1. Desde siempre se nos ha insistido en la virtud de la sinceridad, como una de las maneras de progresar en la vida interior y de vivir en la verdad. Especialmente importante es esta virtud en la dirección espiritual, pues permite que nos conozcan mejor y nos ayuden con más prudencia.

2. Sin embargo, nunca se debe olvidar que existe el deber –grave – en quien recibe la charla de guardar el secreto de oficio. Sería contrario al más elemental respeto por las personas exponer su intimidad en reuniones de consejo local o en conversaciones entre los directores. Sería un abuso intolerable exigir sinceridad a una persona, para ser desleales con ella a continuación, o aprovechar una circunstancia que se conoce en la confidencia para perjudicar a quien ha sido sincero. Recordad que no hay obligación de contar en la charla fraterna lo que es materia de confesión.

3. En la última carta el Padre nos ha señalado, con dolor, que esto no se ha vivido bien en Casa y que debíamos rectificar urgentemente. También nos ha animado a recordar los criterios de la carta del 2 de octubre de 2011, que nos escribió con motivo de una advertencia de la Santa Sede. Respecto a la periodicidad de la misma y con quien hacerla, el Padre ha tomado en consideración las sugerencias de mucha gente de Casa y en breve se reunirá con el Consejo para estudiar a fondo el tema. Agradece que del mismo modo le hagan llegar otras inquietudes que permitan una mejor atención espiritual de los de Casa.

4. Recordad esto a todos en el próximo círculo, así como también el deber de reparar el daño causado a las almas por nuestra falta de discreción y caridad.

Bolter