Si la ciencia me alcanza, intento ir más deprisa.- Manzano
Fecha Wednesday, 28 November 2012
Tema 900. Sin clasificar


Si de algo no entiendo debe ser –entre otras muchas cosas- de filosofía y de materias afines. Las humanidades nunca fueron mi fuerte, me reconozco demasiado empírico para un mundo que se pretende explicar obsesivamente a base de teorías, dogmas, doctrinas y sentencias. Aunque me tenga que arrepentir demasiado tarde, a veces me suelto. He aquí algunas ocurrencias para embadurnar el reciente debate:

Creo que fue Kant –que los sabios me corrijan si no es así- quién con moderado entusiasmo intentaba salvar a la ciencia frente a la crítica demoledora de Hume; en la Historia de la filosofía cuando la ciencia peligra siempre le sale un salvador...



A veces se intenta salvar de forma rigurosa el saber y de pronto una ingeniosa y práctica idea nos desmonta el tinglado dando al traste con la más elevada de las tesis. Sirva de ejemplo el título de este escrito, el cual puede tener muchas interpretaciones pero una es segura: basta con ser un poco pragmático para sortear o torear al más pintado de los intelectuales…

Me identifico con Atomito porque lo entiendo y de Dionisio puedo afirmar que aprendo. Con Gervasio aprendo, comprendo y además me lo paso pipa. En cambio, de algunos otros eruditos “opuslibreros” debo decir que me desconciertan, me desdoblan. Probablemente sea porque mi capacidad de creer en algo que cruje por los cuatro costados vaya disminuyendo con el tiempo, como cuando se reduce la estatura por pérdida de agua corporal a partir de cierta edad. Tampoco doy ya para mucha flexibilidad neuronal. Quizás también porque somos más sensibles a la gravedad, tanto a la derivada de la ley física que nos atrapa al piso cual ventosa, como a la del desánimo que nos induce la inmensa hipocresía contenida en esta mundanal esfera planetaria.

Aprovecho para felicitar por su genial carta a San Pablo J. Knecht, el apócrifo. Aunque no alcanzo a entender como se le ha pasado por alto el bosón de Higgs en su repaso científico. Si hubiera profundizado mínimamente en la partícula de Dios, se hubiera ahorrado muchas incomprensiones y los mayores genios de la humanidad habrían salido inmunes a sus improperios. La maldita bruja hermenéutica se la ha vuelto a jugar.

La mayoría de mortales pasamos olímpicamente de las mal llamadas letras y sin ir más lejos, a la gran mayoría de seres -incluso los inteligentes- que habitan la Tierra les importan un comino o menos. Sus preocupaciones máximas se centran en la mera supervivencia. Al final del día, incluso el anacoreta tiene la necesidad de llevarse algo a la boca para poder meditar. Quizás el mejor de los requetemetafísicos intelectualoides pueda ser capaz de ayunar un par de días, pero no mucho más. Saber que sabemos poco nos habilita a veces asumir y justificar cierta ignorancia. No se trata de un simple atajo, ni desidia, más bien detecto instinto y sobretodo mucho sentido común.

Cuando a mis amigos más próximos les digo que yo soy el más alto, nadie lo pone en duda, seguramente es una obviedad, ni siquiera le dan importancia. Pero si les digo que ninguno de ellos está a mi altura, entonces se me mosquean. Yo sé perfectamente por qué lo digo y lo que quiero decir, pero a ellos les incomoda, sospechan algo que probablemente no sea de su agrado, reciben un pulso sonoro del que se pueden derivar lecturas de inferioridad. Diciendo lo mismo doy a entender cosas muy distintas. Sin querer, puedo no dar a entender lo mismo. A veces ni queriendo.

A pesar de ir progresando día a día hacia la extinción de nuestro cuerpo, descubro tantas más razones para creer como para no creer. Por formación académica estoy más cerca de creer entender la teoría de la relatividad que de la relatividad de la teología. Me aburren la mayoría de los tratados del que se derivan doctrinas infumables y también los cansinos discursos que se basan en tratados conciliares tan pétreos como intrincados y convenientemente manidos sólo para generar normas y más normas morales. En vez de sublimarme la fe me la inflaman, con el consiguiente riesgo añadido de hacerla saltar en mil pedazos.

Demasiada fe en demasiados profetas para tan etérea y fugaz vida terrena. Me recuerda a menudo el eslogan de alguna pancarta de las recientes manifestaciones en España contra el sistema y los políticos: “demasiado chorizo para tan poco pan”.

La raza humana toda, venga del útero que venga, cuando no tiene evidencias se le despierta la suspicacia. Y muchas veces, aún teniendo evidencias sospechamos debido a nuestra propia naturaleza y sin duda, algunos con más razón por haber padecido una experiencia vital de tintes supuestamente sobrenaturales. Incluso nos cargaban encima con más leyes, normas y veneraciones particulares, con lo que ya ni te cuento.

FE: tan sencillo y tan difícil. Lo demás han sido, son y serán conjeturas miles, desde las más sofisticadas, las más adornadas – también retorcidas- por el profundo conocimiento de las ciencias hasta las más humildes, sea la del lechero, la del carbonero o incluso la fe de madame de Bidet.

Se dice que en lo único que no hace falta tener fe para creer es que nos moriremos y que pagamos impuestos. Todo lo demás es relativo u opinable y habrá que respetarlo. Por muy cinematográfica que sea la frase, contiene más verdad que la mayoría de libros.

Hacer el bien al prójimo basta para convencer, para que quienes tengamos cortas las entendederas para las letras lo veamos más nítido; dando ejemplo es cuando se habilitan las mejores digestiones neuronales. De paso, intentar poner en evidencia a los intelectuales que, por más ciencia –infusa o no- que tengan, cejen de vez en cuando en su empeño de convencer al prójimo con alquimias filosofo-teológicas y prediquen definitivamente con hechos, incluso los de uno mismo, que es en definitiva de la verdadera y única asignatura de la que se nos examinará y juzgará, si llega el caso.

El poeta a veces también acierta: caminante no hay camino,... aunque siempre hay algún iluminado que se empeña que su camino es el único y verdadero, cuando lo nuestro es pasar y sólo se hace camino al andar. Algunos lo editan en 999 puntos, otros con los 666 del diablo. El Yin y el Yang, (chiste: el Big y el Bang).

Tan simple como el contenido dual del universo, tan incomprensible como el infinito. ¡Qué complicados somos!

Así pues, si la ciencia nos alcanza, sugiero dejarla pasar por un costado, si no, también podemos acelerar nuestro paso para evitar que nos atropelle, que bastante tenemos con la realidad.

Manzano, desde mi casa.







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