Sobre la administración de los centros.- Resopon
Fecha Wednesday, 24 October 2012
Tema 077. Numerarias auxiliares


He leído el post de Gervasio acerca de la administración de los centros. Mi experiencia personal fue, sin embargo, muy distinta. Durante mi militancia en La Cosa, residí en tres centros -ctr-: el Centro de Estudios -ce-, atendido por una administración ordinaria –ao- (integrada, creo, por numerarias auxiliares –nax- que tenían un centro anexo al de varones), un colegio mayor “abierto”, es decir, en el que convivían numerarios con “chicosdesanrafael”, es decir, residentes que no eran del Opus, y también atendido por una ao y, finalmente, en un centro de “San Rafael-Universitarios”, del que fui scl (secretario del consejo local), atendido por, lo que se llamaba, una “administración provisional” –apr-, compuesta por una administradora (ignoro si numeraria -n- o nax) y tres o cuatro chicas “de fuera” del Opus... 



Tras dos años, y descubrir lo que en el Opus se cocía, me negué a hacer la fidelidad -fl-, pedí la dispensa (era una fecha distinta al 19 de marzo, San José) y dejé de ser fiel de la Prelatura. Desde entonces viví, primero solo y ocupándome, por tanto, de la administración de mi apartamento de soltero (limpiarlo, hacer la compra, cocinar, poner lavadoras, planchar) y, años después, con mi pareja, repartiéndonos ambos las tareas propias de la administración de nuestro hogar (limpieza, compra, cocina, lavadoras y plancha). Aparte, por supuesto, realizo mi trabajo profesional, la atención a mi familia, el trato con mis amigos y desarrollo mi vida espiritual. Es decir, desde que dejé mi condición de fiel de la Prelatura, realizo las cosas que hace una persona normal en medio del mundo o, al menos, de mi entorno económico-social en el que, en un país con una situación económica como la actual (hablo de España), es impensable contar con una asistenta doméstica y, aunque pudiera, no estoy seguro de renunciar a las labores de hogar, aunque sólo sea por el placer que da pensar que hago algo que los cabronazos de los numerarios no hacen...

Centrándome en mi experiencia con la administración de los centros en el Opus debo decir que pocas veces he sido tan bien atendido como allí haciendo un aparte, claro está, y por motivos sentimentales, cuando vivía en casa de mis padres. En relación con la administración ordinaria –ao- pienso que su nivel profesional está a la altura de cualquier hotel de lujo o incluso de un Parador Nacional. Tema distinto es, por supuesto, qué sentido tiene que una docena de mujeres hagan de sirvientes de los cabronazos de los numerarios -cn- (la sigla es mía) mientras éstos rezan sus rosarios, ven sus partidos de fútbol, salen con sus amigos a tomar cervezas, disfrazándolo de apostolado, o realizan mil chorradas más en pleno siglo XXI.

En relación a mi último centro, debo decir que se notaba levemente que no estaba atendido por una administración ordinaria -ao-. La llamada “administración provisional” –apr- no vivía en ningún anexo al centro; llegaban por la mañana, se encargaban de la limpieza, ropa y cocina y se marchaban después de dejar recogida la comida, dejando en un carrito la merienda y en otro la cena. Con todo, debo decir, que su trabajo era impecable: la casa siempre estaba limpia, el oratorio resplandeciente y la comida variada y sabrosa, por más que las cenas hubiera que calentarlas al micro-ondas (exactamente lo que hacen miles de personas que viven “en medio del mundo”, pero de verdad en medio del mundo).

Con todo, recuerdo que en este último centro, había numerarios, algunos incluso en el consejo local –cl- que protestaban en ocasiones por algo relacionado con el trabajo de la apr. Recuerdo al cabronazo de un subdirector -csd- que raro era el día que no rezongaba: que si la camisa se la habían planchado con doble raya, que si le habían salido bolas a los calcetines, que si otra vez sopa para cenar, que si las meriendas no eran variadas, que si no ponían frutas del tiempo…

Alguna día que me quedé “haciendo cabeza”, por encargo del director -d-, me tocó hablar por el telefonillo con la administradora para transmitirla alguna queja. Reconozco que el apuro era enorme ante las tonterías del cabronazo del subdirector -csd- pero, supongo, que en aquéllos tiempos no lo veía tan claro. Las conversaciones con la apr eran más o menos así:

- Pax (comezaba ella, y era la forma de saber que era la directora la que llamaba y no alguna de las trabajadoras “de fuera” que, en cuyo caso, decía “buenos días” o “dígame”).

- In aeternum. (pausa). Hoy seremos 10 para comer y 15 para cenar. Mañana, habría que poner desayunos para 17. Además esta tarde haría falta meriendas para unos 30…

- De acuerdo. ¿Algo más?

- Sí. Una de las comidas debería ser de “régimen astringentes” pues uno está mal del estómago.

- De acuerdo, ¿se la sacamos al comedor o la preparamos en una bandeja?

- Quizá mejor en una bandeja y ya se la subimos nosotros.

- De acuerdo. ¿Algo más?

- Sí, hmmm, hmmm, sería necesario poner un poco de atención con la plancha de las camisas de DDD ya que, en alguna ocasión venían con doble raya en las mangas…

- (…)

- Nada más. Pax

- In Aeternum.

Supongo que a cualquier profano, que desconozca lo que es el Opus por dentro, esta conversación le sonará a mensaje cifrado de extraterrestres, pero es que las relaciones con la administración estaban tan regladas que había que comunicarse así. De hecho, la anterior conversación debería haber sido objeto de corrección fraterna (cof) pues la “queja” no debería haberse transmitido de palabra, sino por escrito pero, supongo, en este centro estaba el nivel tan bajo que, por ahorrar tiempo, se decía de palabra. En todo caso, el numerario que hablaba por telefonillo con la administración debía de tener presentes los tropecientos mil kilómetros de separación, la necesidad de ser escuetos, concisos y concretos, el tono humano (otra estupidez más), la delicadeza “con nuestras hermanas” y, en último lugar, el contenido del mensaje a transmitir. De locos, vamos.

Por último, mi opinión personal. Puede ser que la merienda se repitiera, que con frecuencia hubiera sopa para cenar o que hubiera que calentarse la cena en el micro-ondas pero para una persona que ha dejado todo para entregarse a Dios, esas cuestiones deberían ser muy secundarias. Quejarse de ello, aun viviendo en un centro de 600 metros cuadrados en pleno centro de Madrid, no deja de ser un acto de cinismo y de desconocimiento de cómo está el resto de la sociedad, o el resto del mundo. Más aún, decirse cristiano y rezongar de la comida o de las pretendidas incomodidades del centro, me parece una ofensa a Dios. Así se lo manifesté al imbécildelvocaldesanmiguel -ivsm-cuando decidí dejar el Opus argumentándole que no me imaginaba a un carmelita, un misionero o un diocesano viviendo a todo lujo como viven los numerarios. Y el imbecildelvocaldesanmiguel -ivsm- de mi delegación -dl-, que como buen director, tenía farmacopea para todo, concluyó: no has comprendido el Opus Dei.

Resopon







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