El espíritu de Asís y el Opus Dei.- Josef Knecht
Fecha Wednesday, 06 March 2013
Tema 115. Aspectos históricos


 

El “espíritu de Asís” y el Opus Dei

 

En diálogo con Daneel y con Ramón acerca del artículo de Yago de la Cierva

 

El escrito de Daneel (27.02.2013) sobre el artículo del periodista Yago de la Cierva titulado Traición a la Tradición (El Mundo, 12 de febrero de 2013) me ha traído a la memoria unos recuerdos del año 1986 que quisiera compartir con los amigos y amigas de Opuslibros. Además, estoy de acuerdo con el contundente escrito de Ramón (4.03.2013), sobre todo, cuando afirma que YdC fue sincero en la redacción de su artículo. Esta sinceridad de YdC, a la que ya aludí en mi escrito del 18.02.2013, también me ha ayudado a rememorar los recuerdos que a continuación expondré...



Cuando el Papa Juan Pablo II convocó a líderes de todas las confesiones cristianas y de todas las religiones a rezar en la primera “Jornada Mundial de Oración por la Paz” (27 de octubre de 1986) en la ciudad italiana de Asís, observé que algunos sacerdotes mayores del Opus Dei se “mosquearon” bastante por aquella iniciativa papal. Eran sacerdotes que habían conocido de cerca a monseñor Josemaría Escrivá y habían sido testigos de cuánto le incomodaban muchas novedades del Concilio Vaticano II, de las que Escrivá discrepaba desde presupuestos teológicos tradicionalistas. Por eso, la iniciativa de Juan Pablo II de invitar a no católicos y no cristianos para rezar juntos y junto a él pareció imprudente –y de ello fui testigo cuando viví en Pamplona– a algunos sacerdotes mayores del Opus, para quienes los no católicos eran “herejes” y los no cristianos eran “paganos”. Recuerdo que uno de aquellos sacerdotes, en una tertulia de un Centro de numerarios, se atrevió a citar a Marcel Lefèbvre porque este arzobispo, que entonces aún no era cismático, pero estaba en camino de serlo (sería excomulgado en 1988), había criticado en público la oración en Asís, y el sacerdote en cuestión estaba de acuerdo con Lefèbvre en este punto. Todos recordaréis que, en aquellas fechas, cuando cursábamos asignaturas internas de teología, se nos ensalzaba el pontificado del Papa san Pío X (1903-1914) por su combate contra los errores del “modernismo”; pues bien, la iniciativa de Juan Pablo II de rezar en compañía de “herejes” y “paganos” resultaba ser a los ojos de aquellos sacerdotes mayores del Opus un comportamiento próximo al “modernismo”, impropio de un Papa prudente.

Una advertencia debo hacer. En 1986, mientras algunos sacerdotes mayores del Opus Dei se sentían molestos por la iniciativa de Juan Pablo II de rezar en Asís con “malas compañías”, los directores de la prelatura personal, capitaneados por Álvaro del Portillo, nunca criticaron oficialmente aquella iniciativa papal, sino que la secundaron. La razón es clara. Juan Pablo II estaba dispuesto a conceder al Opus muchas prebendas de poder eclesiástico: transformación del instituto secular en prelatura personal (1982), fundación del “Centro Académico Romano” (1984) que pasaría a ser años después la “Pontificia Universidad de la Santa Cruz”, ordenación episcopal de Álvaro del Portillo como obispo titular de Vita (1991), beatificación del fundador Josemaría Escrivá (1992), nombramiento de sacerdotes numerarios como obispos diocesanos, etcétera. Ante este glorioso panorama, los directores optaron interesadamente por no desobedecer a Juan Pablo II en 1986 y por poner en sordina a aquellos sacerdotes que manifestaban su malestar en sincera continuidad con el sentir “antimodernista” de Josemaría Escrivá, gran devoto de san Pío X.

Creo que, de una manera parecida, el señor Yago de la Cierva ha actuado con plena sinceridad, como “mosqueándose” porque Benedicto XVI haya tomado la iniciativa novedosa de presentar su renuncia, y ha manifestado en su artículo esa sincera sorpresa. Es comprensible –pero no justificable– que personas formadas bajo presupuestos teológicos conservadores se sorprendan e incluso se disgusten al ver a un Papa adoptando una actitud “rompedora”. También puede estar en lo cierto Ramón (4.03.2013) cuando postula que, en las críticas de YdC, subyace un agravio del Opus Dei para con Benedicto XVI. Ahora bien, YdC ha metido la pata y se ha pasado de rosca cuando interpreta la decisión de Benedicto XVI como rupturista (o como “traición a la Tradición”), ya que el Código de Derecho Canónico prevé la renuncia del Papa a su cargo: no ha habido tal traición, sólo una novedad, legalmente prevista, en la praxis hasta ahora habitual.

Daneel aporta en su escrito (27.02.2012) el testimonio de un sacerdote numerario del Opus que, a diferencia de YdC, elogia en una página de Internet la renuncia de Benedicto XVI, entre otras razones –supongo– porque este sacerdote debe de haber tenido presente el Código de Derecho Canónico. Además, desde los años 90 del siglo pasado hasta el día de hoy, siempre bajo el tutelaje de Álvaro del Portillo, los teólogos del Opus Dei se han ido abriendo a algunas tendencias teológicas a las que en los años 80 aún se oponían; se trata de las posiciones teológicas –conservadoras, pero sin llegar al extremo del tradicionalismo lefebvrista– de la línea marcada por la revista Communio, que está muy bien considerada por las autoridades vaticanas. Esta relativa apertura que los teólogos del Opus han experimentado en los últimos años –o, mejor dicho, este lavado de imagen que Álvaro del Portillo promovió entre los clérigos de la prelatura para que no resultaran estridentes en el Vaticano y en ambientes diocesanos en aquellos momentos en que el Opus aumentaba su poder eclesiástico– explica la reacción benévola de ese sacerdote numerario ante la decisión de Benedicto XVI. El grado de cerrazón mental entre los teólogos del Opus es ahora menor que en los años 80. Ya se ve que YdC, por no ser tan ducho en teología, ha sacado a relucir una elevada dosis de cerrilismo que me ha recordado las sinceras estridencias que presencié en 1986.

El conocido como “espíritu de Asís” (1986) no supuso para Álvaro del Portillo ni para el Opus Dei una sincera apertura al espíritu ecuménico y pacificador, sino una oportunidad maquiavélica de adaptarse a la política eclesiástica de Juan Pablo II con el fin de crecer y ganar poderío dentro de la Iglesia. Sería erróneo interpretar que Álvaro del Portillo, durante el pontificado de Juan Pablo II, “puso al día” al Opus Dei expurgándolo de las posiciones retrógradas de Josemaría Escrivá; la labor de gobierno de Portillo no supuso cambio alguno respecto a las enseñanzas de Escrivá, sino una adaptación externa, de cara a la galería, a los gustos y preferencias de Juan Pablo II para situar al Opus en una buena posición dentro de las estructuras de poder de la Iglesia.

Por eso, me atrevo a concluir que Yago de la Cierva ha sido sincero en su artículo del 12 de febrero de 2013, mientras que el sacerdote numerario mencionado por Daneel se mantiene en la actitud diplomática de lo “políticamente correcto” que Álvaro del Portillo enseñó a los sacerdotes de la prelatura para que estos la aplicaran en sus relaciones con las autoridades eclesiásticas y se comportaran con ellas sin estridencias disonantes.

Josef Knecht







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