Me la tienen sentenciá.- Gervasio
Fecha Friday, 01 March 2013
Tema 140. Sobre esta web


No puedo menos de recoger el guante que me lanza Joseph Knecht y algún otro para que me pronuncie o diga algo acerca de la sentencia 12/2013 de 24 de enero del juzgado nº 10 de Madrid. No soy experto en derechos de autor ni en derechos de propiedad intelectual. ¡Qué más quisiera yo! Es materia poco conocida y estudiada por los juristas españoles. Apenas se toca en la carrera de Derecho, a diferencia de lo que sucede en otros países como los Estados Unidos, donde existen cátedras —consideradas importantes— sobre esta materia. Abarca cuestiones tan diversas y complejas como el de la música y su reproducción y comercialización, la difusión de ideas y escritos por Internet o el uso de patentes y marcas. Y todo ello en un ámbito que sobrepasa las fronteras nacionales y en el que con frecuencia está en juego cantidades millonarias.

            Nada más salir la resolución sobre medidas cautelares del juzgado nº 10 de Madrid, en 2011, se la di a leer a un experto. Cuando digo experto, no me refiero a un experto en derechos de autor o de propiedad intelectual, sino a un experto en decisiones judiciales. Y me dijo con toda rotundidad:

            —Aquí no hay nada que hacer. La sentencia ya está dada.

            Así se lo comuniqué a Agustina, que quedó un tanto chafada, pero no tan chafada que dejase de abrigar ciertas esperanzas. ¿Argumentó mal su abogado o no estuvo bien su procurador? No es esa la cuestión. La decisión ya estaba tomada. Y para mayor inri la señora o señorita jueza condena a la parte demandada en costas. Toma, Jeromo, pastillas de goma, que son pa la tos.

            Esta situación me lleva mentalmente a finales de los años ochenta. Con gran revuelo entre sus fans, prensa y público en general, un buen día el cantante Miguel Bosé se puso maxifalda en uno de sus espectáculos musicales. El acontecimiento tuvo gran repercusión entre los mariquitas patrios. ¡Oooh! Uno de ellos, de unos diecisiete años, decidió imitarlo. Y con maxifalda entraba y salía de su domicilio, que no era otro que el de sus progenitores. Su padre —un buen hombre de clase media y de valores convencionales— desaprobaba radicalmente el uso de la maxifalda por parte de cualquier varón y más aun por parte de su hijo. El chico se lamentaba:

            —Mi papá no entra en razón. No está abierto al dialogo. Yo le digo: “papá tienes que escucharme”, si uso maxifalda es porque…

            Pero su papá se negaba a sopesar los argumentos en pro del uso de la maxifalda, por fundados, razonables y correctamente expuestos que estos fueran. Maxifalda, no. Maxifalda, nunca. Maxifalda, en modo alguno. Como decía una gitana de los de su tribu: “me la tienen sentensiá”.

            Y eso es todo lo que se me ocurre. Por lo demás, animo a quien pueda ilustrarnos sobre los derechos de autor y de propiedad intelectual en general, y en este caso en particular, a que lo haga. Nos hace buena falta. La verdad es que con esta sentencia no se aprende nada de Derecho.

Gervasio









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