Servir a la Iglesia como Ella quiere ser servida (y XIII).- Ana Azanza
Fecha Wednesday, 13 June 2012
Tema 115. Aspectos históricos


 

“Servir a la Iglesia como Ella quiere ser servida” (y XIII)

(Fin de la serie)

Ana Azanza, 13/06/2012

 

 

Hubo cambios en el gobierno de España en 1974, tras el asesinato en atentado de Carrero Blanco en diciembre de 1973. Eran los últimos meses del dictador y se diría que los políticos pretendían hacer sobrevivir el régimen a cualquier precio. Fue nombrado presidente del gobierno Arias Navarro, conocido como el “Carnicerito de Málaga” en alusión a su política represiva en esa ciudad andaluza tras la guerra. Un hombre para el que Franco lo era todo asciende al cargo más importante.

 

Tarancón tenía que ir de viaje a Roma, hizo un informe sobre como afectaban los cambios a la iglesia. Entregó sendas copias al Papa, al cardenal Villot, a monseñor Benelli y a Casaroli. En él decía...



“Tras la formación del nuevo Gobierno se diría que en el país se respira una amplia satisfacción. El nuevo Presidente goza de simpatías mucho mayores que las del fallecido. Y la valoración de los nuevos gobernantes es superior a la de los cesados.

 

La nota más comentada en el país y que ha producido mayor satisfacción es la de la derrota del Opus Dei, cuyos miembros habían sido barridos de la escena política. Desde el punto de vista de la Iglesia, la impresión primera es claramente satisfactoria:

 

1. La desaparición de los miembros del Opus Dei quita muchas ambigüedades que en nada favorecían a la Iglesia.

2. La posición de los nuevos gobernantes parece, por el momento:

a. menos necesitada de éxitos políticos inmediatos.

b. Más dialogante.

c. más amiga de resolver los problemas pendientes.

 

Por el momento podemos registrar:

 

a. un silencio discreto, sin grandes manifestaciones en la primera manifestación del programa gubernamental.

b. Una búsqueda de contactos amistosos.

c. Unos primeros signos de simpatía a la Iglesia en los medios de comunicación.”

 

Por mi parte encuentro grave que la marcha de los servidores de la iglesia sea vista con alivio por la población y por el cardenal.

 

Tarancón seguía aconsejando en su informe a la Santa Sede que no había que tener prisa con los acuerdos con España, y marcaba las condiciones irrenunciables de los mismos. Tuvo una entrevista con monseñor Benelli, muy jugosa pues si Roma veía con buenos ojos que los católicos españoles se unieran en el campo político, Tarancón hubo de explicar que esa unión “de todos los que tenían un concepto cristiano de la vida era poco menos que imposible.”

 

Están los incondicionales del régimen franquista, que se creen defensores de la iglesia y por eso contrarios a la democracia, están los Gil Robles y Ruiz-Giménez que representan un cristianismo social fácil de aliar con los socialistas, pero también Silva de espíritu capitalista que nunca admitiría esas alianzas y todavía dentro de los tradicionalistas hay división. Tarancón sabía que a pesar de su ascendiente sobre muchos políticos era mejor no jugar en política con el apellido “cristiano”. Además el maridaje de la iglesia española con el poder ha sido fatal porque ha alejado a los obreros de ella.

 

El nuevo gobierno, aún sin Opus Dei entre sus miembros más destacados, seguía con las ideas preconciliares en cuanto a las relaciones con la Iglesia. Pero aunque no había ministros Opus Dei sí había embajadores. Concretamente Fernández de Valderrama, el embajador ante la Santa Sede.

 

Se entrevistaron en septiembre de 1974 en Roma. Y la idea del embajador era que había que aprovechar los últimos momentos de Franco, con el dictador en vida se podrá conseguir mucho más que después de su muerte, ya que no se sabía lo que iba a pasar.

 

Tarancón por la misma razón pensaba que era mejor no firmar el Concordato. La Iglesia no debe sacar ventajas, sólo necesita libertad para cumplir su misión. Esa postura no podía entenderla ni Franco ni muchos de los políticos –se refería a los del Opus Dei- pero la entenderían los que vinieran después.

 

Pensaba que tras 35 años de propaganda insistente la sociedad española era masivamente conservadora y anticomunista. Si después de Franco llega un gobierno “sectario”, es decir anticatólico se saltaría el Concordato a la torera, si es un gobierno democrático y conservador, será mucho mejor que no estén atados por un Concordato con los condicionamientos del régimen anterior.

 

El embajador opusino insistía en que “Franco es sinceramente católico y quiere reconocer el poder de la iglesia. Los gobernantes actuales desean también el mayor bien para la iglesia, cosa que quizás ya no tengamos más. Vale la pena aprovechar estas circunstancias mirando el bien de la Iglesia y el bien de nuestro pueblo, que es visceralmente católico y que no entiende la conflictividad entre la Iglesia y el Estado católico.”

