Llevo tiempo sin escribirle, Padre.- Mediterráneo
Fecha Monday, 14 May 2012
Tema 010. Testimonios


LLEVO TIEMPO SIN ESCRIBIRLE, PADRE

Nota: De acuerdo con la autora de la carta, he omitido su nombre, el del centro y el de la ciudad.

Queridísimo Padre,

 

Soy hija suya, me llamo […] y vivo en […], un centro de […] que atiende labor de agregadas y supernumerarias mayores.

 

Llevo tiempo sin escribirle, Padre, el mismo que llevo planteándome muchas cosas y preguntándome si haría bien comentándolas con usted. No tengo muchas esperanzas de que esta carta le llegue: quienes hacen sus veces y sus colaboradores más cercanos pensarán que está llena de espíritu crítico y de faltas de unidad y, temiendo que se lleve usted un disgusto, no la pondrán en la carpeta que diariamente dejan en su mesa con unas cuantas cartas que se suponen representativas de la multitud de sus hijos e hijas repartidos por todo el planeta. En cualquier caso haré mi oración escribiéndola, sabedora de que Dios sí me escucha...



Puedo asegurarle, Padre, que no hay ningún espíritu crítico en estas líneas, mucho menos una falta de unidad consciente, tolerada, buscada o querida. Se trata simplemente de hacerle llegar, con afán constructivo, mis dudas y lo que veo que no funciona aunque cerremos los ojos y pretendamos que todo está bien en el mejor de los mundos, y de lo que no sé si usted, en Roma, es consciente.

 

Pedí la admisión a los catorce años y medio y ahora estoy cerca de los cincuenta: si algún mérito tengo para que se me escuche es éste, que he dejado los mejores años de mi vida en el Opus Dei, porque creí y creo que es mi camino y la voluntad de Dios para mí. Aunque no sabía lo que hacía cuando pité porque era todavía una niña, nunca, jamás, he dudado de mi vocación. Lo que no consigo entender es cómo conciliar la voluntad de Dios con costumbres y prácticas habituales en la Obra y que no son compatibles ni con la mentalidad laical, ni con estar en medio del mundo, ni con la vida que llevan “los demás”, “mis iguales”, ni, si me apura, con el más elemental sentido común.

 

Se preguntará dónde no veo la voluntad de Dios, Padre, así que a continuación van algunos ejemplos:

 

- Mujeres mayores, algunas ancianas, como las agregadas que yo atiendo, consultando si compran un taburete para su casa y la cuestión la discutimos en el consejo local, donde acto seguido aprobamos sin pestañear gastos de entidad para que en el centro no falte de nada.

 

- En la charla de los retiros mensuales se sigue hablando de evitar la familiosis: Padre, de mi grupo de agd pocas conservan a sus padres vivos, una de ellas tiene a su madre con demencia senil que no le permite recordar ni reconocer desde hace mucho - demasiado - tiempo. Las demás no tienen padres desde hace muchos años y a su familia de sangre la ven poco o nada porque, justamente para no caer en la familiosis, nunca cultivaron las relaciones familiares y son extrañas para sus propios hermanos. Las que tienen a sus padres en otra ciudad consultan puntualmente cuando quieren ir a verles y en ocasiones se les anima a distanciar los viajes por motivos de pobreza, disponibilidad y atención de la labor, argumentos que se caen por su propio peso si se consideran objetivamente sus circunstancias y encargos.

 

- El otro día, hacía yo cabeza, una numeraria del centro (66 años) me consultaba si podía poner la TV para ver un partido de tenis. Me salió de dentro contestarle “por supuesto, estás en TU casa, ni lo preguntes”. Por supuesto que lo seguirá consultando. Es lo que se ha dicho siempre, lo que está previsto, lo que se repite en los medios de formación y ningún cambio es bueno a priori. Padre, ¿realmente podemos sentir que estamos en nuestra casa, si no tenemos libertad y responsabilidad ni siquiera para las más nimias actuaciones y hemos de consultarlo TODO? ¿No parece esta forma de funcionar más propia de residencias de niñas de 12 años?

