Pasar-las canutas en la etapa directiva: ver, oír y callar.- Pinsapo
Fecha Monday, 04 March 2013
Tema 010. Testimonios


VIAJE DESDE GRAZALEMA A LAS PLAYAS DE CALAIS
Autor: Pinsapo


I. Etapa feliz en el club “El Pinsapar” y otras aventuras

II. Que es lo que nos atrapa de esta web y música como método para sanar

III. Rápida y fácil entrada: así se las ponían a Fernando VII

IV. El centro de estudios como huída hacia adelante

V. Evocaciones de Almodóvar del Río y su castillo medieval.

 

 

Pinsapos en niebla

 

VI.- “Pasar-las canutas” en la etapa directiva: ver, oír y callar. 

El tercer y último verano en el centro de estudios tiene un sabor especial, ya que se van comunicando los diferentes destinos, siendo el aroma de despedida muy intenso por la estructura Delegación, ideal para perder la pista a cualquiera, pues las alternativas de cambios permiten una amplia movilidad geográfica y funcional, ya que en las cinco provincias hay centros en siete ciudades, cada una con su universidad pública, su colegio de la obra, club juvenil y casa de retiros. Y exceptuando la capital del Puerto de Indias, son todas ciudades de mediano tamaño. A ello podemos añadir la variable de un posible destino en la vecina delegación de Granada, que formaban uno de los cuatro grupos creados cada verano para los de primer, segundo y tercer año del semestre. En el reparto de papeletas se establecían categorías no sólo por si el agraciado era nombrado como directivo de consejo local, sino por el tipo de centro y su ubicación...



Sin duda Tarfia y Arqueros eran los destinos de primera división por ser los buques insignia de la obra en Sevilla, un escalón por debajo estaban Cancel y los centros de jóvenes de Córdoba, Cádiz y Jerez; suponía cierto descenso a segunda división el destino a los centros de universitarios de Plaza de Cuba o Guadaira, aunque en realidad una vez en ellos se advertían las grandes ventajas de tratar con iguales y tener tiempo para el estudio que en otros lugares era imposible. La pedrea caía a los “desterrados” a Badajoz, Algeciras y Huelva, plazas a las que uno se iba llorando pero de las que volvía también llorando, pues la dureza de los mismos era una muestra de confianza o primera prueba para el posterior salto a destinos de mayor empaque, una vez superado con éxito la exigente prueba; compitiendo fuera de categoría los nombrados para directivos de centros de agregados, pues por un lado suponía el salto de soldado raso a miembro de consejo local, pero por otro sorprendía que tan joven se accediese a la labor de agregados a la que se llegaba tras cierta experiencia, y porque aunque era labor de San Rafael, suponía residir en un centro de San Gabriel.

El inconveniente de la movilidad geográfica podría causar algún problema ya que algunos padres accedían a sufragar los estudios fuera de la ciudad de origen, pero podían poner pegas por el traslado de expediente a otra Universidad por las diferencias de categoría entre ellas, dado el diferente prestigio de la Facultad de Derecho de Sevilla y la de Huelva, y el desigual valor del título de Medicina obtenido en Cádiz o en Badajoz. Respecto a la movilidad funcional, casi la mitad éramos distinguidos con la elección para un cargo de consejo local, y sólo muy pocos escogidos salían como director de centro, siendo llamativo en mi época el nombramiento desde Almonte como directores de Tarfia y de Arqueros, siguiendo estos “numerarios estrella” un trayecto vital muy diferente. Sobre quien salía de Wespoint como soldado raso se pensaba o bien que la dureza de sus estudios (Ingeniería) le impedía un cargo o bien que era persona excesivamente tímida, o que por alguna grave dificultad no podía ostentar todavía ningún cargo o “carga”.

Fui uno de los distinguidos con el nombramiento como directivo de segundo nivel, comenzando el curso en la convivencia de consejos locales en la que empecé a tratar con directores de la delegación. De adscrito se tiene acceso al armario de cilicios, pero con un cargo ya se accede al “armarito de dirección” que permite el acceso a documentación “reservada” como los famosos vademécum, libritos con pastas de diferentes colores, índice de libros prohibidos e información confidencial respecto de personas del centro o que lo frecuentan.

