Lo que me ha quedado claro.- Coplasuelta
Fecha Friday, 30 March 2012
Tema 010. Testimonios


           Recoger de la Revelación y el Magisterio de la Iglesia sólo lo que da soporte y fundamento a mi ideología, desmantelar y criticar, lanzar sospechas, sobre lo que pone en tela de juicio y descalifica mi ideología, es lo que hacen muchos grupos para perder la comunión con la Iglesia y seguir siendo fieles a sus ideologías.

         Esa ideología es la base para la toma del poder con el afán de cambiar la sociedad de forma completa, prometiendo un paraíso, en una tensión utópica de todos felices, a la vez, y cada uno, para siempre, que sólo los más inmaduros pueden creer o los más crucificados pueden desear. Aprovecharse de quienes soportan injusticias o de quienes carecen de madurez, es algo que no es digno de católicos, primero, de personas honradas, segundo...



        Todo eso se organiza y se profesionaliza, con las capas místicas o vocacionales que se quiera, en el militante y se organizan como partidos, como sucursales en la Iglesia. Esas ideologías dan lugar a partidos, grupos de militantes comprometidos con esa utopía. Son los encargados de expedir los carnets y decidir quien es amigo, enemigo y masa aborregada.

         Esa militancia se vende como la persecución de ideales que superan la triste vida cotidiana, el esfuerzo difícil y lleno de complicaciones, que es la madurez. Esa militancia crea adolescentes que no pueden abandonar la nostalgia de esa tensión utópica y que tiene consecuencias graves cuando, esas promesas, siendo mentiras, sólo se cumplen con el uso de la violencia o cuando entra en crisis las bases éticas, morales e intelectuales de esa ideología.

         Muchas de esas crisis pueden suponer el entrar en procesos de madurez, tras perder el tiempo durante meses, años o décadas. Muchas veces, esa visión totalitaria y que calma la angustia, el miedo a la libertad, se sustituye por otra solución, totalitaria, que por hacer hincapié en las aporías de la contraria, parece tener visos de mejor calidad. Lo que no cambia es al juicio totalitario y excluyente, la necesidad de cerrar el tiempo y crear un paraíso en la Tierra, con realizaciones que se creen más honestas pero igual de totalitarias.

        En el caso de la prelatura, lo es porque no tiene anclaje en las formas normales en las que el Espíritu Santo ha promovido los carismas en la Iglesia. Lo que ha intentado la prelatura es que no se ponga en tela de juicio su carácter sectario, clasista y teocrático. Es una copia mala de lo que es la vida de la Iglesia, la respuesta total a la vocación católica, y el encumbramiento, como en el fundamentalismo islámico, de una visión clerical del control de las personas. Son pero no son por eso están donde no están y si están donde están.

         Un grupo de curas dirigen como un partido político al estilo clásico, comunista o nazi, la persecución del poder para instaurar el Reino de Cristo. Ese Reino es simplemente que los curas que dirigen la prelatura decidan quien tiene el poder económico y político para decidir cómo viven el resto esa coherencia con ese Reino de Cristo, compitiendo entre ellos o llegando a acuerdos, todo siempre y cuando los curas puedan dejar claro que es la prelatura la que consigue ese poder económico o político.

         Esa articulación totalitaria de una teocracia clerical, totalitaria, es el centro de la visión de que todo ser humano vería a Cristo en la cumbre de toda actividad. En las pocas manifestaciones o en las parciales de ese ir y venir en el poder económico y político, lo diferencial con el resto de católicos, es sólo que son un grupo clerical cerrado. El ir y venir de datos de conciencia, de posición social, de capacidad económica, a los centros de decisión de la prelatura, su acumulación y cruce de opiniones entre esos centros de poder, hacen que las personas que pertenecen a la prelatura, con su perfil de militante bien trabajado, sigan un progreso personal y profesional adaptado a lo que los curas deciden. Eso que deciden es la mayor gloria del grupo y la muestra inequívoca que las profecías de su fundador se están cumpliendo. Como en el caso del comunismo, los retrasos sólo se deben al gran poder de los enemigos.

