La manolitas.- U2
Fecha Wednesday, 24 October 2012
Tema 010. Testimonios


Uno de los temas que me quitaba las ganas de vivir allí adentro era el de la alimentación. Comida fría cuando llegaba tarde a comer, desayunos con las sobras del día anterior semana tras semana para las que desayunábamos antes porque salíamos pitando al trabajo…Correcciones fraternas por comer mucho, o poco, o demasiado de esto que parece que te gusta más… Ya sabéis de qué hablamos. Menos mal que tenía una amiga que me invitaba a su casa algunos fines de semana a merendar bollos, bizcochos, chocolate con churros y a ver películas entretenidas. Gracias, M, que Dios te lo pagará en el cielo. Los menús, efectivamente, Gervasio, te vienen dados no por tus gustos sino por la manolita de turno, o sea, la administradora. Es ella la que se ponía con una especie de cuadrícula con todo el mes y hacía filigranas para que las comidas fuesen sanas, sin repetirse demasiado y le diese la media...



La media es el dinero que se puede gastar al día por comensal. En los centros de gente mayor, profesional, es más elevada que en los de, por ejemplo, estudiantes. Teóricamente, ese calendario se mandaba a dar el OK a instancias superiores y luego se aplicaba. Los numerarios-as no eligen su alimentación. No acceden a la despensa ni a la nevera. O sea, lo contrario que hacemos en nuestras casas. Otra cosita más que ayuda a deprimirse, claro.

Recuerdo a un pariente mío, supernumerario joven, que estaba haciendo el curso de estudios, que cuando iba al centro pasaba al comedor a merendar con otro chavalito. Un numerario se lo recriminó y él le dijo: Vosotros decís que esta es nuestra casa, pues… yo si estoy en mi casa, siempre meriendo. El numerario se quedó planchado y ellos siguieron merendando siempre que estaban por el centro. Supongo que la mayoría de las administradoras ponen los menús que creen les gustan a los comensales, aunque también las habrá que tengan mala idea y pongan huevos con o sin bechamel para fastidiar a los que les tocan las narices… todos somos humanos y tenemos el colmillo algo retorcido. Sería buena idea que los administrados pasaran platos prohibidos y platos top ten para que se pusieran o no en sus “casas” (No sé si ello les llevaría a la santidad, pero sí sé que les animaría a vivir más felices y menos depres y empastillados).

Reconozco que la profesión de administradora es bastante desagradecida: no sabéis hasta qué punto les dicen cosas: que si esto está mal, que si la ropa está así o asá, que si ponen poca carne, que si ponen mucha verdura… Yo, gracias a Dios, no fui quejica para eso ni me dediqué profesionalmente a este trabajo pero sé por muchas que acababan aburridas de tantas “indicaciones” y quejas de la gente administrada.

He de decir que las numerarias muchas eran unas señoritas en el peor sentido de la palabra: no hacían nada de la casa, ni sabían hacer lo más sencillo, pero ponían pegas a todo. La mayoría no sabe cocinar, ni ir a la compra, ni quitar la mancha más sencilla en una prenda de ropa. He visto a una intentar hacer una tortilla francesa echando en la sartén vinagre en vez de aceite. Hay comidas institucionales que la gente normal no toma en sus casas. No sé quién las habrá inventado, pero son comidas opusinas, sólo las comen ellos. Todos sabéis a las que me refiero, y en cada sitio serán diferentes, por lo que no pongo ejemplos. Dentro de lo malo, las numerarias siempre pueden asaltar la nevera o la despensa y si las ven o ellas lo admiten, que las riñan y se acabó. Los numerarios, ni eso. Solo les queda ir a un bar. Es cómodo llegar a “casa” y tener la comida hecha, pero es más bonito poder comprar los alimentos que a ti te gustan, elaborarlos y comerlos con quien quieres y como quieres. Ya lo conté en un escrito antiguo sobre la administración, pero vuelvo a la anécdota. Cuando íbamos de excursión, la directora solía decirme, (o, si no, yo me ofrecía para hacerlo) que preparase la comida. Me encantaba: ahí disfrutaba yo haciendo unos megabocadillos gigantescos metiendo relleno hasta que no cupiese más. Si eran de jamón, metía jamón hasta que nos saliese por los ojos. Si era tortilla, igual, con un montón de huevos cada una y su correspondiente aditamento de bonito, queso, jamón, chorizo… En resumen, el tipo de bocadillos que uno se hace para uno mismo cuando es joven y tiene con qué. A mayores, ponía siempre chocolate, galletas variadas, cosas para picar en el aperitivo… en fin, la mochila a tope emanando unos efluvios estupendos. Me gustaba ver a la gente disfrutando de la comida, que para algo salíamos todas las mañanas a ganarla honradamente. Creo que Dios Padre, desde el cielo, estaría disfrutando viéndonos comer nuestro pan de cada día, y nuestro jamón, y nuestro chocolate, y todo lo demás que su bondad quiso darnos para darle gloria.

Respecto a lo de invitar o no a la gente a las casas, batalla perdida: mis comidas familiares actuales son a menudo de más de veinte personas. Allí no pude ni invitar a mis padres (supernumerarios) o hermanos a un café. Esta es mi casa, aquellas, no. El fundador decía que nuestras casas no podían parecer cuarteles. Cuarteles no parecerán, pero tampoco casas normales de personas normales que comen cosas normales. Allí, después de todo, siempre hay algo raro. Les guste o no.

Saludos,que me voy a hacer la cena.
U2







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=20341