Ser católico no se puede reducir a una regla.- Daneel
Fecha Wednesday, 14 November 2012
Tema 900. Sin clasificar


Querido Dionisio,

 

Gracias por tu mensaje, es un placer poder hacer buenas migas en este sitio, y siempre me resultó atractivo el personaje que encarnas y todo eso del Areópago. No sé si me queda algo importante que decir, ya que otros se han adelantado con respuestas que han llegado a la vez que la tuya. Josef Knecht, al que aplaudo por reclamar un merecido sitio a las ciencias humanas junto a las ciencias de la naturaleza, proporciona referencias bibliográficas sobre la compatibilidad entre fe y ciencia que parecen interesantes; no las conozco y no te las puedo recomendar personalmente, pero en todo caso testimonian que hay mucho que decir antes de tirar la toalla, víctimas del fundamentalismo literalista que nos ha consumido desde hace siglos. Rescatado se centra en la doctrina del pecado original y su reflexión me parece interesantísima. Con esto no quiero decir que yo comparta plenamente lo que dicen ellos o los autores a los que remiten (no puedo decir esto sin haberlos estudiado a fondo), sino sólo que tengo claro que estamos lejos de la perfecta comprensión de nuestra fe y queda mucho espacio para el progreso teológico...



En cuanto a lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica, puedo señalarte que el número 283 acepta e integra pacíficamente lo que la ciencia tenga que decir sobre el origen del mundo: “La cuestión sobre los orígenes del mundo y del hombre es objeto de numerosas investigaciones científicas que han enriquecido magníficamente nuestros conocimientos sobre la edad y las dimensiones del cosmos, el devenir de las formas vivientes, la aparición del hombre. Estos descubrimientos nos invitan a admirar más la grandeza del Creador, a darle gracias por todas sus obras y por la inteligencia y la sabiduría que da a los sabios e investigadores. Con Salomón, estos pueden decir: “Fue él quien me concedió el conocimiento verdadero de cuanto existe, quien me dio a conocer la estructura del mundo y las propiedades de los elementos… porque la que todo lo hizo, la Sabiduría, me lo enseñó” (Sb 7,17-21).”

 

Por otra parte, en los números 355-384 (la creación del hombre) se habla constantemente de modo genérico de “hombre”, y menciona a Adán y Eva sólo en dos lugares, uno de ellos (375) para hablar precisamente del lenguaje simbólico del Génesis: “La Iglesia, interpretando de manera auténtica el simbolismo del lenguaje bíblico a la luz del Nuevo Testamento y de la Tradición, enseña que nuestros primeros padres Adán y Eva fueron constituidos en un estado “de santidad y de justicia original” (Concilio de Trento: DS 1511). Esta gracia de la santidad original era una “participación de la vida divina” (LG 2)”. Y en el n. 360 no se habla de “pareja original” sino de “comunidad de origen”, lo cual es perfectamente compatible con lo que la ciencia moderna dice sobre el origen del género humano. Quizás se puede decir que todo el lenguaje de este capítulo es algo ambiguo (yo diría que deliberadamente ambiguo) para que los que están todavía muy aferrados a la lectura literalista no se sientan demasiado violentados (será caridad con los débiles en la fe), pero en todo caso no me parece que favorezca el literalismo.

 

Supongo que lo que has leído de la mujer original en la investigación genética es lo que se dio en llamar la “Eva mitocondrial” (nombre escogido no por apologistas, sino por científicos que buscaban popularidad). Como bien dices, los científicos hoy dicen esto y mañana matizarán de otra manera. El afán de concordismo que tienen muchos cristianos, todo ese intento de encontrar y celebrar paralelismos entre la visión científica y la religiosa, no deja de ser bastante pueril. En realidad, esa historia de la Eva mitocondrial es irrelevante para la fe, aunque sea apasionante desde un punto de vista biológico. Es increíble que todavía no se haya digerido que el Génesis no es un libro de ciencia ni de historia. Lo importante es el contenido espiritual profundo, el mensaje de salvación. El resto es accesorio. ¿Es un escándalo el que esto no se reconociera así hace apenas unas décadas? Efectivamente, es que ha habido un progreso en la comprensión teológica del tema. Tanto pedir que haya progreso, y cuando se da tampoco queremos aceptarlo. Me decía un amigo filósofo hace unos días que Tomás de Aquino enseñaba que en cada época hay que interpretar la revelación a la luz de los conocimientos del momento. El problema no es Tomás de Aquino ni Agustín de Hipona, el problema son los tomistas y agustinistas, y todo género de malos teólogos y pedagogos que se limitan a repetir fórmulas cada vez más oxidadas.

 

Recuerdo una clase de teología en el Studium Generale, allá por los 80s. El cura, hombre de pocas luces, muy mal profesor, se limitaba a leer unos apuntes que entre otras cosas enumeraban una serie de “tesis irrenunciables” para un católico, entre las que se encontraba la verdad histórica de la pareja original formada por Adán y Eva. Ante la inquietud de varios de los presentes, no permitió ni el más mínimo debate o intento de profundización. “Esto es lo que hay que creer, esto es lo que enseña el Magisterio, y punto. Si la ciencia lo contradice, la ciencia se equivoca”. Te puedo asegurar que, aunque en aquel momento yo no sabía cómo conciliar el relato bíblico con los conocimientos científicos, no me tragué sin más lo que decía el cura, puesto que yo era ya perfectamente consciente de la autonomía de la ciencia respecto de la fe (por cierto, esto lo enseña Gaudium et Spes, n. 36, aunque yo entonces no lo sabía). Durante bastante tiempo seguí pensando que era bastante lógico que el origen del género humano fuera una única pareja, facilitando la concordancia bíblica, pero eso lo pensaba por mi desconocimiento de los argumentos biológicos y genéticos que más bien apuntan en otra dirección (puede que todas las mujeres tengan un ancestro común femenino hace unos 200.000 años, la Eva mitocondrial, pero eso no significa que esta Eva fuera la única mujer del momento).

 

Más inquietante me resulta tu observación acerca de que “no se puede jugar indefinidamente con dos reglas, lo que no me conviene es simbólico, pero lo que me conviene es literal, hasta que deje de convenirme y entonces lo convierto en simbólico”, o como decías en tu anterior escrito, “unas cosas son rigurosamente históricas y otras no, pero todas están escritas en los mismos libros sin un código que nos advierta de la relación entre la narración y la realidad”. No sé si tengo respuesta ante eso, porque a mí mismo me resulta inquietante lo que dices. Es comprensible que esa falta de reglas fijas de interpretación nos incomode. Siempre andamos a la búsqueda de reglas fijas, claras y distintas, muy cartesianas ellas. Parece que sentimos que los bordes entre lo “ortodoxo” y lo “heterodoxo” no deben ser borrosos, ni en la fe ni en la moral, ni en quiénes están dentro o quiénes están fuera. Pero esto es un sentimiento más fundamentalista (¡otra vez!) que verdaderamente católico. El mismísimo Benedicto XVI dice en Luz del Mundo: “San Agustín lo dijo ya en su tiempo: hay muchos fuera que parecen estar dentro; y hay muchos dentro que parecen estar fuera. En una cuestión como la fe, o la pertenencia a la Iglesia católica, el «dentro» y el «fuera» están misteriosamente entretejidos”. Ya ves, parece que ser católico no se puede reducir a una regla. Pero así es mucho mejor, ¿no?

 

Un cordial saludo,

Daneel







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