         Al igual que el comunismo lo relevante es crear un magma de pensamiento único, que todo militante repite y revive en su vida, que pueda permitir a los curas colocar a los más preparados en el liderazgo de esas ideas fuerza. Propaganda, táctica y estrategia de partido de clase. Burda y sistemática como hemos manifestado en tantos ejemplos de vida que por esta página han pasado.

         Lo que repugna a un católico bien formado es ese ideal teocrático, sectario, totalitario, porque rompe con cualquier comunión con la Iglesia. El mismo seguidismo táctico y estratégico que hacen los grupos progresistas, lo realiza la prelatura con las visiones totalitarias de derechas y que persiguen, a diferencia de las racistas o puramente clasistas conservadoras, la teocracia basada en líderes clérigos.

         Me gustaría saber hasta que punto estaría permitido que un obispo creará en cada parroquia un sistema de gestión documental, para ir recogiendo semanalmente, informes de vida y conciencia de cada parroquiano. Que una vez recibida esa información se aplicarán métodos de partidos para la realización de estrategias y tácticas orientadas a la toma del poder económico y político, mantenerlo y agrandarlo.

         Me gustaría saber hasta qué punto estaría permitido que un obispo, para nutrirse de militantes más adecuados, montara un sistema de formación a través de colegios y clubs. Con esa red de educadores ideológicos, se establecieran sistemas de presión y de manipulación, para poder conseguir 2 vocaciones al año tras dejar en el camino a miles que pierden la Fe y la confianza en la Iglesia.

         Me gustaría saber si, tras 80 años amasando un fracaso a nivel de su miseria moral y mediocridad intelectual, ese obispo se mantuviera en sus ideales y nadie le pudiera decir nada porque está ordenado, tiene el apoyo de un puñado de otros obispos y, para colmo de males, sigue a rajatabla las normas del militante, y se atreve a ir a misa todos los días, a decirla, reza cientos de normas de piedad al mes y se cree que todo lo que sale de su boca es voluntad de Dios.

         Me gustaría saber si para poder acceder a un puesto de trabajo, a participar en política o a poder decidir el futuro personal, todos tendríamos que pasar por las decisiones que ese obispo nos traslada a través de sus curas de parroquias. Me gustaría saber si un obispo, si se siente traicionado porque un joven manipulado, de adulto, y adultos forzados en su conciencia, dejan de vivir en la parroquia, con toda paz y sin desear mal alguno, sólo desengancharse, se les echa del trabajo, se le persigue con calumnias y con injurias, pierde sus amigos, este casado o no.

         Ese obispo no sería un buen pastor, sería el lobo entre lobos.

         Por eso el fundador quiso escapar de todo control y llegar a la forma intermedia de prelatura, al no poder entrar a saco en el poder de la Iglesia. Encontró la forma en la que la Iglesia respeta escrupulosamente lo que se explica, lo que se intenta explicar como voluntad de Dios, y usó la mentira y la falsedad para colar lo que, de otra forma, sería la retirada a un lugar solitario para olvidar sus pretensiones. Eso quedó demostrado con la llegada de la solución de la prelatura, cerrada a cal y canto con el proceso de beatificación y santificación. Ese proceso que ha provocado que cientos de procesos que, con más méritos que el fundador, esperaban a ser beatificados o santificados tras años y años de espera. Ahora bien, eso sí, con procesos infinitamente más escrupulosos y trabajados que el que sufrió el fundador. Si no llega a ser por Benedicto XVI tendríamos abierta la causa de beatificación de Marciel a toda máquina, como ya estaba preparándose.

         Para que eso quede claro, cualquier pederasta y corrupto, puede montar una estructura clavada a la prelatura en menos años y con idénticos resultados. Para que eso quede más claro todavía, cualquier yunque puede hacer que, el entrar y salir del poder, entrar y salir a la vida pública, sea un juego de niños si se sabe y se usan los métodos, en ambos casos, de como montar un partido político clásico.

