Amigos:

     He leído algunos comentarios sobre la originalidad de la espiritualidad de la Obra, y en consecuencia de su creador.

     Pensar y crear es muy difícil, y, muchas veces, observamos que el pensamiento de un personaje nos remite a otros.

     Monseñor Escrivà fue un hombre mortal, con unas luces limitadas, aunque sobresaliente en algunos campos. El entorno que tuvo durante la etapa de expansión de la Obra, nos lo presentó como un ser superior, un instrumento divino para dar vida al Opus Dei. Esto no es otra cosa que una opinión, pero en la Obra ha pasado a ser un dogma de fe. Creo que aquí radica la desorientación de tanta gente, que, sin darse cuenta, han divinizado a Escrivà.

     Han de volver las aguas a su cauce. No tengo ningún interés en fastidiar a nadie; pero es muy poco serio dotar a este sacerdote de unas luces divinas, cuando es fácil rastrear en autores anteriores las fuentes de su espiritualidad. Os daré dos nombres: Fray Luís de Granada y San Ignacio de Loyola. Con estos ingredientes más unos toques de modernidad totalitaria os saldrá la espiritualidad de la Obra. No es preciso buscar luces divinas, más sensato es leer el material que está en las bibliotecas. Es posible que Dios le inspirara; pero nadie, nadie ni el socio más encumbrado del Opus Dei tiene ninguna obligación de creerlo; en cambio manifiesta poco rigor quien no sitúa la espiritualidad del Opus Dei dentro de las corrientes de pensamiento religioso católico.

Un saludo,