Sobre la ordenación de sacerdotes.- Gregory P.
Fecha Tuesday, 29 June 2004
Tema 060. Libertad, coacción, control


Queridos todos:

He estado unos días sin poder leer los correos de los amigos de la página. Al entrar, he descubierto a Nicolasa, perdón, a Nicole, y he comprobado la marcha que nos quiere dar a todos. Ya va bien que aparezca algún tábano sobre esta ciudad virtual, para que no se duerma ni se amodorre...

Tengo pensado decir otras cosas. Pero como escribo fatal, con un estilo farragoso, gracias a esta profesión de mis vicios, quiero hacer un breve comentario sobre algo sobre lo que se ha hablado estos días, y dejar para el fin de semana otras ideas.

Se trata sobre la ordenación de sacerdotes.

En mi primera convivencia, tuve la suerte de conocer a un sacerdote que me cayó muy bien. Su nombre es el de un emperador de Roma, y su apellido, el de una fruta pequeña, que nace en un árbol del que se nutren ciertos invertebrados mutantes. ¿Ya sabéis quién es? Pues sigo.

En una tertulia, nos contó cómo se hizo sacerdote. Me he acordado ahora, aunque sea una anécdota que escuché hace veinte años. Cuando pitó ya era algo mayor, y había estudiado cierta carrera, creo que ingeniería. Lo mandaron, al poco tiempo, a Roma. Allí, convivía con monseñor, y hacía pequeñas reparaciones en la casa. Un día, monseñor le dijo que quería que se ordenara sacerdote. El le dijo que no quería ser sacerdote. El Padre insistió nuevamente. Al final, le dijo que no quería, porque si se ordenaba se iría de Roma, y él quería estar allí. Según nos contó, el Padre le dijo que no, que se quedaría en Roma. Y se ordenó. Y se fue de Roma inmediatamente después.

Es curioso que, cuando escuché esta anécdota, me pareció que el cura, aparte de contar una anécdota más propia de un niño de doce años que de un profesional, estaba molesto con lo que le habían hecho. Como si hubieran abusado de su credulidad. Luego pensé que el cura tenía humor inglés, y que seguramente las cosas no fueron exactamente así. O que en realidad él ya se imaginaba que lo mandarían a otro sitio enseguida, aunque monseñor le dijera que no.

Por lo que contó, en ningún momento se tocó el tema de si tenía o no vocación para ser sacerdote. Pero es que eso nunca se ha tenido en cuenta para ser sacerdote en la Obra, si has pitado como numerario o como agregado. Porque todos los miembros de la Obra, según la famosa teoría de monseñor, tenían espíritu sacerdotal y mentalidad laical.

Siempre que se hablaba de la ordenación de miembros, y se daban muchas charlas periódicamente, los criterios eran los siguientes:

- Todos los miembros tenían espíritu sacerdotal y mentalidad laical. Esta era una charla muy graciosa, porque cuando se hablaba de la mentalidad laical se contaban muchas anécdotas sobre lo laicos que eran algunos de nuestros hermanos. O lo brutos.

- Como los miembros de la Obra tenían espíritu sacerdotal, todos los miembros masculinos y solteros, con las debidas preparaciones académicas, y que no tuvieran tachas (ser mancos, cojos, eunucos, cosas así, de las que habla el Código de Derecho Canónico), podían ser ordenados.

- Sólo se ordenaba un miembro si tenía condiciones, quería ser ordenado, y el Padre quería. Y el Padre quería si era conveniente para los apostolados, es decir, si le parecía bien, porque es evidente que siempre va bien al apostolado que haya un cura a mano.

- No se admitían vocaciones espontáneas al sacerdocio de miembros concretos que habían pedido la admisión como laicos. Los agregados y numerarios tenían que limitarse a hacer los estudios, y cuando acabasen ya se vería si se ordenaban o no. Pero quien tenía la última palabra, quien podía decir "Tú no te ordenas, tú sí", era el Padre. Otra cosa es que se obligase a una persona a ordenarse. Yo no lo vi nunca, aunque escuché comentarios de curas (numerarios) que no querían serlo, y que fueron "convencidos" para que lo hicieran. Pero ellos lo contaban con toda naturalidad, para demostrarnos a los jóvenes que lo habían dejado todo, incluso sus propias ganas de seguir siendo laicos.

- Era habitual encontrarse con agregados que no querían ordenarse, y que no se recataban en decirlo abiertamente. Estos no iban a convivencias de 30 días, sino sólo de 15, y no estudiaban asignaturas internas durante el año. A cambio, solían pasar el verano en lugares paradisíacos, en casas de convivencia de verdad, mientras que los demás nos íbamos encontrando en las dos obras corporativas de siempre, pasando más calor que los camellos.

Yo sé de uno que dijo que quería ser sacerdote. Que lo tuvieran en cuenta. El director lo miró con cara de estar viendo moverse al brazo incorrupto de Santa Teresa, y le dijo que no pasara cuidado, que lo tendría en cuenta.

Y vaya si lo tuvo en cuenta ¿Te das cuenta...?

Un abrazo a todos.

Gregory P.







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