         Hay quien piensa que el gran peligro ha sido el socialismo. Sin duda que ha sido el totalitarismo con más éxito en el siglo pasado y en el que vivimos. El atajo totalitario por la derecha es igual de pernicioso y que, por su carácter clasista y teocrático, no tiene el atractivo universal del socialismo, y por tanto menos éxito. Hay que cogerte muy de pequeño para convencerte que tu vida depende de lo que digan unos clérigos o provenir de una formación política donde la Iglesia tiene que tener parte del poder temporal. Pero eso no quita para que esa ola fundamentalista, que sustituye al socialismo como totalitarismo, no sea preocupante.

         Esa indeterminación en la vocación, de ser como todos pero organizarse como seres únicos e imprescindibles, esa organización jerárquica clerical, que sólo entiende de poder y dinero, explica como las personas carecen de dirección espiritual, el sentirse sólo parte de una organización que no les tiene en cuenta, que viven en la perenne triple moral de la secta partidista, que soportan como por la clase y condición son tratados de forma diferente y excluyente, que promueven a los más fanáticos, que colocan a los más entregados y que sólo atienden a razones de tácticas y estrategias propias de mafias partidistas, para juzgar la idoneidad de las personas. El modelo de militante se impone con tanta fuerza que se llega al uso de toda manipulación, al uso de psiquiatras y a los fármacos, ya sea para cambiar el sentido de la realidad, ya sea para controlar el comportamiento moral mínimo para pertenecer al grupo.

         Ese clericalismo fundado en criterios políticos, el sueño de cualquier cura que ha abandonado la entrega personal y sólo quiere figurar, choca con todos los ejemplos que la Iglesia a adoptado como sacerdote, en el siglo que sea, desde las primeras comunidades hasta el siglo XX.

         El carisma no es más que una descripción de un militante de un grupo clerical que ha destilado las soluciones del siglo XX para crear un grupo político y que sobrevive con las mismas armas que otros grupos, con las mismas contradicciones, fracasos e historia. Es una solución que podía tener su sentido en la mitad del siglo XX al vender lo que otros ya hacían. Como ese resto de grupos se ha quedado en una visión marginal, extremista y sectaria, sólo aplicable a viejos nostálgicos, a la endogamia gerontocracia que vemos en el resto de formaciones parecidas.

         Copian mal la vida de un católico, calcan a la perfección la solución ideológica que han dado los partidos de clase y viven la descomposición de esos mismos grupos totalitarios.

         Sólo falta que la Iglesia respire un poco, que salga de la crisis brutal que estos bandos y banderías han introducido en su ser más intimo. Sólo faltan vocaciones sacerdotales y consagradas, que vuelvan a dar la riqueza, la libertad, la altura moral e intelectual perdida, para dejar a estos aprendices de brujo en su sitio.

         Reconocer esta parte de la prelatura, es la más costosa para todos nosotros. Reconocer que hemos sido carne de cañón para que un grupo de curas tuvieran su momento de gloria, es penoso. La vergüenza de militar en un grupo de estas características tiene un coste emocional muy alto. El haber resistido tras pasar por él, más. Más aún superar que esto aún se dé en la Iglesia. Eso da cuenta del horror en el que hemos vivido demasiado tiempo y como está ahora la Iglesia, como saliendo de una pesadilla. Lo que nos hace santos, lo que nos hace grandiosos, es el no haber cedido a esa corrupción moral e intelectual. Haber resistido a pesar de todo, y, cuando todo está en contra, seguir creyendo que Dios es de otra manera, que su Iglesia pervive porque aún es el lugar de encuentro con Él. Lo que nos enternece es poder decir que hemos compartido la misma Pasión, la misma vida de Cristo, en el dolor y el sufrimiento, siendo fieles, con nuestros defectos y virtudes, a esa amistad que no nos libra de la Cruz, sino que nos la hace amar por ser el signo de que Dios nos ha elegido para ser sus hijos y amigos, siendo fieles en la oscuridad y en la contradicción, con pecado y virtud, sin heroísmos, o sólo con uno: amar a pesar de todo.

         Mi testimonio es ese, al final, que seguir a Dios no es fácil por nuestro pecado y el de los demás, por nuestra naturaleza, y sólo tengo que agradecerle que me ha concedido el consuelo de poder ver en vida que esa otra Vida existe, cuando muchos han entrado en la oscuridad y han muerto en ella.

Coplasuelta

 

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