 

Tarancón le dijo con fuerza que ya había pasado el tiempo en que la Iglesia procuraba aprovecharse del poder. Y que quizás fuese esa una de las causas más profundas que le había hecho perder su credibilidad delante de muchos especialmente de los más débiles.

 

Se dio cuenta también de que no iba a convencerle. A Fdez. de Valderrama le parecía absurdo poder aprovecharse del poder y no hacerlo. Si el dinero, el poder político pueden servir a la Iglesia para imponer su doctrina, ¿por qué renunciar? Si el fin que se propone la Iglesia puede conseguirse más fácilmente teniendo a su servicio el poder económico y el poder político y ejerciendo su control sobre la sociedad ¿puede en conciencia renunciar a ellos?

 

Era la tesis del Opus Dei en 1974, así lo dice el cardenal, que reconoce que en algún momento fue la tesis de todos, pero ese tiempo ya había pasado gracias en especial a la asamblea conciliar. Hoy sorprendentemente defienden ese concilio Vaticano II que hace 40 años no les convenía.

 

Otras actuaciones destacadas de opusinos relatadas por el cardenal:

 

Un tal De los Arcos como director general de política exterior siempre metía baza en el nombramiento de obispos con un solo objetivo, conseguir que la Santa Sede por encima de la Conferencia Episcopal cediese a las exigencias del gobierno, con la mentalidad y táctica del Opus, para que en ella encontrase el régimen su propio apoyo. Fueron tan insistentes en poner zancadillas al nombramiento de obispos que Tarancón acabó por resignarse a que muchas diócesis se quedaran descabezadas. La única solución para estas sedes vacantes iba a ser la muerte del Caudillo.

 

La Asamblea cristiana de Vallecas, Tarancón se detiene en explicar las peculiaridades de este barrio obrero de Madrid que sufrió la represión en la guerra y la posguerra. En los 60 y 70 creció el chabolismo con el aluvión de inmigrantes procedentes del sur de España. El auténtico Vallecas tenía conciencia de haber perdido la guerra ganada por militares y curas, y sus seres queridos habían muerto por ser “rojos”. El desarraigo, el hambre, la incultura hacían de este barrio pasto de la demagogia. Los habitantes del centro de Madrid bastante hacían ya con olvidar el pasado y “visitar a los pobres” de vez en cuando como para pensar en más amplias soluciones.

 

Por la especial distribución geográfica de las parroquias pertenecían a este distrito tanto iglesias ricas como iglesias pobres. Los curas progresistas y el obispo auxiliar quisieron poner en marcha la formación de una Asamblea cristiana que sería el blanco del Opus Dei y la Hermandad Sacerdotal. Dice Tarancón que dada la influencia del Opus en la Administración Pública, la Asamblea se convertiría en una excusa para la lucha religioso-política. Solamente por nombrarla Asamblea cristiana se encendieron las iras de los conservadores de la España eterna. El Opus consiguió que el ministro de Presidencia suspendiera la primera reunión, mientras que la agencia Europa Press y la revista Iglesia-Mundo advertían de los errores y herejías que se contenían en las ponencias. Tarancón advierte que no había disquisiciones teológicas sino que el contenido de las mismas era puramente pastoral. Sólo añadiré que el gobierno intentó que fuera el propio Tarancón, arzobispo de Madrid el que decretara la suspensión a un acto al que ya había dado su acuerdo. Todo acabó como el rosario de la Aurora como suele decirse.

 

Estas Confesiones de Tarancón tratan otras cuestiones eclesiales, también acontecimientos traumáticos, como las últimas condenas a muerte firmadas por Franco dos meses antes de morir. Quiero aludir a su primera conversación larga con el rey Juan Carlos en la que un tema importante fue la renuncia a la presentación de obispos. Tarancón asegura que vio al monarca sin opinión propia, hostigado por el Opus de un lado y los ministros de otro sin acabar de comprender el significado de la renuncia. Juan Carlos I decidió renunciar a dicho privilegio en 1976.

 

Sería interesante saber cómo se fraguó el acuerdo con la Iglesia aún vigente en España de 1979. Desconozco si las personas del Opus Dei tuvieron algo que ver en él. Se agradece la información al respecto, supongo que los canonistas habituales algo deben de saber sobre la cuestión.

 

He seleccionado voluntariamente las alusiones al Opus Dei. Tras el tiempo dedicado al libro concluyo que si estos son los servidores de la Iglesia sobran los enemigos. Ahora comprendo mejor que en mi tiempo pasado en el Opus Dei hice muchas cosas pero no “servir a la Iglesia como ella quiere ser servida”. Como tantas otras frases aprendidas y repetidas machaconamente esta es un slogan más con el que se pretende tener buena conciencia y justificar acciones injustificables.

 

Ana Azanza

 

FIN DE LA SERIE

 

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