Que no se nos vendan soluciones que no sean las del Resucitado.- Coplasuelta
Fecha Wednesday, 21 March 2012
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Ya he abusado mucho de este sitio. Puede que peque de pesado. De hecho, peco. Y es que el tema, lo diga yo o no, da para mucho. He visto estas colaboraciones que hago citadas en sitios, en comentarios, que no me lo esperaba y en lugares que no conocía. Además, estas colaboraciones, las que he aceptado como pesadas, han coincidido con otras que expresan algunos aspectos sobre ideologías. Quisiera aclarar algo más el tema por el lado de mis opiniones, aún bajo el peso de la condena por pesado.

 

No considero a la ideología como una forma de explicar la dominación de una clase por otra o un conjunto de ideas producidas por una época. Todos conocemos las aberraciones del historicismo sea tradicionalista o marxista. Uso el término ideología como una doctrina cuyo fin práctico es político, esto es, la transformación total de la sociedad, apoyado en una concepción del mundo y una ética que se consideran conformes a un orden natural constatado racional y, sobre todo, científicamente, y que conforman una creencia de tipo religioso...



Entiendo que la ideología así tomada, proviene de las opiniones externas a la Iglesia, se han elevado al carácter de dogma y se cree en esa interpretación de la existencia con la certeza de que es la misma ciencia la que avala esas opiniones.

 

De un tiempo a esta parte, por lo visto, hay grupos en la Iglesia que han lanzado la sospecha generalizada de que forma parte de los poderes de este mundo. Los que poseen ideas de extrema derecha consideran que el Magisterio de la Iglesia ha estado sometido a conspiraciones judío, masónicas, comunistas hasta el punto de tener listas de laicos, consagrados y de parte de la jerarquía que trabaja, noche y día, incansablemente, con un éxito que ya quisieran las empresas o un equipo de futbol, para que sus ideas triunfarán. Aún hoy escucho esas condenas. Por otro lado, los de extrema izquierda, trabajan con el mismo afán para contrarrestar la presencia lo que ellos llaman fundamentalistas o integristas, que suele coincidir con todos aquellos que no piensan como ellos. De tal manera coincide que están dispuestos a admitir que los grupos de extrema derecha son de centro a condición de que se descalifique al resto cómo clericales descerebrados en un pietismo monjil. Esas dos bandas tienen un sistema de retroalimentación tan eficaz que viven deleitándose, una y otra, en los fallos, errores, condenas y anatemas que se dan, sin cesar, cada día. Para muchos de sus líderes lo único que da razón a sus vidas es enfrentarse al último parto mental que la otra secta ha producido esa semana.

 

Cuando explico que la prelatura es una copia mala de lo que la Iglesia propone es por la creación de un grupo alineado con las fuerzas de la extrema derecha de este mundo, de forma libre, interesada, querida y determinada. En esa elección han perdido la comunión con el resto de la Iglesia. Lo mismo se puede expresar de todos aquellos movimientos que, en vez de elegir posturas de derechas más reaccionarias, han elegido todo lo contrario, el totalitarismo de izquierdas. Se podrá decir, como se dice, que esas elecciones están dentro de la libre decisión de los católicos. No lo sé. Me temo que no. No hay tal posibilidad. No se trata de un modo de vivir o de un carisma que encarnar, una especial forma de vivir la Fe que hace hincapié en un aspecto u otro de la misma. Se trata, con todo horror y pavor, de sustituir la Revelación y el Magisterio de la Iglesia, por construcciones teóricas que son meras opiniones, primero, de unos cuantos, segundo, que, además, tercero, contradicen esa Revelación y ese Magisterio no de forma colateral sino de raíz y en el núcleo mismo, al destrozar de raíz esa Revelación y Magisterio con las metodologías que creen científicas sus ideologías.

 

Cuándo me alineo con la forma de vida, con la explicación totalitaria, de una de las banderías humanas, no lo puedo hacer en nombre de la Iglesia, esconderme en esa organización, para intentar que dentro de Ella triunfe esa explicación y con el fin de que triunfen fuera de la Iglesia esas ideologías, verdadero fin de esos grupos, sin duda. Además, esas explicaciones, son totalitarias, liberticidas, injustas, terroríficas y crueles porque intentan, siempre que pueden y han podido, imponer por la fuerza la realización de esa ideología o de esa utopía.

 

En los movimientos conservadores, de extrema derecha, hay menos explicaciones teóricas porque son alérgicos a ellas. Carecen del suficiente nivel intelectual para ello. Si algo explica a la extrema derecha es de tener ideas claras que siempre tienen que ver con juzgar lo superficial como síntoma de enfermedades morales que, desgraciadamente, no existen. Desgraciadamente para quien sufre su juicio porque, como ya sabemos, se queda colgando de ese juicio de por vida y no hay quien lo salve. En los movimientos de izquierdas, la calificación, descalificación, persecución y condena moral es sistemática hasta en la forma de vestir, como en los movimientos conservadores. Es de todos conocida la esterilidad, lo simplón y superficial que son sus críticas y su victimismo. Presentan un esquema tan deudor de ideologías de izquierdas que espanta a los más formados e inteligentes. Gracias a Dios son testimoniales, como sus grupos de referencia.

