Reflexión sin armar el belén.- Manzano
Fecha Monday, 17 December 2012
Tema 900. Sin clasificar


Me ha parecido muy bueno el artículo de un periodista y escritor que leí en un medio de cierto alcance, dando una mínima importancia al hecho de que no hubiese ni buey ni mula en el portal de Belén, al tiempo que mandaba un sencillo, precioso, positivo mensaje.

Con ánimo de felicitar estas fiestas Navideñas a todos, me permito hacer un resumen de dicho escrito para, de paso, relajar los ánimos a quienes se aferran a todo lo que dice tanto el Opus como la Iglesia de forma obsesiva y logremos todos alcanzar el año 2013 libres de culpa por no haber pecado de crédulos y encima trasquilados….



Interesado por esa reciente afirmación del papa Benedicto XVI, el autor buscó informaciones y estudios al respecto, llegando a la conclusión que eso era algo de dominio público y que por tanto, la mayoría de católicos hemos sido los últimos en enterarnos.

Esas cosas que suceden a menudo en las familias con algunos secretos que más les atañen...

(No quiero ni pensar la de cosas que uno se entera cuando abandona la "familia" Opus Dei. Algunas vemos que ya las sabían muchos de fuera y otras, mayormente indecentes, que muchos de dentro no deberían por qué saber ni haber sabido.)

Y, claro, al no haber ni buey ni mula, tampoco hubo pesebre, dejando sin sentido al ripio en una de sus biblias en verso: “Nuestro Señor Jesucristo/ nació en un pesebre./ Donde menos se piensa / salta la liebre.”

Y, sigue que:

con toda probabilidad ni siquiera nació en Belén, donde por la fecha que lo hizo no hubo empadronamientos y porque en aquel tiempo se conocía a las personas por el lugar de nacimiento, y Jesús fue siempre Jesús de Nazaret, de donde se le supone oriundo.

Los historiadores y exégetas que se ocupan de esas cosas han ido demoliendo otra serie de creencias arraigadas en la tradición cristiana, referidas a los padres y parientes de Jesús, con conjeturas más o menos plausibles, aunque no olvidemos que cien conjeturas no hacen una evidencia.

¿Importa en verdad que no haya habido ni mula ni buey ni pesebre en el nacimiento de Jesús? ¿Que no tiene sentido seguir hablando de belenes? ¿Arrumbaremos por ello los miles de obras maestras, pinturas, esculturas o poemas que, a diferencia del pobre ripio, son un dechado de magia y de belleza?

Ahí va lo bonito:

Lo que nació en Belén o Nazaret, con o sin bestias como testigos, en un pesebre o en un catre, de un labrador y una pobre muchacha analfabeta o de un carpintero y una cándida y angelical criatura, no fue una determinada iglesia, ni una religión concreta con su papa y obispos, sino la esperanza de hacernos mejores.

Y en lo que nos concierne a cada uno, nació allí lo más puro de la infancia de la mayor parte de nosotros, seguramente siguiendo a nuestros mayores que celebraban con alegría sincera recordando sus propias infancias, a menudo ya demasiado lejanos ahora para nosotros mismos.

En Belén se alumbró la posibilidad de que todos pudiéramos vivir en completa igualdad, vivir la realidad del sueño de ver un mundo justo, sin jerarquías. Aunque Belén sea ya sólo una metáfora, no deja de ser un espejo en que nos miramos para ver lo mejor propio y ajeno.

Así pues, no era necesario que viniera nadie a desengañarnos. Porque las verdaderas figuras del belén están tan arraigadas ya en nuestro corazón que son indestructibles: el recuerdo de los seres queridos ausentes, el pensamiento en quienes no podrán ser felices y principalmente la dicha de quienes lo son, siquiera de modo pasajero estos días.

Manzano.







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