 

- Muchas de las n y agd de mi centro se encuentran, están y se sienten extraordinariamente solas. No tienen amigas porque en la etapa de la vida en que hay que cultivar auténticas amistades ellas sólo buscaron a posibles pitables, han estado muchos años tratando sólo a chicas 20 años menores que ellas, la gran mayoría han desaparecido y las pocas que pitaron y aun perseveran se han distanciado para evitar toda posible apariencia de amistad particular. Ahora mismo no tienen a nadie y sufren su soledad con resignación.

 

- Hay varias agd sin independencia económica. Trabajaron en obras corporativas o en labores personales, con un sueldo de miseria y la cotización mínima a la Seguridad Social, nadie se preocupó de darles unas condiciones de trabajo que les garantizaran una pensión digna en un futuro. ¿Dónde está la mentalidad laical en actuaciones así?

 

- Vivo con una numeraria a la que veo día sí y día también con los ojos hinchados de tanto llorar y no puedo bajo ningún concepto preguntarle qué le sucede porque ya me ha “explicado” la directora en repetidas ocasiones que no me preocupe, que lo único que debo hacer es rezar por ella, que simplemente está pasando una mala temporada pero que se encuentra bien atendida. Tampoco nadie me pregunta a mí cómo estoy. ¿Qué clase de ser familia es ésta?

 

- Se insulta nuestra inteligencia cuando se tratan temas en los que la Obra ha rectificado (nunca públicamente como sí hace la Iglesia) o en los que las directoras se han equivocado. Me indignó y entristeció enormemente escuchar en el círculo breve, hace ya unos cuantos meses, que todo lo referente a la dirección espiritual sigue igual, que en el fondo no ha cambiado gran cosa porque nada incorrecto se ha hecho nunca. Padre, yo he sido testigo directo en multitud de consejos locales de abusos flagrantes en esta materia.

 

Todo está previsto, Padre. Todo está escrito, contemplado, indicado, aconsejado, normalizado, establecido, legislado, previsto, considerado, pensado, decidido. Y la consecuencia es que la individualidad personal, la diversidad que supone riqueza, ha dejado de existir. Todas pensamos igual y en mi país podría decirse que casi, casi vestimos y hablamos igual. No hay lugar para la diferencia, es un molde único al que o te adaptas o eres “rara”. No es cierto que sea un guante de goma que se adapta a la mano que lo usa: es un guante de hierro al que la mano debe adaptarse aun a costa de perder su forma original, la que Dios le dio porque pensó que era buena.

 

Otra consecuencia de la normativa que abarca todos los aspectos de la vida es que lo único que puede uno hacer es obedecer. Padre, si no hay otra posibilidad ¿qué mérito tiene elegir? Si sólo hay un único camino, ¿cuál es el mérito de seguirlo? La libertad consiste en poder elegir entre dos o más opciones, si sólo hay una la libertad deja de serlo. Si no puedo conectarme a internet cuando quiero, ¿cómo renuncio a conectarme para vivir mejor el tiempo de la noche? Si puedo despertar a las tres de la mañana y decir “no me conecto y rezo un rosario” estoy eligiendo, si sólo tengo la posibilidad de rezar el rosario no estoy eligiendo nada.

 

Hablando de internet: ¿tan poco confía el Opus Dei en mí después de treinta y cinco años de entrega que necesita controlar el uso que hago de él? ¿En serio alguien piensa que por conectarme a partir de las 23:00 voy a pecar mortalmente? ¿En tan poco tienen mi responsabilidad personal, mi amor a Dios, mi voluntad de hacer las cosas bien? Decía Nuestro Padre que se fiaba más de la palabra de un hijo suyo que de la de cien notarios juntos… ¿él se fiaba y las directoras no?

 

El ser humano aprende de sus errores. Si no puedo cometerlos porque todo está previsto y establecido, nunca aprenderé. Por supuesto no hablo de ofender a Dios, por quien he entregado mi vida, hablo de demostrarLe que quiero serle fiel porque me da la gana, no porque no me queda otro remedio. Seguiré la senda que otros trazaron por mí sin saber si yo podría andarla o no y todavía peor, sin preocuparse de ello. Sentaron cátedra, decidieron que así se harían las cosas, cerraron la puerta y tiraron la llave. Está todo dicho, todo escrito, todo previsto, todo esculpido en piedra. Para siempre. Sin cambios. Sin posibilidad de adaptación, aunque el mundo al que pertenecemos, donde vivimos y al que amamos, cambie y evolucione.

