Yago de la Cierva se ha erigido en juez de una supuesta contienda de méritos espirituales  entre Juan Pablo II y Benedicto XVI. El escritor concede el triunfo a Juan Pablo II.

Me limito a señalar lo siguiente:

• Cualquiera se preguntaría de dónde obtiene este señor la autoridad para juzgar la conciencia ajena. La habitual soberbia con que se hace esto en el Opus Dei le ha cegado hasta el punto de juzgar, precisamente, a Cristo en la tierra. Esclavo de sus prejuicios ha decidido hacer pública su (¿blasfema?)opinión.

• Su nota, por tratarse de cuestiones que afectan a la jerarquía de la Iglesia, requiere de la aprobación de las máximas autoridades del Opus Dei. El escritor es, entonces, un simple mandatario camuflado. Esto es muy Opus Dei: actuar por interpósita persona.

• De la Cierva, como buen miembro del Opus Dei, ama el poder sea político, económico o eclesial. El poder está en el ADN del Opus Dei. Es lógico que no entienda a Benedicto XVI, teólogo brillante, cuando se despoja del poder y sus atributos.

• El escritor aplica las limitadas categorías ascéticas opusinas  basadas en la imitación. Benedicto XVI tiene otro modo de vivir el Evangelio. Esto no cabe en el Opus Dei donde la obediencia al “camino reglamentario” es la norma suprema. Obedecer o marcharse; imitar a Escrivá o morir.

• Benedicto XVI ha dado un ejemplo de libertad cristiana. Para Escrivá, Del Portillo y Echevarría y su lacayo ocasional se trata de de un valor incomprensible. Los tres primeros fueron controladores compulsivos; el último forma parte de la manada.

Lo que queda claro es que el Opus Dei le ha enviado un mensaje  a Benedicto XVI. La pregunta es ¿por qué?

Segundo