Soy colombiano y nunca he oído hablar de rejalgar en un ámbito distinto al del Opus Dei.

Créanme que las muchas veces que leí esa palabra, la leí sin deternerme a pensar a qué se refería. Se entendía el texto, y la palabra en su contexto, pero no se tenía el sentido preciso de la palabreja.

En cambio sí he oído muchas veces ricino. Y más concretamente aceite de ricino. Se dice que es un purgante violento y que tienen un sabor espantoso. Dice Wikipedia que la semilla de ricino es tóxica y el consumo de unas pocas puede producir la muerte.

Y da los siguientes nombres en español de esta planta originaria de África: alcherva, bafureura, castor, catapucia mayor, catapucia, cataputia mayor, cherva, croton, grano mayor de reyes, hiera del demonio, higuera de infierno, higuera del demonio, higuera del diablo, higuera del infierno, higuera infernal, higuereta, higuereta infernal, higuerilla, higuerillo, kerva, macororó, mamona, mosquitera, palma, palma-Christi, palmacristi, palma de cristo, palma de Cristo, querva, árbol del demonio, recino, rejalgar, ricino, rizno, tártago de Venezuela. En las Islas Canarias se la conoce como tartaguero.

Si lo hubiera sabido hace treinta y cinco años, hubiera podido decir en el círculo breve: «...rejalgar, o lo que aquí llamamos ricino...», y todos los que me oían hubieran abierto ojos como platos y hubieran pensado ¡este man sí sabe! Y ellos lo hubieran repetido en círculos, charlas y meditaciones, desde Cartagena de Indias hasta Pasto y desde Bucaramanga hasta Cali.  Si no lo han descubierto hasta ahora, tal vez desde hoy lo digan.

Gómez