Obedecer o no obedecer, that’s the question.- Vega
Fecha Wednesday, 12 December 2012
Tema 900. Sin clasificar


El lunes pasado, Daneel me hace el honor de citarme y comentar algo que escribí:

De modo parecido, Vega sostiene que “la obediencia al dogma es lo que más se requiere para ser católico”, por encima de la razón y de la conciencia. Sorprendente fidelidad a lo aprendido cuando estabas en el lado oscuro. Todo lo demás lo rechazas, pero esta perlita sigue ahí dentro, haciendo de las suyas. Ciertamente la Iglesia pide obediencia, pero no pide una obediencia irracional. Pretender que la obediencia es “la verdad suprema” enseñada por la Iglesia es desconocer lo que la Iglesia dice de sí misma. Es, una vez más, dar por supuesto que la versión integrista-fundamentalista de la Iglesia es la única posible.

Vayamos por partes, como dijo Jack el Destripador...



Yo no he sido nunca del lado oscuro, si se entiende por tal la Cosa. Si se entiende la Iglesia católica, entonces sí. Dado que recibí una educación católica bastante esmerada, ya sé que mi versión no es la que da la Iglesia sobre sí misma, y que la propia Iglesia nunca lo diría de esa forma. Esa es meramente mi conclusión.

Lo que quería decir con ello es que, si se mira imparcialmente, lo que distingue a un católico comm'il faut de otro cristiano cualquiera no es tal o cual dogma concretos, que en el fondo son así como podrían haber sido asá (algunas escabechinas contra herejes en el primer milenio fueron sucesivamente por sostener una opinión teológica y después por sostener su contraria, según cual ganara en cada momento) sino el hecho en sí de que el católico forma parte (muda y sin voz ni voto) de una organización jerárquica que le dice lo que debe creer, y que espera obediencia en opinión, conducta, criterio moral y así siguiendo.

Lógicamente, el cuerpo gobernante no es completamente tonto en cuanto a lo estricto de la obediencia que puede exigir: hoy en día por ejemplo ya no te excomulgan por opinar lo que quieras en política o en ciencia, e incluso en moral hay algún margen. Incluso en los tiempos más oscuros podías ser de la Macarena o de la Virgen del Rocío, y del Partido Agrario o del Liberal-conservador: hala, que no se diga que no se puede elegir...

Como hoy en día la cosa no está para ponerse exquisito, la propia Iglesia ha elegido unos cuantos temas en los que hacerse fuerte y marcar diferencias, y en la mayoría de las otras no insiste mucho a los laicos.

Es curioso que los cuatro temas que ahora son i-rre-nun-cia-bles no importaban mucho hace cinco o diez siglos, y aquellos por los que hace cinco siglos te podían quemar ahora no son objeto de insistencia pública de ninguna clase (como si le vas a tu confesor diciendo que tienes problemas con la Inmaculada Concepción o la Trinidad... dudo que te tome siquiera en serio). Solo hay un tema que ha sido, es y será siempre igual de importante y fundamental, ahora como hace quinientos años: la propia autoridad y el propio mando en plaza de la jerarquía eclesiástica.

Tampoco se trata exactamente de ser muy integrista o no tanto. Si uno analiza con ojos de ahora la doctrina luterana de cuando Lutero propiamente dicho, por ejemplo, a muchas de las cosas que él defendía hoy en día las llamaríamos integristas, tanto como a las entonces contrarias, e incluso en algunas era más fundamentalista que su enemigo el papado.

Se trata de otra cosa. Yo he tardado muchos años en llegar a verlo así, porque me he educado, igual que prácticamente todos los que aquí escriben, en el catolicismo, y hay cosas que no ves como el pez no ve el agua en la que vive.

Se trata de qué es lo que caracteriza a un católico por comparación con otro cristiano: y es obviamente la obediencia a la jerarquía de la Iglesia en cuanto a creencia, moral y otras opciones vitales.

Para los demás cristianos, independientemente de otras muchas diferencias que haya entre ellos, no es así. El punto central de cualquier creyente protestante es que sus creencias, opciones morales privadas y públicas, son un asunto "entre él y su Dios", como suelen decir. No hay intermediarios infalibles y autorizados entre ambos. No tiene que obedecer más que a su conciencia. Él mismo es quien interpreta la Biblia directamente, o se considera con derecho a hacerlo.