En las primeras reuniones de consejo local quedé abrumado por las intimidades que se ventilaban, y siendo el más joven de todos, mi alto sentido de la prudencia me hacía actuar con la máxima del recién llegado: ver, oír y callar; sobre todo cuando tocaba hablar de personas con “dificultades” o al descubrir la carpeta con informes sobre personas que planteaban problemas para la “renovación” anual. Mi continuada cara de “póquer” traslucía que realmente las “pasaba canutas”, pues en esta situación de desconcierto sobrevino la pérdida de mi inocencia.

La insólita profesión de “pasar las canutas” surgió de la liturgia de la civilización cristiana, tomada a su vez de la cultura griega a través de la romana, debiendo estar el canutero metido en una caja musical de madera que luego derivaría en órgano, para templar las canutas metiéndolas en los agujeros de una especie de trompetas celestiales que echaban aire, haciendo brotar así melodías litúrgicas. Como no se podía ver al músico actuando, ya que oficiaba desde el interior de la caja a la luz de los cirios a donde se accedía por una puerta labrada en cerezo, al oír tan celestial música, los más espirituales decían que no era el canutero quien tocaba, sino un ángel del Señor. Tal perfección se conseguía a través de un cuidadoso mantenimiento del órgano, y siendo realmente penosa la limpieza del polvo de los tubos, de ahí derivó la expresión de “pasar-las canutas”.

La imagen entre nieblas de pinsapos en laderas sombrías, húmedas y escarpadas que ilustra este relato, refleja una situación vital de una especie bien preparada para aguantar fuertes chaparrones y las condiciones de vida más exigentes, pero como bien saben mis amigos excursionistas, de prolongarse la niebla o echarse la noche en el camino, la ausencia de rayos de sol puede provocar una fatal pérdida de rumbo y una larga noche a la intemperie con peligrosas bajas temperaturas. La agotadora exigencia de resultados y números por parte del vocal de san Rafael en cuanto a asistentes a meditaciones, círculos, retiros, convivencias; unida a las exigencias del vocal de san Miguel para apretar las tuercas a los de casa, tanto en el ámbito proselitista como en el sostenimiento económico, originan una situación de hastío insuperable, pues son imposibles de conjugar las necesidades, anhelos y aspiraciones de los subordinados (sus dificultades en la vida real) con las pretensiones de los superiores (con la teoría de la entrega ideal). Y en esta irresoluble ecuación, además tiene que incluirse con calzador una fraternidad descarnada y delatora que proscribe el auténtico y sincero afecto.

Este desencanto o desengaño en la primera tarea directiva es mayor por venir precedida de las altas expectativas creadas en el centro de estudios, donde uno tenía la esperanza de encontrar allí la pócima secreta del “verdadero” apostolado (¿proselitista?). En esa etapa participé de las ilusionantes prácticas de catequista de primera comunión en el pequeño pueblo de Salteras, famoso por sus carnes a la brasa y sus bandas musicales procesionales, parroquia muy bien llevada por el afable cura agregado de la sss cruz don Ramón, y aunque la misión directa no eran los propios niños, resultaba satisfactorio ver cómo absorbían tan cándidas almas la sana doctrina y muy tierna piedad. Era mucho más grato que ser un mero invitador de círculos y meditaciones el inculcar los primeros rudimentos de la fe a aquellos niños, pues además trabajábamos un terreno muy bien abonado por tan entregados párrocos de una diócesis donde en unos años fueron desplazados a destinos menores rurales los curas más expertos y preparados por el mero echo de ser de la obra, dado el talante progresista del Ordinario del lugar.

