Final (¿o principio?). (Cap.9 de 'Lo que el opus...').- Gustavo
Fecha Wednesday, 23 June 2004
Tema 010. Testimonios



Final (¿o principio?)

Cap.9 y último de 'Lo que el opus se llevó'
Enviado por Gustavo el 23-6-2004


Con todas mis dudas y preocupaciones partí al último Curso Anual, sin saber si volvería o no a un Centro de la Obra.

Lo primero que noté al llegar al Curso Anual era que casi no conocía a ninguno de los asistentes. Algunos eran de otras regiones, otros mayores, pero todos, todos raros. ¿Qué quiero decir con raros? Gente cansada, apagada, quizás enfermos, -apostaría que muchos con problemas de vocación-, más interesada en no hacer nada, que en estudiar...

A su vez el Consejo local era "heavy". No recuerdo quién era el Director, pero el Subdirector era el Vocal de San Miguel de la Delegación en que yo vivía y el Secretario el Vocal de San Rafael de la Comisión. Se veía que la cosa no estaba para bromas.

Menos gracia me causó comprobar que debería compartir el dormitorio que me asignaron con un "desconocido" y con el vocal de San Miguel de mi Región. No entendí mucho esto, pero luego supe que él estaba allí para observarme "in situ". Por lo visto quería ver directamente "cómo funcionaba". Además, la charla fraterna la debería hacer con él.

El mes se pasó lentamente. El lugar era bastante agradable pero hacía una temperatura muy alta y mucha humedad. Sumado a ello los que me rodeaban y mi situación personal, transformaron toda esa experiencia en algo medio sórdido.

Mis charlas fraternas eran largas, siempre abordando el tema vocación. Yo sabía que no quería volver a un Centro de la Obra, pero el vocal de San Miguel insistía en que ir a un Centro de Mayores me iba a "tranquilizar", que "estaba confundido" que mis hermanos "darían un brazo por mi de pedírselo", que todos me querían mucho, que haría traición a Dios, al Padre a mis hermanos y vaya a saber a quien más si me iba, que nunca mas sería feliz, y que toda mi "confusión" era un mal pasajero. Es más, luego de estar conviviendo allí se convenció que esto sería así, ya que yo "funcionaba muy bien, no tenía problemas de normas, ni de pureza, hacía apostolado". Es decir para él todo estaba OK.

Yo no podía entender semejante diálogo entre sordos. Igual acepté ir a "probar" a un centro de mayores. No recuerdo una peor experiencia en mi vida. Si algo faltaba para convencerme que debía irme fue eso.

Debo reconocer que el tema me tenía muy preocupado y era lo único que llevaba a la oración. Es más, aproveché mucho tiempo extra para ir al oratorio a hablar con Dios al respecto. Esto me dio gran tranquilidad, pero fundamentalmente fue lo que me ayudo a decir BASTA!. Fue en el mismo oratorio donde -como diría el místico Don Chema- vi que esto no iba más. Sin embargo decidí hacer la prueba.

El Centro de Mayores era de lo peor. No por las instalaciones (que eran más que cómodas, baño individual, camas grandes y espaciosas, todos dormitorios individuales, un buen escritorio, etc., etc.) sino por la gente que allí habitaba. Era un grupo de "viejos", sobre todo de espíritu (yo era el menor, los demás estaban dentro del rango 40-70 años). Cada uno de ellos, llegaba al Centro y se encerraban en sus habitaciones, con sus ordenadores, teléfonos y libros. Parecía que uno vivía solo -cosa que no era tan mala, después de todo-. El problema es que había que compartir con esos "señores" las comidas (siempre con regímenes diferentes, uno con sal, otro sin sal, otro con gluten, el otro comía sólo verduras, todos señoritos), escuchar sus diálogos sin sentido, ver su egoísmo y sobre todo lo vacío que era la vida de cada uno. Salvo alguna que otra excepción parecía que estaban allí por que no les quedaba más remedio. Era algo patético muy parecido a la descripción que da Satur en el capítulo 2 de "¿Alguien sabe que es el Opus Dei?". Todos con Doctorados en Normas y Criterios, pero todos con conocimiento de que algo no funciona. Cada uno a sus problemas, pero lo fundamental es que todo parezca estar bien.

"Las cosas son muy difíciles de simular: sacerdotes mayores con serias dudas sobre los modos de dirección espiritual que llevan los laicos, depresivos que hacen de su capa un sayo, bajo excusas de enfermedad, numerarios a su bola y que cuando están en el vagón hacen como que traquetea el tren (sabiendo que no se mueve...) demasiadas mentiras, y demasiadas maneras diferentes de solucionar problemas lejos de las personas. El problema es el opus dei, no las personas." Al decir de Satur, que comparto plenamente.

Por ejemplo, entre estos estaba el ex Director del Centro de Estudios (ver el capitulo correspondiente). Fue gracioso, ya que este pobre hombre dormía en la habitación contigua a la que yo ocupaba, por lo que, después de tantos años, seguía despertándolo todas las mañanas con mis tempranos ruidos. Y él seguía quejándose. Lo único, ya no era director y no podía abusar de su autoridad.

