales y sacerdotales y son éstas siempre una fiesta, fiesta para los que son ordenados, para sus familias, para las comunidades parroquiales, para el seminario y por supuesto para el obispo mismo, etc. una fiesta para todos. Pocas cosas tan emotivas y entrañables como una ordenación sacerdotal. Bueno, pues Escrivá no asistió a la primera (él tan amigo de las primeras cosas: "el primer numerario lituano", "la primera casa de retiros", "la primera cruz de palo", "la primera calumnia", "el primer sagrario") ¿por qué? ¡Quién lo sabe! No concibo a un fundador de una orden o instituto sin acudir, lleno de emoción y gratitud a la ordenación de sus sacerdotes (primeros o últimos, da igual) ¡qué extraño era Escrivá! Lo único que se me ocurre es que quizá no tenía aún –como bien explica Gervasio en su último (y espléndido) texto- a quien pedirle los anillos para distraerse y distraer ante su notable y enfermiza hiper emotividad.

Soy sacerdote y quiero a mi Iglesia y confío en ella, pero no dejo de pensar y preguntarme con mucha frecuencia si no se habrá equivocado al presentarnos como modelo de santidad a un hombre tan lleno de sombras, con tan pocas cosas qué imitar y con tantas qué lamentar.

Lvdovicvs









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