Por supuesto, ya sé que en la práctica la opinión pública dominante, los expertos en la Escritura, la educación de la familia, la autoridad moral de los dirigentes locales... todo eso tiene importancia. Pero eso no altera el punto fundamental.

Eso es, en realidad, lo que separó a Lutero del papado, no tal o cual dogma concreto: la libertad de conciencia y de creencia. La autonomía moral del individuo. El rechazo de que haya intermediarios obligatorios por los que pasar para llegar a Dios y que esos intermediarios sean dueños de la verdad absoluta y de la llave de la conciencia, la salvación y el perdón de cada persona.

Todos los protestantes tienen eso muy claro.

No creen que les separe de los católicos tal o cual dogma (entre ellos hay muchas diferencias al respecto) sino la aceptación de una jerarquía absoluta, en cuyo vértice está el Papa.

Hay que darse de bruces muchas veces con esa convicción sobreentendida en toda clase de textos extranjeros de cualquier época para llegar a darse cuenta de ello, y para aceptar que tienen razón y que es así.

Un católico no lo percibe porque para él no hay otra forma de concebir la religión que con la Iglesia presidiéndola. Incluso los que rechazan muchos de los dogmas principales de la religión católica no se conciben a sí mismos más que como católicos, aunque sui generis. Es asombroso, por ejemplo, el enorme porcentaje de católicos de boquilla que no creen en el infierno (en España, más que los que sí creen). Pero se siguen considerando católicos porque no se les ocurre que no lo sean (salvo si rechazan totalmente a la Iglesia como autoridad religiosa o si no creen en el Dios de la Biblia).

La teología dice que la Iglesia es la comunidad de los fieles, no la jerarquía organizada, es verdad. Pero todo el mundo entiende que la Iglesia católica es la jerarquía organizada, tanto en el mundo católico como en el protestante. Y cuando todo el mundo cree eso, es que eso es lo que es.

La comunidad de los fieles es un concepto general cristiano, que cada confesión entiende a su manera, más generosa o más rácana. No es algo que se superponga con la organización eclesiástica, y en realidad, no necesita de ella para nada. Lo mismo que no necesitamos de ninguna autoridad superior absoluta para ser ciudadanos de nuestro país, ciudad o vecindario. De nuestra comunidad. En todo caso, más bien es al contrario, porque no hay ciudadanía con un señor absoluto.

Cómo enfocar, en el marco de la historia del catolicismo, el asunto de la conciencia, es un tema de hacer encaje de bolillos para la teología: por un lado seguir a la conciencia era lo más importante para obrar bien, pero por otro, apelar a "es que según mi conciencia, creer o hacer tal cosa está bien" nunca, jamás, en la vida, ha sido un argumento que librara a nadie del anatema, la excomunión, la hoguera o la cárcel, cuando esa conciencia mandaba algo que la Iglesia consideraba pecado o desobediencia grave.

Supongo que la justificación teológica para ello es que esa conciencia está "ocupada" por el pecado, el demonio o algo así, y no es de fiar porque el individuo no está en estado de gracia y la conciencia está ofuscada o acallada, o que el individuo pecador miente como un bellaco y de conciencia nada. Sí, la conciencia es el juez, pero solo la "recta conciencia", y la recta conciencia no le puede llevar la contraria a un mandato de la Iglesia, por axioma infalible, porque la Iglesia posee la verdad absoluta. Punto.

Otra demostración de qué poquito alcance tiene el abandonado a su suerte dictamen de la conciencia, es que tradicionalmente "el que obedece a la autoridad legítima no peca", así la autoridad le mande burradas. Y ¿quién es la autoridad legítima? Pues naturalmente, la propia Iglesia sobre todas las cosas, y, secundariamente, la autoridad civil que la Iglesia decida que es legítima.

Así que la conciencia como juez supremo tiene en el catolicismo muy poco recorrido. Vale para no quedarse con los vueltos de la compra y cosas así, pero, para lo importante, lo más seguro es obedecer y dejarse de chulerías...

Que luego siempre haya habido cosas dejadas a la discreción de cada uno... pues sí, claro. Eso no se puede evitar. Pero que no fueran importantes ¿eh? Porque de todo lo importante en cada momento, la Iglesia tenía doctrina, y por tanto la última palabra.

Vega

PS.- Agustina, si estás deseando dar carpetazo a los cansinos del debate teológico, y piensas que este escrito contribuye a alargarlo y soy un poco pelma, no lo publiques. A mí me vas a seguir pareciendo igual un modelo de tolerancia... :-)







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