Fue muy triste ver en lo que se convertían la mayoría de los numerarios del Opus Dei. Decidí -tal como lo había "visto" en la oración-, irme.

Sabiendo esto, primero me dirigí a la Delegación y pedí que me relevaran de mis "encargos". Era Subdirector de un Centro de San Gabriel y no podía seguir llevando charlas fraternas. Todos hacían oídos sordos, nadie parecía escucharme.

Fue así que un día, al mes de estar allí, le comenté al Director, en la charla fraterna, que el viernes me iba de allí, que ya no aguantaba más y que quería
algo de aire. No me pregunten por qué un viernes, qué se yo, me pareció más
prolijo.

El Director se mostró sorprendido (¿es que estos hombres no entienden nada?). Me dijo que "pensaba que todo estaba mejor". Me pidió que siguiera concurriendo a los círculos, a la confesión semanal y a la Dirección espiritual en el Centro. Le dije que ningún problema, que sólo quería irme de allí. También me pidió que ingresara mi salario y que hiciera caja, cosa a la que me negué rotundamente. Era claro que me querían tener agarrado de todos lados.

Llegó el viernes, armé una valija (sí, sólo una) en la que entraban todas mis cosas y me fui. En el Centro no había nadie para despedirme. Sólo estaba el encargado de atender teléfonos (un chaval de 18 años, que no entendía qué era lo que yo estaba haciendo). Todo esto me dolió mucho. Esperaba al menos que alguien me diera la mano y me dijera algo como "Oye hombre, es una lástima que te vayas, pero si es lo que quieres hazlo. Gracias por todo". Pero no, nada.

Apenas traspasar la puerta sentí que me sacaba de encima un peso enorme y supe que no volvería a dicho lugar. Gracias a Dios!!

Me fui a casa de un amigo y allí me quedé. Si bien en el Centro sabían mi dirección y teléfono, nadie llamó. Parecía como que era algo normal. Llegó el domingo y debía ir al Círculo, pero no me sentía con ánimos. No fui, y nadie llamó. Me causo rareza, ya que esperaba -y me preocupaba- que alguien llamara para ponerme "en falta". Durante esa semana, para mi sorpresa, nadie apareció, ni llamó, ni nada. Sí a la semana siguiente, el Vocal de San Miguel quiso venir a verme al enterarse que estaba enfermo. Le dije a mi amigo que no dejara venir a nadie a esta nueva casa. No quería que invadiera el Opus ese espacio de privacidad que ahora tenía.

Pasó otra semana y el Vocal de San Miguel me llamó a la oficina, lugar donde lo atendí. Arreglamos para juntarnos a almorzar. Fuimos a un pub irlandés. La conversación fue bastante áspera. El me insistía en que fuera a los medios de formación y yo le decía que por ahora no, que prefería tomarme un tiempo para clarificar mis ideas. El Vocal de SM me decía que me extrañaban, que me querían y permanentemente, como si fuera una muletilla agregaba que "tus hermanos en la obra darían un brazo por ti, de cómo te quieren", que si me iba de la obra no sería feliz, que me agarraría cáncer, etc., etc. Yo mientras seguía haciendo todas las normas, a excepción de la asistencia al Círculo y la charla semanal, ya que me confesaba semanalmente pero con sacerdotes "externos". Arreglamos en volver a vernos en quince días. Quedé bastante amargado después de esa comida.

Quince días después me llamó y volvimos a almorzar. Esta vez ya había decidido no sólo que no volvería más a un centro sino que no quería seguir siendo más de la opus. Fue así que redacté una carta al Obispo Javier Echevarría (no me pareció prudente ponerle Padre, ya que no lo sentía de esa manera) en la que explicaba que no deseaba pertenecer a la opus ni como miembro numerario, agregado, supernumerario, numeraria auxiliar o lo que sea (por las dudas). Sólo tres renglones, nada más. Parecía un telegrama de renuncia. Recuerdo ese día especialmente ya que el restaurante estaba vacío y todos los empleados del local escuchaban nuestra conversación atentamente. Yo estaba de muy mal humor -toda la situación me había puesto muy nervioso- y hablaba en tono fuerte. El Vocal de SM se encontraba sorprendido, no se esperaba esto, de hecho así me lo manifestó (hombre, que estos tíos no entienden nada!!). Se quedó sin mucha réplica a todos mis peros. El Vocal de SM seguía diciendo que mis hermanos me querían y que estaban "dispuestos a dar un brazo por mi", a lo que repliqué: "OK, que alguno se corte un brazo y vuelvo". Todavía estoy esperando la noticia. Aquí sí que terminamos mal.

El Vocal de SM intentó, unos días después contactarse conmigo para almorzar nuevamente y hablar sobre la carta que le dejé. Le dije que no, que no había nada que conversar, que me avisara cuando la dispensa me fuera otorgada.

