¡Qué buena es la risa para curarse!.- Dionisio
Fecha Wednesday, 23 June 2004
Tema 010. Testimonios


Queridos amigos:

Os he encontrado por casualidad y no sabéis lo que me ha gustado vuestro empeño. Desde el título "Gracias a Dios, ¡nos fuimos!", optimista y regenerador. Muy bueno todo. Lo único malo es que por leer lo que ponéis llevo cuatro noches acostándome a las tantas de la madrugada. Mis felicitaciones a Satur porque me ha hecho reír con ganas. Yo solo en la madrugada riéndome sonoramente a carcajadas, hasta las lágrimas. Excelente. Luego le leí a mi esposa algunos párrafos, pero no le hicieron tanta gracia. Hay que haber estado ahí para entender esos disparates y encima reírse. ¡Qué buena es la risa para curarse! Mis agradecimientos a Satur. Yo también me fui, gracias a Dios, que me cuida tanto. Estuve 28 años como numerario e hice de todo en todos los arcangélicos departamentos. Si no me fui antes fue por cobarde y por no escuchar a Dios. Pero no os voy a dar la tabarra con mi historia, es similar a la de muchos de vosotros. Solo os diré una cosa, por si a alguien le sirve. Me fuí solamente cuando me dije a mí mismo, prefiero estar lavando platos en una cafetería a cambio de la comida que seguir aquí con esta vida de señorito. Fui como en la historia del hijo pròdigo pero al revés, en vez de irme a la casa de mi Padre para comer como sus criados, me fui de la casa de uno que decía que era mi padre y donde comía como los príncipes, para irme a buscar a mi Padre y a la incertidumbre de no saber si sería capaz de ganarme la vida por ahí fuera. No sabéis el peso que me quité de encima en cuanto me largué. Mejor dicho, sí lo sabéis y algunos hasta mucho mejor que yo. Dios es grande y me he ganado la vida, me he casado con una mujer normal y somos todo lo felices que queremos ser. Pues ya no os digo nada más de mí. Pero si queréis os puedo contar anécdotas sabrosas para completar con mis propias pinceladas el cuadro que estáis pintando tan bien entre todos.



Cap.1 de 'Anécdotas en el Opus Dei'

Enviado por Dionisio el 23-6-2004


Anécdota 1.
Un día estábamos en la tertulia abriendo los regalos de Navidad. Ya sabéis todos de qué va. De pronto un cura, don Traca (nombre ficticio, para que nadie se sienta en la obligación de desmentirlo), abre una pequeña cajita y ¡atiza! saca la llave de un coche. ?! Hombre, a veces hay exageraciones en los regalos de Navidad, pero esto iba más allá de lo nunca visto. Pues ahora viene lo mejor. Como llegó esa llave a esa cajita. Pues resulta que un supernumerario rico, es decir con big money, por algún motivo que nunca investigué había decidido regalar un coche nuevo al cura de su parroquia, un sacerdote que no tiene nada que ver con la Prelatura de mis entretelas. Cuando D. Traca se entera, y el se entera de todito, menudas antenas, logra que el supernumerario cambie de idea y le regale el coche a él. ¡Genial! Debo añadir a esto que nuestro centro era de numerarios mayores, que ganábamos un montonazo de dinero y que todo el que quería tenía su coche, incluido D. Traca. La operación no iba destinada a solventar una grave necesidad de una labor desamparada, era simplemente lo que algunos con una sonrisita llamaban "espìritu de recogimiento". Obviamente no iba a dejar que se beneficiara el párroco de la generosidad de un supernumerario, ni que fuera tonto. Y luego se lo contaba al Consiliario y los dos se reían a carcajadas. Y yo idiota de mí sin dar crédito a mis ojos. No sé si el párroco se enteró de esto o no, pero si se enteró supongo que ahora le debe tener un amor loco a la Prelatura de mis entretelas. Para que luego vayan diciendo que amor a la Iglesia y que amor a los sacerdotes y todas esas cosas. ¿No es tener morro?

Anécdota 2.
Ahora una positiva, para que no digan que no. Tenía un supernumerario en mi grupo que era más bueno que el arroz con leche. Este tío en una determinada etapa de su vida pasaba hambre. No es que no tuviera para el aperitivo, es que no tenía para la comida, hambre real de la que duele el estómago. Suerte que estaba soltero, era joven y podía digerir piedras. Bueno, pues este hombre era tan bueno que a veces venïa y me daba su aportación. Yo contaba el dinero delante de él y me hacía cruces de cómo me podía dar esa cantidad. Pero el con esa sonrisa de buenazo que estoy viendo ahora, me decía no pasa nada, eso es lo que quiero dar. Entonces yo le preguntaba ¿has comido? y con esa misma sonrisa me decía no. Por las mismas le devolvía la mitad de su aportación y le echaba una bronca cariñosa.Si se llega a enterar D. Traca me mata. Hoy todavía me emociono cuando me acuerdo de él (del supernumerario, cuando me acuerdo del Traca me cabreo). Después ya le mejoraron las cosas y pudo comer varias veces al día y hasta ser empresario.

Anécdota 3.
Una vez estaba yo en la dirección de una obra corporativa muy muy muy muy distinguida. No era el que hacía cabeza, era el cabezón que no entendía las jilipolleces del director. Como ya dije en la anécdota 1 que soy un idiota se entenderá que yo me oponía abiertamente a las jilipolleces pensando que ese era mi deber. Eso resultó en que el director estaba resentido conmigo habitualmente. Pero esto todavía no es una anécdota. Eso viene ahora. Un día escribí un largo informe sobre las cosas que yo pensaba. Dejé dormir mi escrito para que no tuviera huellas de ofuscamiento. Se lo enseñé al otro que estaba en el grupo directivo, para que el me dijera si lo pensaba lo mismo y si creía que el tono del documento era agresivo u ofensivo. El hombre estuvo de acuerdo en todo. Visto y revisado el documento no se lo di a la comisión regional, no se lo dí a ningún otro director ni a ningún chivato. ¡Se lo dí a él! Pobre criatura. Creo que no se hubiera puesto peor si le hubieran dicho que su hermana se prostituía en un burdel para camioneros. Cuando después de unos días empezó a recuperarse del shock y se sintió con fuerzas para hablar, en una reunión de dirección propuso algunos cambios. Un montón de bobadas insustanciales que delataban que no se había enterao de na... y una que me pareció genial. Realmente me sorprendió no creí que el director fuera capaz de tal brillantez. Propuso que la obra corporativa comprara un coche para mí. ¡Olé sus mendengues! ¿No os parece genial? Con lo poquito de honradez que aún me quedaba le dije que no lo necesitaba. Porque además ¡no lo necesitaba! Si yo, por idiota, algún día le había tenido algún respeto a ese director, ahí mismo se acabó.

Pues ya no os canso más por hoy. Si os han gustado (¿A que son originales? Esto no se lee todos los días, pues aunque parezca mentira soy testigo presencial de todas, las vi con estos ojitos ahora necesitan lentes, pero antes no), otro día os iré dando más anécdotas de las positivas y de las negativas, que las tengo a montones.

Dionisio.

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