Esta experiencia asentó mi ideal de apostolado de compartir la amistad con Dios, pero que cada vez era incomprensiblemente más opuesto al proselitismo, cuyas tácticas violentaban mi forma de ser. Y lo que quise transmitir en el club juvenil tanto a los monitores como a los niños, fue el concepto de Gabriel Celaya sobre la educación y su propuesta para llevarla a cabo: Educar es lo mismo que poner motor a una barca, hay que medir, pesar, equilibrar... y poner todo en marcha. Para eso, uno tiene que llevar en el alma un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta... y un kilo y medio de paciencia concentrada. Pero es consolador soñar mientras uno trabaja, que ese barco, ese niño irá muy lejos por el agua. Soñar que ese navío llevará nuestra carga de palabras hacia puertos distantes, hacia islas lejanas. Soñar que cuando un día esté durmiendo nuestra propia barca en barcos nuevos, seguirá nuestra bandera enarbolada.

Supone tal concepto ajustar nuestra labor a las necesidades de las personas a las que iba dirigidas, pero no forzarlas ni encajonarlas en fríos moldes de acero donde muchos se rompían porque no era “su traje a medida”, y el “compelle intrare” sobre algunos que no tenían por qué entrar, hacía que en más o menos tiempo y con más o menos daño a su fe y a su persona, salieran corriendo bien lejos. Y esa tarea no se limitaba al civismo de Celaya, por lo que no me olvido de su dimensión religiosa tan necesaria hoy como hace cien años, cuando el fundador del diario L’Humanité, el socialista Jean Jaures, negó a su hijo la petición de remitir al colegio la solicitud de exención de la asignatura de religión, cuya carta resumo:

“Me pides un justificante que te exima de cursar la religión para parecer digno hijo de un hombre que no tiene convicciones religiosas, pero ni te lo envío ni te lo enviaré jamás. Cuando tengas la edad suficiente para juzgar, serás completamente libre, pero tengo empeño decidido en que tu educación sea completa. Estudias cultura clásica para comprender la historia y la civilización de griegos y romanos, y ¿qué comprenderías de la historia de Europa después de Jesucristo sin conocer la religión que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? Si se trata de derecho, filosofía o moral, ¿puedes ignorar la expresión más clara del derecho natural, la filosofía más extendida, la moral más sabia y más universal? Hasta en las Ciencias Naturales y Matemáticas encontrarás la Religión: Pascal y Newton eran cristianos fervientes; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón; ¿querrás tu condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en todos tus estudios? Hay que confesarlo, la religión está en la base de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual el no querer conocer esta ciencia. Querido hijo: convéncete que muchos tienen interés en que los demás desconozcan la religión, pero no es preciso ser un genio para comprender que solo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que tienen facultad para serlo, pues en caso contrario la ignorancia les obliga a la irreligión, pues la libertad exige la facultad de poder obrar en sentido contrario. Te sorprenderá esta carta hijo mío, pero un padre tiene que decir siempre la verdad a su hijo y ningún compromiso podría excusarme de esta obligación.”

En el segundo centro donde me nombraron otro trienio para el consejo local toqué más de cerca la hiel por serme asignado de inicio el papel de “liquidador” que George Clooney hace en la película “Up in the air” como profesional del despido de directivos de empresas de USA, es decir cuando un jefe cobarde no se atreve a mirar a la cara a los subordinados cuando trata de deshacerse de ellos, evitando sufrir tal desgaste emocional. Al encargarme llevar la charla de dos de ellos me dicen que hay que hacer que reaccionen, y cuando vi sus modelos de charla prototipo sin nada que comunicar más que su hartazgo, precipité el final del proceso sin alargar artificialmente la agonía, pues ambos habían culminado sus pretensiones, coincidiendo en uno aprobar el examen del MIR, momento en que decidió marcharse, y el otro al aprobar la selectividad en junio, momento a partir del cual no volvió a pisar el centro. Me opuse a presionarles lo más mínimo, y solo traté que tuvieran la salida menos traumática posible, sin reproches. Lo mismo hice al año siguiente en torno al 19 de marzo, cuando era evidente que el chico en cuestión nunca debió haber pitado, pues se escaqueaba hasta de la misa dominical, y tras haber tenido ya una “novieta” con 18 años siendo todavía del gremio, era claro que tenía menos vocación para el celibato que George Clooney.

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