Pasaron aproximadamente dos meses sin tener novedades. Así fue entonces que llamé a la Delegación y pedí hablar con el Vocal de SM para que me explicara en qué andaba lo mío (Óyeme, que se me acaba la paciencia!!). Me pidió algo más de tiempo.

Quince días después se comunicó y dijo que ya estaba la dispensa, pero que él quería hablar conmigo antes. Le contesté que no sabía para qué, que si ya estaba la dispensa "hasta luego". Él insistió, a lo que finalmente accedí.


Pasé por la Delegación a la tarde -más o menos a la misma hora que años antes había ido por primera vez a un centro del opus-. Esperé al Vocal de San Miguel en la entrada del edificio. Él bajó y fuimos a un bar a pocos metros del lugar. Pedimos dos cafés. El VSM comenzó su corto discurso:


- Gustavo, el Padre te ha dado la dispensa condicional -dijo.
- ¿Cómo condicional?, contesté
- Si, condicional a que tu la aceptes -concluyó
- ¿Me estáis tomando el pelo? -pregunté. -Hombre, pero si fui yo quien la pidió. Obvio que la acepto. -dije en forma terminante.

Ahí terminó el café. Pagó él -debe ser el único dinero que le cobré al opus-. Ese fue mi último contacto. No me volvieron a llamar ni a insistir. Nadie, ninguno de mis "hermanos" numerarios apareció, lo que en parte me causó un gran dolor en los primeros tiempos. Parecía que a nadie le importaba que uno hubiera gastado tantos años y compartido tantos esfuerzos en una causa común, que ahora no lo era.

Mi dolor duró poco y mi vuelta a la vida "normal" tuvo cosas divertidas. En primer lugar no sabía que hacer con el dinero que ganaba, me parecía mucho y estaba desacostumbrado a manejar tales cifras. Pronto aprendí y le encontré el gusto a la "buena vida".

Además, al poco tiempo comencé a "noviar" con una mujer no católica que no tenía idea que era el Opus Dei. Es más, para ella era algo parecido a la KGB -otra que el Código Da Vinci!!- Eso me sumó muchos puntos en la relación que fue corta pero muy, muy fructífera (para mi las mujeres eran algo de lo que debía huir "¡¡Huyan, ahí viene la Administración!!!"). Ella me hizo olvidar rápidamente mi pasado Numerario y me sacó todos los prejuicios que tenía. Mucho mejor que el psicólogo, no?

La vida siguió siempre para mejor. No puedo quejarme. Mis amigos -los de siempre, no los "hermanos del opus"- se acercaron inmediatamente, conocí al amor de mi vida y -me da miedo decirlo- soy FELIZ. No extraño al Opus, aunque muchas noches sueño que sigo allí y me pregunto ¿No me había ido de acá?. Si. Gracias a Dios me fui.

Muchos Numerarios con problemas de vocación se acercaron para que les brindara consejo. Algunos siguieron y otros no, eso es una decisión muy personal. Lo único que les digo es que no dejen sólo asesorarse por gente del Opus. Que pidan consejo también afuera. Además les ofrezco mi ayuda si la llegan a necesitar, tanto de amistad como económica.

¿Qué se llevó el Opus?. En gran parte mi inocencia. Tengo que reconocer que, luego de sentirme "estafado", me es difícil volver a creer en alguna institución "benéfica". Más grave es si esta estafa proviene del seno de la Iglesia misma (el Opus es un instrumento de salvación, como una vez me hizo notar un sacerdote ajeno a la Obra). Obviamente el corte hay que hacerlo en algún lado, si no, ni el Papa se salva y no es esa mi idea.

También afectó mi fe. ¡Que complicado es volver a tener fe cuando uno estuvo tan cerca de Dios y de golpe, tan lejos!. Sin embargo aprendí que lo importante es no traicionarse a uno mismo y está clarísimo que Dios nos quiere felices. Por eso -a mi entender- un síntoma de no estar haciendo lo correcto es no sentirse feliz. Si uno no se siente feliz en el Opus, creo que debe por lo menos plantearse el tema de su vocación. Eso no quiere decir que deba irse, quizás es algo pasajero, pero quizás no y vale la pena que la persona que lo sufre ahonde en el tema.

Estoy muy contento fuera del Opus. Tomé la decisión madura de no ser más un santo o una imitación de Don Josemaría. Ahora soy Tarzán, al menos eso creo. Encontré a mi Jane -la mujer perfecta- cerca de mi nuevo mundo. Ella es lo que siempre soñé. Es quien me completa, es la estrella que me guía, mi mapa del tesoro. Con ella hasta juego al escondite inglés. ¿Qué más puedo pedir?

Llueve y ya es de noche. Ya me cuesta escribir. Jane ya cocinó y puso la mesa. Tengo que dejarlos. Por favor, quedemos en contacto.

Gustavo

FIN





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