La toalla. (Cap.23 de 'El buen pastor').- Nacho
Fecha Wednesday, 23 June 2004
Tema 070. Costumbres y Praxis



LA TOALLA

Cap.23 de 'El buen pastor'
Enviado por Nacho el 23-6-2004

El 21 de junio entró el verano en el hemisferio norte. Los que vivimos en España sospechamos los calores que nos esperan. En la obra, este tiempo es de "cambio de actividad", como decía el fundador, que en público, comentaba que "el diablo no se toma vacaciones", porque en el opus esta época significa dedicarse más intensamente a cosas que no se realizan durante el invierno, como mejorar la formación a través de los cursos anuales de 25 días (los numerarios y los agregados que estudian Filosofía y Teología) y convivencias de 15 días (los agregados que no estudian) o de 7 días (los supernumerarios)...

Los últimos ocho años de mi pertenencia a la obra acudí a los cursos anuales de Filosofía y Teología del Colegio Mayor Ayete de San Sebastián durante el mes de agosto. Nuestra estancia en esta ciudad vasca solía coincidir con la Semana Grande (la semana en que se celebra la Asunción de la Virgen) y, en consecuencia suele existir un gran ambiente en la ciudad, que ha sido lugar tradicional de veraneo de las clases más pudientes, cuando se comenzaba a veranear, y ahora de muchas personas. Uno de los hechos más destacados son los concursos de fuegos artificiales, en los que participan cada día de esa semana un fabricante pirotécnico de distintos lugares del mundo. Al final, un diario otorga un premio al castillo de fuegos artificiales más conseguido. Todos los que asistíamos al curso anual aprovechábamos para verlos y luego comentábamos entre nosotros.

San Sebastián posee tres playas en la ciudad: La Concha, quizá la más famosa; Ondarreta, cercana al colegio mayor donde residíamos los agregados; y La Zurriola, muy cercana al barrio de Gros y al palacio donde se celebra el festival de cine de San Sebastián, junto a la ría. La dirección del curso anual nos prohibía expresamente a los agregados bajar a bañarse en alguno de estos lugares. Esta medida se aplica también a los numerarios. Sin embargo, un obispo español con destacada participación en la vida religiosa me indicó que eso no era pecado.

El motivo de la prohibición es que numerarios y agregados no pueden acudir a las playas, por muy decentes que sean para estos tiempos --las playas de San Sebastián lo son-- pues se ponen en ocasión de pecado mortal. Como esto no admite parvedad de materia, si se ha ido a una playa a bañarse, luego hay que confesarse con el sacerdote del centro, o del curso anual, como era este caso. Para sustituir la práctica del baño en el mar, en el Colegio Mayor Ayete existe una piscina en la parte trasera, junto a un frontón cubierto de pelota vasca o jai-alai.

Al llegar al colegio mayor, se nos entregaba una toalla de aseo, otra de ducha y otra de piscina o playa, con unos colores muy vivos o con un diseño muy bonito. Siempre me llamó la atención y, como periodista, quise saber cómo se formaba aquella colección, formada por modelos muy distintos a cual más bonitos, que lucíamos en la piscina. En un extremo de la toalla, se encontraba cosida una pieza pequeña de tela con el nombre de 'C.M. Ayete'.

Llegué a mi habitación y, con toda la confianza, deposité mi toalla habitual de piscina --entonces nadaba un kilómetro diario-- en un club donde existe separación de sexos en Madrid. Se trata de la Escuela Apóstol Santiago, al que suelen acudir muchos numerarios y agregados debido a ese detalle de separación, además de ser muy barata la cuota anual que se paga. En los centros de la obra, la administración (el servicio doméstico y de manutención) suele limpiar cuando no están los residentes. Esto hace que se aíslen zonas para evitar que hombres y mujeres puedan coincidir. Escrivá solía decir que entre los hombres y las mujeres de la obra existe una distancia de mil kilómetros, que solo se rompe cuando el director y la administradora hablan por el teléfono interior o cuando sirven la mesa, estando prohibido expresamente dialogar con las numerarias auxiliares o sirvientas.

