A las búsqueda del psicograma del numerario del Opus Dei.- Josef Knecht
Fecha Monday, 14 January 2013
Tema 010. Testimonios


Reflexionando y dialogando con “Preocupada”. 

Quisiera aportar mi granito de arena a la petición de consejo que nos requiere Preocupada (4.01.2013): ex-numerarios que en su relación matrimonial y en su vida familiar aún dejan sentir las heridas contraídas en los años transcurridos en el Opus.

Estoy seguro de que en este tema no se puede generalizar, sino que debe de haber una casuística muy variada: unos ex-miembros del Opus habrán sanado las heridas mejor y antes que otros, y esta mayor o menor mejoría será constatada por sus esposas en la convivencia cercana e íntima en cada caso concreto...



En honor a la verdad, no siempre hay que atribuir a los años transcurridos en el Opus los defectos de los ex-miembros, ya que tales defectos (como también las virtudes) pueden haberse adquirido en el período de la infancia. Varias corrientes de la ciencia psicológica resaltan el período de la infancia y de la educación en la niñez como el más determinante para la configuración del carácter y de los hábitos morales (o inmorales) de la persona. Por eso es injusto atribuir toda la culpa al Opus Dei.

Ahora bien, algo que sí he constatado en algunos amigos míos –y en mí mismo también– es que determinados defectos adquiridos en la infancia no sólo no se han corregido en los años de militancia en el Opus, sino que se han ampliado, es decir, han empeorado. Gente con baja autoestima sale del Opus con menos autoestima con la que ingresó en él; gente con escrúpulos de conciencia sale del Opus siendo más escrupulosa que cuando ingresó; gente maniática sale del Opus siendo más maniática que antes; gente vanidosa y autocomplaciente sale del Opus habiendo acrecentado esa tendencia. (Y no quiero ahora entrar en el doloroso ámbito de las enfermedades psicológicas con las que algunos abandonan la prelatura). Este proceso de empeoramiento del carácter tras muchos años de militancia en el Opus me resulta familiar o relativamente frecuente y me causa pena en mi relación con algunos de mis amigos, ex-miembros, en quienes observo ese fenómeno, como también he observado en otros casos una correcta recuperación o sanación.

La anterior descripción vale también para miembros que perseveran en el Opus Dei. Recuerdo los años en que conocí centros (es decir, residencias) de numerarios mayores, siendo yo joven: esos centros eran un circo de rarezas psicológicas de lo más chocante, por no mencionar tampoco en este caso las enfermedades mentales. Y esa fue una de las causas por las que decidí desvincularme, deseando regresar al mundo real. Por supuesto que en la vida real se padecen también muchos errores y defectos personales que entorpecen la convivencia, pero, al menos, no son tan raros y artificiosos como en la vida interna del Opus. Ahí dentro los defectos de carácter son un resultado explosivo de las miserias personales y de la peculiar burocracia institucional, tan agobiante; así brotan en ese mundillo cerrado la rareza y la artificiosidad mencionadas. Basta con leer los escritos de Calandria para hacerse una idea de esta situación; Calandria nos ofrece un valioso testimonio, aunque necesariamente parcial, del ambiente psicológico en los centros de numerarios/as mayores, caracterizados, entre otras cosas, por una cierta pérdida, algo enfermiza, del sentido de la realidad. Y esto mismo es lo que, en unas circunstancias diferentes a las de Calandria, Preocupada ha constado en la convivencia con su marido.

Sucede lo contrario al proceso de santificación. El Opus Dei se presenta como camino de santidad, pero, a la hora de la verdad, logra en muchas personas lo contrario: agudizar determinados fallos morales que ya se tenían adquiridos de antemano, desde la infancia. Es el mundo al revés. Estoy de acuerdo con Preocupada cuando afirma que la Santa Madre Iglesia debería tomar nota de esta triste realidad, que incluso se podría expresar con una ironía estadística: por uno que canonizan, cientos y miles se “desantifican” enrareciéndose. Y, para colmo, corresponde a las esposas de los ex-miembros arreglar el entuerto. En estricta justicia –por continuar con la ironía– esta tarea terapéutica no debería ser asumida por esas mujeres, sino por la Sagrada Congregación para los Obispos, pues de este dicasterio vaticano dependen las prelaturas personales y por eso es suya la responsabilidad eclesiástica subsidiaria de reparar los daños causados por el Opus Dei a sus miembros y ex-miembros: en teoría se dice que la Iglesia es madre y maestra (Mater et magistra); que ejerza, pues, como tal.

Me gustaría contrastar esta impresión mía con otras opiniones. Tal vez mi análisis sobre el enrarecimiento de los defectos personales a raíz de la pertenencia al Opus Dei haya sido algo simplón, superficial o ingenuo, pues no soy psicólogo de profesión y carezco del instrumentario científico para establecer con exactitud lo que los especialistas denominan “psicograma”. Pero confieso que más de una vez, tratando de cerca a ex-miembros, he palpado sinceramente –y con cierto dolor– lo que aquí acabo de expresar, y por eso no me asombra la preocupación de Preocupada.

Josef Knecht







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