Servir a la Iglesia como Ella quiere ser servida (IX).- Ana Azanza
Fecha Monday, 04 June 2012
Tema 115. Aspectos históricos


“Servir a la Iglesia como Ella quiere ser servida” (IX)

Ana Azanza

 

En la penúltima entrega de esta serie hablaba de una posible visita a Madrid del cardenal Casaroli, el Secretario de Estado del Vaticano en octubre de 1973. Esta visita se preparó a espaldas de los obispos españoles y contra su opinión. El principal implicado, Tarancón, se enteró prácticamente por la prensa.

 

Los periódicos decían que haría una escala en España de paso hacia Estados Unidos. También que tenía un compromiso con López Rodó para hacer un gesto de buena voluntad. Daba la impresión de que iba a ser una visita sin mayor trascendencia. Sin embargo leyendo entre líneas se podía uno convencer de que algo se estaba tramando. Tarancón habló con el nuncio que no sabía nada. Los obispos pensaban que esa visita era descabellada, pero sin más noticias se limitaron a esperar...



El 9 de octubre le avisan a Tarancón de la nunciatura y le dicen urgentemente que:

 

-Casaroli viene a España, sin que se sepa la fecha.

-Se trata de una escala técnica y es lógico que visite al ministro de Exteriores (López Rodó).

-Que deseaban saber su opinión sobre cómo debía de ser esa entrevista Casaroli-López Rodó y a ser posible sin que trascendiera a la opinión pública.

 

Tarancón confiesa que la noticia le desconcertó y le pareció inadecuada la propuesta de ocultar la visita, porque haría el efecto de que se querían adquirir compromisos en la sombra. Propuso que Casaroli fuese a la nunciatura y que allí le visitara López Rodó, él mismo podía visitarle.

 

Aunque los de la nunciatura no sabían la fecha Tarancón tenía la impresión de que aquello era más que una visita protocolaria. Insistió en lo desacertado de la misma y en que en el anterior Concordato las conversaciones habían sido en Roma no en Madrid.. La visita sin fecha de Casaroli dejó desazonado al cardenal de Madrid.

 

A lo largo del mes de octubre los periódicos “oficialistas” iban preparando el terreno. El 20 lo hace Pueblo en una sección habitual menciona la posibilidad de esa visita, sólo para saludar al ministro. El 25 la agencia Europa Press cuya asignación al Opus Dei y sus íntimas relaciones con el ministro eran vox populi resultaba más explícita en sus afirmaciones.

 

Hablaba dicha agencia de una posible “reanudación de negociaciones entre España y la Santa Sede”. Insinuaba que la Conferencia Episcopal había exigido tomar parte, junto con la Santa Sede y el gobierno español en la preparación del futuro Concordato, sin tener en cuenta que un Concordato es un acuerdo entre dos estados soberanos: entre el Estado español y el estado del Vaticano. Era fácil saber de donde procedían dichas insinuaciones. Escribe el cardenal:

 

“Decía textualmente que no existían más que dos interlocutores válidos: el ministro del Gobierno español y el sustituto para Asuntos Extraordinarios, por la Santa Sede”. Y dejaba entrever después, con bastante claridad, que la Conferencia iba a ser marginada totalmente. Haciendo finalmente la insinuación –solapada pero inteligible- que la tendencia marcada por los documentos publicados por al Conferencia no iba a ser tenida en cuenta. Parece que se quería insinuar ante la opinión pública que la Santa Sede no aprobaba la orientación de la Conferencia.

 

Tenía ya en esa época una experiencia larga y penosa de las informaciones dirigidas por esa agencia, que me habían hecho sufrir. Comprendí que esa información tenía mucha más miga de la que pudiera parecer. Y que algo se estaba tramando –sino estaba ya perfectamente organizado- que podía provocar malentendidos.”

 

¿Cómo? ¿El Opus Dei haciendo sufrir a un obispo? ¿No habíamos quedado en que “tiramos del carro en la misma dirección que los obispos? ¿A qué carro se refieren?

 

El silencio de la nunciatura y de las fuentes oficiales no presagiaban nada bueno, era la calma que precede al estallido de la tormenta. Tarancón se olía que algo se preparaba en la sombra. Estas eran sus impresiones:

 

“Me temía que López Rodó no se contentaría con una cosa meramente protocolaria. Incluso que tendría sumo interés en que pareciese que la Santa Sede estaba condescendiente con el gobierno español y apoyaba la línea del Opus. Podía ser esta visita en la mente del ministro, una desaprobación de la Santa Sede a la línea de la Conferencia Episcopal y esto es lo que a mí especialmente me alarmaba. Tenía el convencimiento de que López Rodó haría todo lo posible para que tuviese esa apariencia. Por desgracia, la realidad confirmó con creces mis temores hasta un extremo que yo no podía ni imaginar, como diré para reseñarla.

 

Después se filtraban noticias de que en la embajada española en Washington se estaban preparando todos los pormenores de la visita de monseñor Casaroli al margen de la nunciatura en España y, desde luego, del episcopado español.

