La estafa y su dependencia patológica.- Manzano
Fecha Monday, 23 July 2012
Tema 050. Proselitismo, vocación


La estafa y su dependencia patológica

Manzano, 23/07/2012

 

No es lo que me vendieron,… ¿y a ti? ¿Dónde está la zanahoria del asno?

Transcribo un párrafo literal de un escrito de EBE que da en el clavo en su aportación titulada: “La formación de la identidad en el Opus Dei”.

Hacer apostolado es vender "el producto Opus Dei" y conseguir más vendedores que difundan el producto. Por eso vale la exageración o el engaño encubierto, una publicidad llena de fantasía y exceso, ya que todo se hace "por Dios" y los vendedores generalmente son unos "entusiastas". Las charlas sobre proselitismo parecen más bien "técnicas de venta" o de marketing que charlas espirituales: sonreír, ser simpático, tener detalles con el chico de san Rafael (cliente), repetir las ideas una y otra vez (usando "la psicología del anuncio", decía el fundador)...



Sin duda alguna, creo que hoy al Opus Dei podría perfectamente denominarse la God Business Organization (GBO). No es por casualidad que las escuelas de negocios del Opus están entre las más afamadas del sector. Sólo hay que poner Dios de por medio y el negocio deslumbra, da el pego, adquiere blindaje, es más creíble. Espiritualmente, pero sobretodo materialmente se merece un excelente. Sólo añadiría al texto de EBE que el carnet de la vocación certifica finalmente el éxito de la venta.

El problema y a la vez ventaja es su principal recurso: la trampa. No veo mayor mérito ni mayor delito. No quisiera ser pretencioso, pero casi cualquiera con armas deshonestas o ilegales puede conseguir a corto plazo lo que sea. Véase el mundo del hampa o de cualquier red organizada (incluso “desorganizada”) de delincuencia.

El caso del Opus Dei, no pocas veces calificada como mafia blanca, se distingue de las otras organizaciones porque su aval es Dios y la Salvación Eterna. Parasitados simbióticamente dentro la Iglesia Católica, el parapeto es casi perfecto, se otorgan una muy sólida inmunidad.

Solventan su credibilidad ideológica casi gratuitamente, succionan la moral católica e incluso la inflaman, como es el caso en temas de sexualidad.

Es curioso –indignante- comprobar como nunca hacen ascos a quienes son siquiera creyentes pero poseen fortuna. Como absolutamente rutinario es su desprecio a fervientes almas cristianas que son ignoradas y desechadas por no ser o no tener.

Vayamos por partes: el método y el producto.

No quisiera instruir ni pretendo dar lecciones de marketing, pues cualquier aportación desvelaría mi limitado conocimiento de la materia. En todo caso, la técnica que usan la conocemos de sobras muchos de nosotros en propia carne.

Pero sí quiero aportar una experiencia propia, la que tuve haciendo uso del método para beneficio propio en el ámbito profesional.

Reconozco que no me ha ido mal y es de justicia reconocer también que pasé por una de esas escuelas de negocios. Pero insistiendo en el método, diré que llegué siempre a una misma frontera, a un límite, que intentaré reproducir o dar a entender.

No me apetece alargarme en la narración de la experiencia, casi convertida en una forma o filosofía de trabajo durante muchos años, pero lo concluiré con una frase que condensa lo que quiero expresar. Una de mis “víctimas” me dijo un día:

Manzanoo eres el tío más cojonudo del mundo o el cabrón más grande que jamás haya conocido.

Comprendí que debía tomar una decisión: o me acercaba más a la persona con una sana y honesta intención de ser amigo de verdad -evitando y abandonando el rol de la amistad interesada- o debía rechazar el método si no quería acabar siendo odiado. (Y quizás también perdiendo negocio, que también dolía).

Creo que es fácil para la mayoría de lectores identificarse en ese escenario. Fuimos primero víctimas y clientes, pero la gran diferencia radica en que difícilmente –imposible seguramente- podíamos discernir, ni tuvimos siquiera la opción de pensar que eran unos cabrones, pues hablaban en nombre de Dios. ¡Nada más ni nada menos!

El entorno lo confirmaba, sus rituales, apariencias y seriedades. Sotanas, oratorios, casas y colegios. Menuda estructura. ¿Quién iba a dudar?. ¡Si encima éramos unos imberbes y nos sugerían “liberarnos” de nuestros padres!

Volvamos a la experiencia del método: la amistad utilitarista resulta vacua, es falsa de raíz; pero en los negocios, incluso en la vida social, funciona mientras haya beneficio para las partes. Esa amistad de conveniencia deja de existir cuando no hay resultados y cuando deja de ser eficaz simplemente se extingue. El producto ha caducado o se ha estropeado, ya no es útil, no sirve.

En el mundo del hampa la clave de la continuidad es la extorsión, en el mundo libre la llave es la honestidad, en el ámbito religioso la espiritualidad de la trascendencia. En el mundo opusino todas juntas: la espiritualmente honesta extorsión, lo que conocemos por el siniestro invento del fundador denominada santa coacción. (Léase en doble sentido: extorsión al entrar y la extorsión del salir, no lo olvidemos.)

El ser humano entregado en mente, cuerpo y alma en estas condiciones es el arma más eficaz posible de este mundo. La progresión de la institución debiera ser geométrica, infalible, definitiva por necesidad. Eso pensó el aristocrático santo del marketing, creyendo que un efecto piramidal conquistaría el mundo entero para mayor gloria de él. Y de Dios, por si acaso.

Sólo un narcisista violador de almas, un verdadero sociópata, podía hacerse construir su propia cripta en vida para poder ser venerado en la posteridad: ¿acaso sería la meca del GBO?

Mientras fuimos parte del entramado, fuimos asnos andando al galope para alcanzar la zanahoria, la inalcanzable perfección. La zanahoria se resistía de tal forma que o te dabas por vencido o te torturabas hasta enloquecer. Y el “buen espíritu” corporativo no dejaba jamás medir distancias entre nuestro hocico y la ansiada divina hortaliza.

Es tal la perversidad de esa praxis y estrategia que mucha gente ya ha deducido que el limitado cerebro de Escriba – un Dale Carnegie con sotana-, no podía haber planeado todo eso él solito. El inmediato éxito se debía mayormente a favorables circunstancias temporales y a funestas colaboraciones de fanáticos, que les llevó a concluir que la dimensión del resultado solo podía ser algo sobrenatural.

La familiar dependencia dentro de la obra tiene y tenía más de patológico que de fervor sincero. Una estafa consumada que con el paso del tiempo no cumplió con la progresión piramidal y el proyecto se desvanece sin remedio.

Decidí ser amigo de mis amigos y de mis clientes por encima de mis intereses particulares y de negocio. Y serlo de verdad, honestamente, sin más interés y con el convencimiento de que la doblez y el engaño no tienen futuro. No fue la mejor escuela la del opus, pero si aprendí como NO deben hacerse las cosas, aunque lo intenté.

Manzano







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