Servir a la Iglesia como Ella quiere ser servida (VII).- Ana Azanza
Fecha Wednesday, 30 May 2012
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


 

“Servir a la Iglesia como Ella quiere ser servida” (VII)

Ana Azanza

 

 

Estábamos en que ayer destacados miembros del Opus Dei no eran muy amigos de aplicar las directrices conciliares, mientras que se da el caso de que hoy lo defienden a capa y espada frente a los que quieren reincorporarse a la obediencia a Roma. Vivir para ver.

 

Tarancón relata la primera larga conversación con López Rodó cuando en 1973 éste asumió la cartera de Exteriores. Su “hermano” López Bravo se había puesto demasiado bravo leyéndole la cartilla a Pablo VI y le había costado el cargo...



Asistieron Marcelo González, obispo de Toledo y Ruiz Jarabo, ministro de justicia que al decir del autor del libro prácticamente se comportaron como convidados de piedra. Es curioso que Tarancón no supiera que iba a acudir el otro obispo, puede que sea irrelevante.

 

El cardenal de Madrid puso sobre la mesa los cuatro puntos básicos para iniciar unas negociaciones de cara a un nuevo concordato:

 

1. El Papa no es el jefe de un estado extranjero y el gobierno español se equivocaba considerándolo como tal. Firma el Concordato como jefe de la iglesia universal y en España no hay más jefe de la iglesia que él.  Esa jefatura papal es demasiado teórica para poder ser efectiva en el día a día. De hecho los gobiernos franquistas toreaban a los obispos españoles en varios asuntos, aprovechando que los obispos no eran el Papa y Pablo VI vivía lejos.

 

2. Los obispos españoles no tenia interés en intervenir, pero el gobierno debía saber que Roma no iba a aceptar nada de importancia sin contar con ellos. El Concordato “ad referendum” no había prosperado porque se había intentado a espaldas del episcopado.

 

3. Que la Iglesia es la que ha salido del Concilio Vaticano II, que si hay Conferencia Episcopal española es porque así se ha decidido en la magna asamblea. El Gobierno no podía seguir amarrado a la idea de la iglesia de 1936 que estaba desfasada.

 

4. El gobierno se había equivocado al ignorar a la Conferencia, tratar al Papa como un jefe extranjero, pretender que la Iglesia sea el apoyo del régimen, mantener la injerencia en el nombramiento de obispos.

 

De boquilla los ministros dijeron “borrón y cuenta nueva” Pero fácilmente se entendía que López Rodó mantenía idéntica mentalidad que López Bravo. Pensaba conseguir la firma del Concordato sin ceder un ápice en sus puntos de vista. Daba la impresión de que con los obispos o contra los obispos López Rodó llegaría a sus objetivos.

 

Describe así al ministro del Opus Dei:

 

“López Rodó es inteligente y frío. Planea inteligentemente su táctica y no repara en medios para llevarla a término. Está convencido de que tiene toda la verdad y que puede prestar un buen servicio a la Iglesia, y utiliza todos los recursos para triunfar. La fama que tenía entre muchos políticos de que utilizaba la verdad a medias, la simulación, etc. para conseguir sus objetivos, parece merecida. Y hasta creo que él lo hacía así, en conciencia, porque trataba de conseguir un mayor bien. ¿Era ésta, como decían entonces, la táctica de los miembros más conspicuos del Opus? Lo cierto es que López Rodó era un miembro caracterizado de la Obra.”

 

Lo cierto es que el señor cardenal no había recibido las clases del apartado III del B10 sobre mentalidad laical y humildad colectiva que explican la separación entre el mando y las actuaciones públicas de los miembros entonces hoy fieles de la prelatura personal. Me entra una duda ¿cuándo inventaron lo de la mentalidad laical en el Opus Dei? ¿quizás a raíz de estas destacadas actuaciones de los ministros que “coincidía” eran numerarios y supernumerarios?.... otro capítulo que está por descubrir sobre la genealogía del B10.

 

Tarancón comentó con el cardenal Jubany la marcha de la conversación y éste le confirmó que López Rodó por su inteligencia y su frialdad y porque era un verdadero doctrinario del Opus Dei de entonces, sería mucho más peligroso.