 

No podía creer lo que a mí me parecía una monstruosidad. Pero se vio, ya desde el momento de su llegada a España que todo estaba previsto y preparado minuciosamente para que dicha visita tuviese, ante la opinión pública, aquella apariencia que yo temía, con las consecuencias que eran fáciles de prever y que se dieron realmente.”

 

¿López Rodó santo patrón de las intrigas palaciegas?

 

Visita de monseñor Casaroli a España

 

El último día de octubre el señor nuncio anunció por teléfono al cardenal que al día siguiente llegaba Casaroli sin dar más explicaciones. Parece que él tampoco sabía más. Al día siguiente a las diez vuelve a llamar el nuncio: Casaroli está en Madrid, va a celebrar misa en la nunciatura. Después irá a visitarle y después irá al Ministerio de Asuntos Exteriores.

 

En ese momento Tarancón no tenía ni idea de lo que ya era historia: Casaroli había sido recibido en el aeropuerto con todos los honores, había hecho incluso declaraciones a los periodistas, había sido recibido por López Rodó, un coche oficial con motoristas se puso a su disposición y Casaroli había ido a la nunciatura en el coche oficial del ministro. De todos esos detalles se enteró Tarancón en el telediario de las tres. El nuncio lo confirmó y también él estaba disgustado.

 

A las once Casaroli se presentó en casa de Tarancón que le dio unas cuartillas que había preparado después de su vista a Roma. El cardenal español le hizo ver la dificultad de las circunstancias por la conflictividad que el gobierno fomentaba contra la Iglesia y cómo ahora quería apoyarse en la Santa Sede para desautorizar a la Conferencia Episcopal.

 

Tarancón le manifestó su extrañeza por no haberle hablado de la visita en septiembre cuando al parecer ya estaba resuelta, del efecto que podía producir en la opinión pública, en la mayor parte de los obispos y en grupos destacados de sacerdotes y militantes cristianos.

 

La visita de Casaroli fue mucho más que “una escala técnica”. Duró tres días con varias sesiones de trabajo y armó un revuelo en la prensa. De ella sacó Tarancón estas impresiones:

 

-La Televisión y los periódicos oficiales no se enteraron de la visita que monseñor Casaroli había hecho aquella mañana al presidente de la conferencia episcopal, mientras daban relieve a la visita al arzobispo de Toledo y de la merienda en el palacio arzobispal de Toledo de Casaroli y López Rodó con el cardenal. (En definitiva, “puenteo” buscado del ministro López Rodó a la legítima autoridad eclesiástica en España).

-El nuncio no tomó parte en las conversaciones que se tenían en el Ministerio de Asuntos Exteriores.

-El nuncio invitó al arzobispo de Toledo y al de Madrid a cenar una noche con los ministros de Exteriores y de Justicia. Tarancón se resistió a aceptar aquella invitación y estaba molesto, tampoco el propio nuncio podía disimular su malestar.

-El ministro organizó una comida de gala para Casaroli a la que no tuvieron más remedio que asistir los tres cardenales españoles.

 

Esa comida dice Tarancón que fue una tomadura de pelo. Les avisaron para que fueran puntuales, a las dos en punto, porque Casaroli debía de coger el vuelo de las cuatro a Roma. Así se hizo, sin embargo a las tres de la tarde todos los cardenales y el nuncio seguían esperando, no aparecían ni el ministro ni Casaroli. El ministro de Justicia Ruiz Jarabo se le acercó a Tarancón para decirle que no entendía todo aquello, parecía que López Rodó actuaba a su aire, prescindiendo del mismo gobierno. Tarancón contestó que aquel modo de proceder estaba poniendo peor las cosas.

 

A las tres y media Tarancón por poco se marcha harto ya de esperar.

 

El ministro y Casaroli no aparecieron hasta cerca de las cuatro.

 

“Sin dar ninguna explicación ni aun la menor excusa, aunque a Casaroli se le veía nervioso, tomaron el aperitivo y pasamos al comedor. Después…entendimos la razón de tan largo retraso. Casaroli ya no podía marchar en el vuelo regular y le pusieron un avión especial, un Mystére, para que hiciese el viaje, era el colofón de la mascarada que había organizado López Rodó.

 

La distribución de los puestos en la mesa era estratégica: estaba todo previsto para que en la foto final apareciesen con las copas de champaña en las manos don Marcelo y el nuncio con el ministro.

 

La visita de Casaroli fue exclusiva y no contentó a nadie. El Gobierno estaba molesto porque todo apareció como una cosa personal del ministro –un triunfo del Opus- sin que los ministros restantes supieran nada de todos los incidentes. Los obispos estábamos todos molestísimos porque dio la impresión de que la Santa Sede quería complacer al Gobierno en contra del parecer de la Conferencia. La opinión pública quedó desconcertada como reflejaron los medios de comunicación social. Los sacerdotes y los militantes cristianos más conscientes quedaron escandalizados.

 

Lo que se organizó como un medio de imponer la tesis del Gobierno se convirtió en un auténtico fracaso, principalmente para el ministro López Rodó. De momento se cerraba la puerta a las negociaciones.”

 

Ana Azanza

(Continuará)

 

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