 

A este punto me quería referir. No sólo vivimos en un ir y venir de cada grupo haciéndose notar aquí y allí en cuestiones morales o de costumbres, en apuntarse el tanto de que estas crisis son de valores, en eso están de acuerdo, a condición de que sepamos elegir qué valores. Para unos es el fracaso del capitalismo para otros de las formas de vida progresistas. Y ambos tienen un análisis certero pero insuficiente, sólo admisible en sus limitaciones y explicaciones parciales sin antes compartimos sus creencias ideológicas. Lo impresentable de los grupos de conservadores y progresistas es eso mismo, que puedan ser reducidos a lo que un ateo conservador o progresista crea. Están más cercanos en forma de vida y en orientaciones teóricas, prácticas y medio pensionista, de sus ideólogos y partidarios que del resto de la Iglesia. ¿Cómo es posible que ideologías con un rastro de terror y horror por medio mundo tengan amparo teórico y práctico en nuestra Iglesia? ¿Cómo es posible el ir y venir de anatemas ideológicos con la capa de ser anatemas provistos de fundamento católico? ¿Cómo es posible que algo que ha sido origen de la violencia, el totalitarismo y la corrupción más infame forme parte de la referencia teórica y práctica de grupos organizados dentro de la Iglesia? Y la objeción, por ambos lados, es curiosa. Es el pluralismo, hermano, hay que ser tolerante con la diversidad y aprender a ser abierto. Impresionante. El oprimido, el despreciado, el manipulado, masacrado, perseguido, el humillado, el difamado, el injuriado, tiene que pedir perdón por no consentir que haya grupos dentro de la Iglesia que tienen, como objetivo, el asesinarlo, violarlo, perseguirlo, injuriarlo, difamarlo, empobrecerle, esclavizarlo y someterle a todo tipo de torturas para que se alinee con la forma de pensar de la ideología a la que sirven esos grupos. Muy mal tiene que estar la Iglesia para que nos haga elegir la forma en que tenemos que desaparecer, morir físicamente, civilmente o psicológicamente. Muy mal tiene que estar la cosa. Y ese pluralismo tiene que ser la infame petición de supervivencia de quien ha perdido su posición en el Mundo y espera recuperarla. Ante ese fracaso en vez de poner en sana critica sus ideas y sus prácticas, pide respeto al pluralismo. Se puede tener más desfachatez pero no más demencia.

 

Pero eso no es todo. En el terror y la crueldad sin sentido de ideologías que pertenecen a lo que la Iglesia ha denunciado como parte de la cultura de la muerte, en una estructura de pecado que va más allá de cualquier prejuicio, esos grupos, además, se consideran “verdaderos creyentes”. No es que algunos católicos, dejando en la puerta de atrás de su conciencia su Fe, se hayan puesto a colaborar con movimientos políticos que son la encarnación del pecado. No es sólo eso. Esos mismos católicos se han atrevido, además, a justificar esa colaboración con ideologías extrañas a la Fe por ser los verdaderos intérpretes, los depositarios de la verdad última revelada. Unos porque mantienen lo esencial de la Fe antes de los cambios operados en ella en la revolución judío masónica progresista y los otros porque se apuntan a toda interpretación progresista con un entusiasmo que ya quisieran esos progresistas en sus escasos militantes.

 

Muchas mujeres y hombres, de toda clase y condición, con más o menos arte o ganas, con más tiempo o menos, de forma escrita o sólo en la vida, viven la moral cristiana y la santidad de vida, con lo que consideran el magisterio de la Iglesia, de la mano de sacerdotes que ni quieren ser más santos que lo que Dios quiera que sean, ni quieren adherirse a banderías políticas. Esos mismos católicos que son críticos, mucho, con esas banderías, con el uso de la Iglesia como gueto donde esconderse del fracaso en el Mundo, son perseguidos, masacrados, por esos “verdaderos creyentes”, y silenciados sistemáticamente. Siempre ha sido complicado y difícil ser un buen católico pero, ahora, la Iglesia misma se mundanizado de tal manera que es imprescindible reconocer que navegamos en la noche más oscura, en un Valle de Lagrimas, dónde se nos ha privado, rodeados de fariseos, del consuelo, de la ayuda, de la compañía, de la propia Iglesia. Algunos aceptan que esto es cierto. Que el pluralismo teológico o de carismas no tiene nada que ver con someterse a ideologías totalitarias. Pero la Iglesia perfecta en el Cielo. Seguro. Este es el tiempo que nos ha tocado vivir. Cierto. Y entonces, tenemos que mover ficha, elegir, ponernos manos a la obra. Y entonces es cuando yo denuncio, en mi soledad más sonora. Denuncio que estoy hasta el fondo de mi alma de esta podredumbre moral y miseria intelectual.