Lo que nunca pude sospechar es que aquella toalla habitual de piscina iba a desaparecer del armario de mi habitación, una vez habían pasado las del servicio de limpieza. Me extrañé y así se lo hice saber al director del curso anual. Pensé: "Han pensado que es de ellas y se la han llevado para lavar". El responsable de esta reunión anual quedó en hablar con la Administradora. Aporté detalles de los colores de la toalla, que coincidían con los de la bandera del País Vasco, pero no en la misma disposición. Al cabo de unos días, el director me comunicó: "La administración no ha encontrado tu toalla".

No me di por satisfecho con aquella explicación. Soy periodista y espero a que se produzca una nueva oportunidad. Me fui del curso anual sin la toalla que había llevado. Al llegar a Madrid, me compré otra exactamente igual de colores, pero sustituyendo el color verde por un azul. Volví al Colegio Mayor al año siguiente, pero no la vi. Pasados dos años, cuando menos me lo podía esperar, encontré la primitiva toalla en la habitación de otro agregado, contigua a la mía. Mi toalla casi igual, la tenía guardada bajo llave en la maleta. Situé una contigua a la otra y eran iguales, menos en ese detalle de color. Eso sí, la primitiva, la que había desaparecido dos años antes, estaba allí, pero con una pequeña tela que decía: "C.M. Ayete". El detalle queda ahí. Son coincidencias. Que cada uno saque consecuencias de todo lo que he contado. Cuando regresé a Madrid se lo dije a un director de la Comisión y me preguntó: "¿tu que piensas de esto?" Mostró su esperanza de que no me hubiera traído la primitiva toalla, como así hice. No obstante me aconsejó no extender este hecho entre otros de la obra.

Otro detalle que quiero tratar en mi colaboración de hoy es el de los bañadores. Numerarios y agregados utilizan la mayoría de los casos unas prendas de este tipo, que responden a lo que se conoce como "bermudas". Como trates de salirte de esta indicación, te llamarán la atención a través de una corrección fraterna, mientras te señalan que hay que ser pudorosos a la hora de bañarse, ya que se puede inducir a pecado (?) a las personas que se relacionan con nosotros en esos momentos.

Pues bien, yo fui valiente. En 1977 hice el curso anual en un colegio infantil en Málaga. Puede que se llame 'Sierra Blanca' o "El Romeral". Como entonces nadaba mucho, utilizaba en el club Santiago de Madrid un bañador de competición o de braga, como se suele denominar. Ningún numerario de los que nadaban conmigo me había llamado la atención hasta ese momento. Pero claro, estaba en curso anual y, como en ese tiempo está muy recomendada la corrección fraterna, se me hizo una por usar un bañador que mi correcto consideraba tan impúdico.

No os creáis que tardaron en hacerme la corrección fraterna. Acababa de entrar en el agua y se me acercó no se si un numerario o un agregado. Me invitó a comprarme inmediatamente un bañador más decente que el que usaba entonces. Obedecí el consejo. Ya distinguí entre lo que vivía durante el curso habitual y lo del curso anual. Por lo visto había escandalizado a alguno. Me compré un bañador con un poco más de tela, pero no un "bermuda" hasta la rodilla. Me volvieron a llamar la atención. Ya me dejaron por imposible. Eso sí me dijeron que cuando llegara a Madrid me comprara un bañador más decente que aquel que había llevado a Málaga.

Pensaba para mis adentros. Vivíamos ocho en una misma habitación, que era un aula infantil en otras épocas del año. El retrete no tenía pasador para cerrar la puerta cada vez que entrábamos. Teníamos que colocar un papel higiénico que atravesaba el manillar de la puerta para decir que estaba ocupado. No existían armarios para guardar la ropa. En su lugar, debíamos meter nuestras prendas en un cajón del aula de los niños. No teníamos duchas por la mañana y debíamos acudir en comitiva a la piscina a bañarnos (yo con mi bañador que he comentado). ¿No era más lógico que se preocuparan más de hacernos la vida más asequible, después de un año de trabajar intensamente, y se preocuparan menos de los bañadores?

El otro día estuve con un amigo mío que tenía su domicilio enfrente del Colegio Mayor Alcor, obra corporativa de las mujeres del opus en Madrid. Entre sonrisas me comentó que era muy curioso ver cómo iban a la piscina las mujeres de la obra. Primero existe un gran toldo desplegado para impedir las miradas exteriores, y segundo, ellas van con albornoz. Una medida más para impedir que los demás caigan en pecado. Vamos.






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