 

Para servir a la iglesia como ella quiere ser servida que los cardenales digan eso de un numerario ministro que con ellos trata no está nada mal.

 

Los hechos confirmaron las primeras impresiones.

 

Los primeros síntomas del ataque

 

Dice Tarancón que se fue de vacaciones de verano con la mosca detrás de la oreja, ¿cuál sería la siguiente actuación del gobierno?. Escribe:

 

“Tenía el convencimiento de que pronto se iban a ver los primeros síntomas de la actuación de López Rodó. Yo estaba convencido de que él quería obtener un triunfo rápido en este campo. Podía considerarlo como un triunfo de la postura de la Obra ante la Conferencia Episcopal”.

 

¿Asi que el señor Cardenal daba por hecha la contraposición “Opus Dei-Conferencia Episcopal? Increíble.

 

A primeros de agosto, estando el nuncio Dadaglio de vacaciones otro monseñor de la nunciatura visita a Tarancón: “Monseñor Casaroli quiere hablar urgentemente con usted. Me dice que él vendrá a Madrid a no ser que prefiera ir usted a Roma. Se trata de las negociaciones sobre el Concordato que el gobierno español quiere acelerar todo lo posible.”

 

Qué agobio,¿quién le había metido tanta prisa a Casaroli en plena canícula?

 

Tarancón estaba de acuerdo con los demás cardenales españoles que no era el momento propicio para el Concordato pero que no podía oponerse abiertamente a que se reanudasen las negociaciones. Además una visita de Casaroli a Madrid en aquellas circunstancias sería de lo más imprudente. Por eso fue él a Roma y establecieron una serie de puntos irrenunciables para presentar a Casaroli y evitar el políticamente incorrecto viaje de éste a Madrid.

 

Casaroli era entonces el Secretario de Estado del Vaticano. El 4 de septiembre Tarancón y Bueno Monreal se entrevistan durante tres horas con monseñor Casaroli. El secretario de Estado estaba muy decidido a empezar las conversaciones para el concordato y le parecía que sería coser y cantar. Insistió en que el Papa estaba muy interesado en esas conversaciones. No se habló en ningún momento de una visita de Casaroli a Madrid. Tarancón estaba seguro de que si había conversaciones con el gobierno serían en Roma. Establecieron los puntos irrenunciables del Concordato que más tarde Casaroli envió al ministro español por carta: reconocimiento de la plena libertad de la iglesia para su misión y para la provisión de cargos eclesiásticos, renuncia por parte de la iglesia al privilegio del Fuero, libertad para las asociaciones de apostolado seglar, garantía de la enseñanza católica en las escuelas.

 

Casaroli les dijo que el Papa quería recibir en Castelgandolfo al menos a uno de los dos antes de su regreso a Madrid. Tarancón tenía cierta prisa en volver a Madrid así que acudió Bueno Monreal. Primera escaramuza: el Papa dio como sentado que Casaroli viajaría a España, que podría ser un gesto de buena voluntad para que el Gobierno no hablase más de la animosidad de la Santa Sede contra él.

 

Dice el cardenal:

 

“Mi alarma fue mayor porque era muy significativo que monseñor Casaroli no hubiese hecho la más mínima alusión a esa visita el día anterior, cuando ya estaba comprometido. Esto me hacía suponer que él se daba cuenta de que nosotros nos hubiésemos opuesto a ella y que incluso él mismo la consideraba dudosa. Tal como se estaban poniendo las cosas entre la Iglesia y el gobierno, una visita de esa clase, si no se hacía con extraordinaria prudencia, podría parecer a los ojos de muchos como una concesión indebida de la Santa sede en contra del parecer de la Conferencia Episcopal, lo cual no beneficiaba a nadie.

 

Desde entonces estaba yo un poco nervioso. Me temía alguna actuación pública que podría ser gravemente perniciosa en las circunstancias que estábamos viviendo. Existía un ambiente conflictivo entre el Gobierno y el Episcopado español. El gobierno quería tener un apoyo, aunque aparente de la Santa Sede para desautorizar a la Conferencia episcopal.”

 

Ana Azanza

(Continuará)

 

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