La carta de Víctor me ha dejado hecha polvo. Me ha impresionado la lucidez que demuestra contando su experiencia en el opus y el acierto que hay en todo lo que dice. Pero es que, además, leyendo su historia he recordado la mía.
Yo también pité siendo adolescente como Víctor y sufrí el acoso de mi directora espiritual cuando decidí irme. También escuché que estaba dando la espalda a Dios, que nunca sería feliz, que hacía mal al no perseverar, que no sabía preservar mi vocación de la erosión exterior... y también dejé que me convencieran de todo eso. He vivido las mismas angustias, fobias, sentimientos de soledad, rechazo y culpa por los que pasó Víctor. Y también desee estar muerta. Gracias a Dios y a la medicina, aquello pasó, pero ha dejado una huella emocional que condiciona mi vida afectiva. Y es que no me librado del todo de la desconfianza hacía los demás que desarrollé a raíz de todo aquello. Y es que aquellosen quien confié a los 15 años, las personas me habián sido impuestas para que me guiaran hacía la plenitud personal, se transformaron en acosadores que me esperaban a la puerta del cole para culparme por no ser feliz dentro en el Opus. Tengo que añadir que cuando yo pité no sabía nada de lo que era la vida de una numeraria; Y añado, también, que, al parecer, la que fue mi directora espiritual, acabó dejando también la Obra.
Volviendo a Víctor: me conmueve especialmente la forma tan cariñosa en la que se despide de quien fue su director espiritual. No me gustaría nada estar en la piel de éste. Espero que sobrelleve lo mejor que pueda la pena que, estoy segura, le ha causado la noticia de la muerte de Víctor y las reflexiones que hizo en su carta.
Y ahora Víctor disfruta de la Vida Eterna e intercede allí por nosotros. Porque aunque exista el infierno, estoy segura de que ese no es tu sitio.
Pax in aeternum para Víctor,
Maya