 

Son innumerables los comentarios, silencios extraños, “caras” o correcciones fraternas que he recibido por seguir viendo a numerarias y agd que dejaron de pertenecer a la Obra. ¿Cómo se entiende que las que hasta ayer eran mis hermanas, familia con lazos más fuertes que los de la sangre, hoy no son nadie, no existen y se evita hablar de ellas? ¿Tengo que dejar de quererlas, como si el amor pudiera gobernarse y quitarse o ponerse a voluntad? ¿Se han condenado ya de antemano sólo por dejar el Opus Dei? ¿No será que hemos confundido Opus Dei con Iglesia y creemos que “extra Opus Dei nulla salus”? Alguna de ellas son un referente para mí por su ejemplo de saber perdonar, desvivirse de verdad por los demás, practicar obras de misericordia o vivir la caridad en el sentido más amplio sin restricciones ni encorsetamientos.

 

Padre, hay una sangría horrible de personas que no perseveran. No hablo de vocaciones recientes, hablo de numerarias y agregadas con más de veinticinco años de fidelidad a sus espaldas. ¿Es posible que nadie se haya planteado el por qué? ¿Es posible que se siga pensando que son hojas secas, que bien caídas están y que si se han ido sólo existe la explicación de que han dado la espalda a Dios, cuando vemos fehacientemente que esto no es cierto? ¿Nadie ha estudiado los puntos comunes de estas “deserciones"? ¿Nadie se detiene a considerar qué está pasando? ¿Nadie hace examen de conciencia y acepta la posibilidad de que algo esté fallando dentro?

 

Padre, no somos pobres. De hecho ésta es posiblemente una de las últimas cosas que una numeraria del Opus Dei es. Tengo un techo más que confortable sobre mi cabeza, tres o cuatro comidas al día, dinero en el bolsillo trabajando o sin trabajar y la asistencia sanitaria que precise. ¿Qué me importa no poseer si utilizo y disfruto? ¿Qué me importa que el título de propiedad de la casa no esté a mi nombre si vivo en ella de pleno derecho? ¿Eso es pobreza? Nunca, jamás, me ha faltado de nada y eso en un país que ha conocido altos y bajos económicos y políticos de todo tipo: a mí no me han afectado, de hecho a mí no me afecta nada que suceda en el mundo porque mi mundo no cambia. ¿Quién puede decir lo mismo? ¿Qué clase de ser los demás es eso? Cuando cambio de centro, y ya van unos cuantos, me lo encuentro todo hecho, llego a mesa puesta.

 

Padre, he intentado transmitir esto a través de los conductos reglamentarios: lo he hablado en la charla, con personas de la delegación y de la asesoría: nadie es capaz de darme respuestas, nadie sin excepción. “Encomiéndalo mucho”, “no des tantas vueltas a las cosas, son mucho más simples que todo eso”, “hay cosas que cambian, ahora hay internet en todos los centros”, “pide otro encargo apostólico” es sólo una muestra de las estupideces que se me han contestado, como si fuera una cría pequeña a la que se escucha con paciencia hasta que se le pasa la rabieta.

 

Como le decía al principio, no tengo ninguna esperanza de que esta carta llegue a sus manos, mucho menos de que me conteste porque usted, Padre, ni siquiera sabe quién soy, nunca me he llevado a engaño en eso. Y porque estoy segura de que hay más numerarias y agregadas en mi misma situación, planteándose cosas y más importante todavía, queriendo absolutamente seguir en el Opus Dei y ser fieles, he decidido hacer pública esta carta a través de alguien que conozco, en una página web anatematizada por la Obra y al mismo tiempo, ironías de la vida, muy leída por miembros de la Prelatura. No sé qué sucederá, ojalá Dios se sirviera de mí y de tantas otras y otros para cambiar las cosas; lo que sí sé con plena certeza es que Dios me quiere fiel y que el Opus Dei necesita no ya cambios profundos sino una renovación similar a la que hicieron Santa Teresa en el Carmelo o San Ignacio en la Compañía de Jesús cuando fue a Lisboa. Y dichos cambios deben nacer de dentro y nadie mejor que quien está dentro – y repito, quiere seguir siendo fiel – para provocarlos.

 

Reza mucho por usted, su hija,

[Nombre y apellidos]







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