Los desquiciados...- Arnust
Fecha Monday, 14 January 2013
Tema 105. Psiquiatría: problemas y praxis


Dice Calandria:

Zartán, yo a ti te doy la razón. Es jodido vivir en un centro en el que la mayoría están enfermos, desquiciados o son la mar de especiales. Y te voy a decir que mi Centro no está plagado precisamente de “justos y benéficos” sino todo lo contrario. Pero, me voy a salir del Opus Dei por esto? Mira, te digo que no. Yo enfoco el hecho de otra manera: me planteo ayudar a esos enfermos, desquiciados y especiales, y eso me hace feliz. Y entre las que no somos enfermas, ni estamos desquiciadas o somos especiales formamos una especie de pandilla de ayuda y nos la pasamos muy bien entre nosotras tratando de ayudar sin dejar de estar conscientes de la real situación. Tengo derecho a optar por esta forma de vida sin ser criticada, no?

La existencia de enfermos, desquiciados y especiales, tiene que llevar a una persona que esté adentro a pensar, qué es lo que está provocando que gente que reúne unas características muy especiales de idoneidad, termine a la larga en tales condición (Corruptio optimi péssima). Dentro, hay gente buena y muy normal, pero también hay muchos con desequilibrios, y varios de ellos graves. No conozco la situación de otras familias religiosas, y tal vez la estadística nos lleve a concluir que para producir un santo, se genera una merma o desperdicio consistente en cierto número desquiciados.

Siguiendo el adagio evangélico de que por sus frutos los conoceréis, a qué reflexión nos llevan los frutos malos. ¿Los buenos justifican esa merma o desperdicio? Son almas que quedan dañadas, a veces imposibilitadas para ejercer un trabajo, que es el quicio de su santidad. El afán proselitista de conseguir, por ejemplo, 500 vocaciones por encargo, puede llevar a los directores a graves faltas de responsabilidad y ejercer una coacción de almas para conseguir números, en vez de dirigir espiritualmente a las personas hacia Dios.

Sin embargo, quienes tienen labores de gobierno, deben entender que primero está la salud de las almas, antes que "la buena imagen de la Obra". Confieso que, actuando institucionalmente en algún momento retuve injustamente a personas que querían salirse, argumentando cosas como la maldición del rejalgar, así como que ponían en grave riesgo su felicidad terrena y eterna; gravando innecesariamente sus conciencias. Con el paso del tiempo comprobé que eran más felices en su nueva vida y que Dios no los había abandonado.

Calandria ha decidido hacer su vida en la Obra, atendiendo a estos enfermos, desquiciados y especiales; ahí tiene opción de vivir caridad y en el más alto grado de heroicidad. Es su decisión, y hay que respetarla. Tal vez es una especie de Schlinder que estando dentro del sistema, hace todo el bien a su alcance.

Yo viví en un centro de mayores, con un cargo de gobierno, y lo que más trabajo me requería era la atención a esas personas desequilibradas, y aunque creo que lo llevaba bien por Dios, me hizo pensar que no quería una vejez similar; poco a poco advertí que no era un efecto fortuito, sino que el propio sistema lo genera así, por lo que en conciencia sentí que no debía seguir sosteniendo los principios de una institución que causaba tales efectos en su columna vertebral (numerarios). No fue la principal razón de mi salida, pero fue uno de los tantos puntos de evidencia que al final me permitieron ver con claridad.

Y ahora, desde afuera, pienso que si me ofrecieran meter a mi hijo a una escuela militarizada muy muy exigente, en la que un porcentaje de quienes terminan su curso son grandes hombres, pero la mayoría queda psicológicamente afectado; no aceptaría la oferta, pues la posibilidad del éxito, no justificaría el daño que se pudiera generar.

No creo que el plan de Dios sea así.

Un afectuoso saludo a todos

Arnust









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