Custodia de los documentos sobre la vida de Escrivá.- Giovanna Reale
Fecha Monday, 01 October 2012
Tema 115. Aspectos históricos


 

Guillaume ha tenido acceso a fuentes documentales del régimen franquista, por el momento aún no publicadas, que prueban los intentos, siempre frustrados, del dictador Francisco Franco, Caudillo de España desde 1939 hasta 1975, de promover al sacerdote Josemaría Escrivá al episcopado. Considero prudente que Guillaume no revele de momento dónde se conserva esa documentación.

 

En este orden de ideas, me gustaría saber si, en lo referente a la falta de salud mental de Josemaría Escrivá, a la que Guillaume alude en su escrito, también se conserva documentación en algún archivo de Zaragoza, Barcelona, Ciudad del Vaticano o Madrid; es decir, quisiera saber si existe algún certificado médico del psiquiatra barcelonés Juan Rof Carballo o algún informe del rector del Seminario de Zaragoza o del arzobispo de Zaragoza de aquel entonces (años 20, 30, 40 del siglo XX) u otros informes del Vaticano al respecto. No se olvide que abundante documentación eclesiástica fue destruida en los años de la Guerra Civil española (1936-1939), también en Zaragoza. Tampoco se olvide que la documentación referente a los pontificados del Papa Pío XII (1939-1958), Juan XXIII (1958-1963) y Pablo VI (1963-1978) custodiada en el Archivo Secreto Vaticano –documentación que coincide con los años fundacionales del Opus Dei y de la estancia de Escrivá en Roma– aún no es accesible a los investigadores, los cuales pueden consultar en ese Archivo los documentos datados desde el siglo VIII hasta el año 1939.

 

Hago esta pregunta porque los directores y directoras del Opus Dei, como se enteren de la existencia de esos documentos, los harán desaparecer sin el más mínimo escrúpulo moral o científico. Conviene custodiar esos documentos, se encuentren donde se encuentren, si es que todavía se conservan, con más medidas de seguridad que el Codex Calixtinus de la catedral de Santiago de Compostela y, por supuesto, publicarlos antes de que desaparezcan.

 

Mi desconfianza sobre la custodia de esa documentación tan comprometedora se fundamenta no sólo en la falta de rigor y de seguridad que caracteriza por desgracia a muchos archivos eclesiásticos (recordemos el robo del Codex Calixtinus en 2011, recuperado por la policía en 2012 y restituido a su lugar de procedencia para dotarlo –¡por fin!– de las medidas de seguridad con las que debería haber estado protegido desde muchos años antes), sino que se basa también en la presión que los gerifaltes del Opus puedan ejercer sobre determinados eclesiásticos españoles, removiendo Roma con Santiago si hiciera falta, para conseguir que tal documentación desaparezca o, al menos, se oculte. Todo el mundo sabe que no pocos eclesiásticos se rinden en España ante el poder del Opus.

 

En cambio, confío más en la honradez de los archivos vaticanos a la hora de custodiar sus documentos. De marzo a septiembre de este año 2012, se ha celebrado en Roma una magnífica exposición, Lux in arcana (= “Luz sobre el misterio”), en la que el Archivo Secreto Vaticano ha exhibido más de cien documentos en él conservados y hasta ahora no expuestos al gran público: manuscritos, códices, antiguos pergaminos, referentes a acontecimientos relevantes de doce siglos de historia de la Iglesia. Algunas cartas de la época de Pío XII se mostraron en la última sección de la exposición, pero estas cartas no pertenecen exactamente al fondo de documentos clasificados y todavía no disponibles a la investigación, sino que proceden de otro archivo documental. Esa exposición, que no tuvo lugar en la Ciudad del Vaticano, sino en los Museos Capitolinos de Roma, ha evidenciado la seria competencia profesional del Archivo Secreto y ha contribuido a desmontar las falacias de novelas fantasiosas como El Código da Vinci de Dan Brown (2003).

 

Ha sido una lástima que Lux in arcana haya coincidido casualmente con el escándalo Vatileaks o Vaticanleaks, que, en vez de arrojar luz, ha ensombrecido el panorama (al Vaticano no le debería sorprender eso de que “el hombre propone y Dios dispone”). Bromas aparte, el caso Vatileaks no ha guardado relación con los fondos documentales del Archivo Secreto Vaticano, ya que se ha tratado de documentos reservados que aún no se habían trasladado del despacho del Papa a las estanterías del Archivo, lo cual posibilitaba que el “topo” o “espía” se hiciera fácilmente con ellos en los apartamentos pontificios para luego filtrar una copia a periodistas italianos. (Creo que en este mes de octubre se publicará en castellano el libro del periodista Gianluigi Nuzzi, Su Santidad. Las cartas secretas de Benedicto XVI, con los correspondientes documentos del caso Vatileaks).

 

Conclusión: hay que ser muy cautelosos con las fuentes documentales referentes a la vida de Josemaría Escrivá (o José María Escriba) porque “milagrosamente” san Josemaría, ayudado o no por los santos apóstoles Pedro (Roma) y Santiago (España), las puede hacer desaparecer.

 

Giovanna Reale









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