Hablemos claro. A Nicole.- Angel
Fecha Sunday, 27 June 2004
Tema 140. Sobre esta web


Hablemos claro

Nicole:

No pensaba entrar a debatir contigo. Estoy convencido que es perder el tiempo, porque tú no puedes hacer la más mínima concesión -y para dialogar de verdad hay que estar dispuesto a conceder, lo contrario es monólogo-; ya que entraría en crisis el sistema cerrado en que vives. De la misma forma como una pequeña grieta en una represa, termina por destruirla.

En síntesis, alzas la voz no para convencer o defender tu verdad, sino para reafirmarte en tus convicciones, porque la menor duda puede ser devastadora. A todos nos ha pasado, comenzamos a dudar, por las razones que sea, de la "verdad" que nos presentaba el Opus Dei, ejercimos el espíritu crítico y terminamos fuera.

Sin embargo, has aludido a mis escritos y al hacerlo te has puesto en evidencia. Justificas el tono de tu correspondencia y dices que tu dureza no es para quienes se sienten afectados, sino para escritos como los míos (¿Qué nos hicieron?): "Hay quienes se sienten heridos, con justa razón, pero lo fuerte no va para ellos, lo fuerte va para los que escriben de este modo".

Te preocupa Nicole (o más bien le preocupa al Opus Dei) no aquellos textos donde tus ex hermanos expresan una experiencia dolorosa, ya que la puedes explicar con el fácil expediente de echarle la culpa a algunos malos directores o errores individuales, salvando la institución; y te permite, además, expresar, una compasión que finalmente deja bien a los del Opus Dei, porque los presenta como personas caritativas aún con sus "enemigos". Por eso, "lo fuerte va" para comentarios como los míos que tocan los temas de fondo, aquellos que no quiere el Opus Dei que se discutan, y no sólo situaciones dolorosas personales, que quisieras presentar como hechos aislados y no como lo que son en realidad: consecuencia de un sistema y una praxis.

De mi escrito, dices: "Éste es el tipo de mensaje que me mueve a escribir y gastar mis neuronas, no juzgo a la persona, juzgo lo dicho, juzgo el mensaje, juzgo la mentira". Pero ¿qué fue lo que escribí que te ha molestado tanto?. Simplemente traje a la memoria que por aquello de "como por un plano inclinado" (¿lo recuerdas?), al que pita no se le informa todo a lo que se está comprometiendo, ni de todas las consecuencias de la vocación que descubren en ti los directores. Invito a quienes escriben en esta web a que me hagan una "corrección fraterna" si es falso lo que afirmo.

Por ejemplo, cuando tú y yo escribimos la carta hace cuarenta años pidiendo la admisión -y eso me enteré teniendo ya mucho tiempo en la Obra-, no éramos todavía numerarios, sino que quedamos vinculados jurídicamente como supernumerarios hasta que se nos concedió la admisión. ¿Alguien nos informó a ti o a mi y a los demás que pitaban de esta peculiar condición? No, desde el primer momento se nos decía que éramos numerarios y para siempre. Cuando uno entra como postulante a una orden, un instituto secular o similares, sabe que está haciendo, las reglas internas y que está en un periodo de prueba, para saber si reúne las condiciones y se adapta. Nadie le dice que no hay vuelta atrás y menos aún, que mejor no lo hablen con sus padres para no tener dificultades.

La praxis del Opus Dei no sólo es esa, sino que se privilegia la labor con adolescentes y cuasi niños, para conseguir vocaciones de numerarios. Se que ahora se habla de "aspirantes". Pero eso sólo es un formalismo para acallar las críticas. Antes también existían aspirantes, primero en condición de supernumerarios y a los seis meses, tras hacer la admisión, como numerarios en periodo de prueba, para dos años después los votos temporales y se incorporaban al Opus Dei con la Oblación. Pero de esta condición tampoco se informaba, porque no convenía -ni conviene- que el reclutado reflexione si es realmente su vocación.

Nicole, no tengo amargura ni resentimiento frente al Opus Dei, después de casi 30 años de haberme ido y once de vivir dentro. Es parte de mi experiencia de vida y como tal la he procesado, con todas sus consecuencias, algunas de las cuales sobrellevo hasta hoy. Lo que queda con el tiempo, la madurez y el conocimiento, es un inevitable juicio crítico sin pasión.

Si a mis escasos 16 años, en un continente y época donde nadie sabía o conocía lo que era el Opus Dei, me hubieran informado plena y totalmente -o se me hubiera permitido buscar consejo- sobre lo que significaba y conllevaba la vocación, no hubiera pitado. Pero lo hice y lo acepto, porque es parte de lo que soy ahora. Sin embargo, la pregunta sigue en pie ¿fue justo hacerle algo así -y seguir todavía haciéndoselo a otros- a quien era un jovencito inmaduro?.

Y no es una experiencia muy peculiar, y única, como comprobaras en estas páginas.

Angel







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