El Humanismo como coartada ideológica.- FletcherChristian
Fecha Monday, 02 April 2012
Tema 010. Testimonios


Estimado Josef,

 

La otra pata de ideológica de la Cosa, junto con el elitismo orgánico, es, en mi opinión,  el llamado por ellos “humanismo”.

 

Humanismos hay muchos. En el siglo XX se entendió como humanismo cualquier pensamiento que resaltara de alguna forma un ideal humano. Hay, históricamente, un humanismo “integral” cristiano, como el de Maritain, pero también un humanismo liberal y uno socialista. El liberal de William James, el de Dewey en el 1934 o el del Manifiesto humanista de 1974, con Sajarov a la cabeza, son otros tantos humanismos.

 

¿Por qué, entonces, la Cosa apoya el humanismo, siendo como es un movimiento de corte liberal y frecuentemente ateo?...



En realidad, en la Cosa no se conoce el humanismo del siglo XX, fuera de unos pocos que se dedican a la historia de la filosofía. Por tanto, el origen de esa afición tiene que estar en otra parte. Los numerarios medio borregos que dictan círculos reivindican el humanismo como ideal de vida, no como posicionamiento intelectual. ¿Por qué?

La primera vez que se habla de humanismo es en 1538 en Italia, cuando se distinguía a los que proseguían los studia humanitatis del resto de académicos. Los “humanistas” se oponían a los “legistas”, “canonistas” y “artistas” como representantes de cada área de especialidad.

Como movimiento inmediatamente posterior, los humanistas eran tipos dedicados al estudio de los grandes de la literatura latina, pero sin nada en común entre ellos. Fue más una “moda” académica que un movimiento de ideas. Sin embargo, la crítica posterior los encumbró hasta considerarlos como representantes de un nuevo modo de pensar, el propio del Renacimiento.

 

El punto interesante para nuestro debate es el modelo idealizado que se tiene de estas personas, o sea, unos estudiosos (primer punto de simpatía de la Cosa) que analizaban la realidad desde el conocimiento humano y no solo desde la teología (segundo punto), pero con una práctica cristiana y una piedad notables (tercer y definitivo punto de simpatía).

 

La Cosa ha asumido como propio un modelo idealizado de intelectual que, no solo no se dio de forma general, sino que en ocasiones los humanistas se enfrentaron duramente a la doctrina de la Iglesia (Vives, por ejemplo). Según la idealización, el humanista es el que hace compatible el conocimiento mundano con la (intensa-según el modelo idealizado) vida de fe. Si estos eran los humanistas, se piensa en la Cosa, nuestra idea de cristiano corriente no es tan descabellada. Lo que tenemos que hacer es predicar que el modelo de “caballero cristiano” es el del Humanista, luchador en la Academia y en la vida de Fe.

 

Según el modelo mítico de humanista, el estudioso debe ser alguien que le guste todo, que se interese por todo, un “todoterreno” (¡cómo les gusta esa palabra!) que inspire toda disciplina con la doctrina católica (la del catecismo de la Cosa, no la de verdad).

 

Veamos un detalle.

 

Cada libro de divulgación que escriben los profesionales de la Cosa, por ejemplo, de psiquiatría, contiene una serie de puntos que a todos nos suenan: estudio, trabajo, orden, alegría, voluntad,… todo justificado desde el punto de vista de la medicina. Si cogemos uno de educación nos encontramos los mismos temas, justificados esta vez por la pedagogía. También los hay de psicología, de gestión de empresas, etc. Si abrimos un libro titulado arrogantemente “Humanismo” de Lordá, publicado en Rialp, nos encontramos que el índice nos es profundamente familiar: el plan de vida y el “espíritu de casa” explicado a idiotas junto con los tres trascendentales: unidad, veracidad, belleza. ¿Por qué?

 

Porque las normas y el espíritu de la Cosa se entienden como universales, propias del hombre en sí mismo, o sea, antropológicamente justificadas.

 

En la Cosa hay un miedo atroz a que se les confunda con la Iglesia y, por eso, en sus universidades, aquí en España por lo menos, no se estudia teología sino antropología, que es la manera “laica” de presentar la doctrina. Con el resto del plan de vida es exactamente lo mismo: es y debe ser científicamente demostrable. Por tanto, universal, por tanto, todo ser humano debe aceptarlo.

 

El Humanismo es la coartada perfecta. El santo marqués de Peralta animaba a leer a los clásicos del Siglo de Oro, no porque le gustara que sus “hijos” fueran cultos, sino porque dentro de la literatura española es lo único que se puede leer sin censurar, además de demostrar el ideal: cultura popular escrita desde la Fe. Se confunde el modelo ideal humanístico con la teocracia barroca, pero les da bastante igual.

 

En lo político y lo económico el modelo idealizado del Humanismo justifica la existencia de la élite gobernante, cultivada y cristiana, que sabe adonde guiar al pueblo ignorante. Su máximo representante dentro de la Cosa es Santo Tomás Moro (supernumerario a título póstumo): jurista, número uno “de su promoción”, político, cultísimo y fiel a la Iglesia. El modelo idealizado. Si eso es un humanista del renacimiento, eso es lo que queremos ser, se nos dice en la Cosa.

 

En fin, el tema da para mucho porque los que nos hemos dedicado a la educación hemos sido bombardeados continuamente con esta idea, con el fin de que nuestros alumnos asuman “por ósmosis” el plan de vida.

 

Hace muchos, muchos años, me decía un directivo de colegio ante las actividades que hacían nuestros alumnos: “Ves, cuando estos niños piten (se daba por supuesto) el plan de vida les resultará lo más normal del mundo: misa, charlas, convivencias,… lo llevarán haciendo toda la vida…”.

 

Esta es la clave.

 

Un abrazo,

Fletcher







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