 

La prelatura, en el uso y disfrute de su libertad como grupo, elige ser liderada y apoyar a movimientos totalitarios de derechas, servir a esos movimientos, y, ahora, a esa lectura parcial del liberalismo que se denomina neoliberalismo o neoconservadurismo. Pues bien, esa ideología ha construido sus ideas sobre criterios científicos que cree, por tanto, que son inmutables, como las leyes físicas, y que esos criterios científicos, son los del libre mercado. En esas creencias uno tiene que aceptar que toda la antropología y la moral se basan en criterios de oferta y demanda, dónde todo se mide por el valor que puede tener para personas que pueden o están dispuestas a pagar. Esas verdades “científicas” son la base de un totalitarismo que ha triunfado y que ha sido sistemáticamente denunciado por la Iglesia y por cualquier que tenga un mínimo de sentido común. Los grupos de izquierdas se creen que ese triunfo y crisis del capitalismo da nuevos resortes de justificación a sus planteamientos, también de base científica, en el que su antropología negativa y reduccionista, nos lleva a la superación de esta crisis de la mano de utopías por el colapso, científicamente probado, del capitalismo.

 

Las dos facciones eligen un planteamiento que supera a la Revelación y al Magisterio de la Iglesia, consideran que sus ciencias, sus interpretaciones científicas, dan más solidez a lo Revelado por Dios y custodiado por la Iglesia que lo que la Iglesia misma es capaz de discernir y custodiar. Se ha quedado vieja, en tiempos remotos, sin lenguaje, en una filosofía y en una teología superada. Pues bien. Es mentira. La Iglesia es lugar de libertad y de universalidad, intemporal y eterna. Nos coloca en lo querido por Dios, colocándose como explicación totalizante, no totalitaria, liberadora, que nos vacuna y nos sana, que nos hace madurar y nos coloca ante los misterios de la vida, obligándonos a una humildad y al reconocimiento de nuestra necesidad de ser salvados, que evita caer en soluciones artificiales, ideológicas, excluyentes, partidistas y sectarias.

 

La formación humana, espiritual y psicológica, en el juego de libertad y gracia, conforma el corazón y el alma para, como poco, y como mínimo, despreciar por el Bien del Hombre, cada interpretación interesada, totalitaria, liberticida, pesimista, mecánica, cientifista y retrograda. Y esto no se justifica con la descalificación fácil y simplista de como se han hecho las cosas en el pasado. Que ahora haya depredadores, corruptores y corrompidos a izquierda o derecha nada tiene que ver con lo que se hacía en la Edad Media o dos minutos después de la Resurrección.

 

La Esperanza es ahora, ya, en el núcleo mismo de cada uno, sin hipotecas sobre un pasado que no tiene que volver ni un futuro que no vamos a vivir. Ahora. En las almas más abandonadas y más despreciadas, en esas que dejamos fuera por seguir a esta u otra opinión, esta u otra bandería. No hay que ir al cuerno de África para encontrarse a seres abandonados, pobres, miserables, despreciados. Allí también pero en medio de las ciudades más populosas y modernas. Cada vez que un carisma, en su grupo determinado en buscar el poder y la gloria, en el triunfo de ideas contrarias a la Fe, espera pacientemente a ganar esta batalla universal, se contrae, se hace sectario, minoritario, deja de dar fruto en el presente y, con ello, abandona a cientos de millones de almas a su suerte. Cada grupo y carisma que cifra sus fines y sus acciones en el triunfo del grupo político amigo para hacer algo, convierte en un desolado invierno las vidas de cientos de millones de almas que ahora, aquí, están solas, desamparadas. Cada vez que un grupo o carisma, toma conciencia de la situación con sus prejuicios ideológicos y apoya esas ideologías en la opinión pública, en los partidos políticos o en las empresas, me abandona, nos abandona, nos desprecia, en al soledad más fría y calculada. Y esa es la situación de la selva sudamericana, de África, de Asia y de USA o de Europa. Miles de mujeres mejicanas, por ejemplo, en ese ir y venir del neoliberalismo, se someten al libre comercio, a la oferta y la demanda, y no ganan más de 10 dólares al mes, lo justo para malvivir o mal comer. Esas mismas que son explotadas con violencia en las ideas y en la forma de vida, en Cuba o Venezuela. Cientos de almas que vagan sin sentido, de siquiatra en siquiatra, de libro de autoayuda en libro de autoayuda, en occidente, el mayor mercado para las drogas y el sexo como negocio.

 

Ante ese panorama, en vez de elevar el alma a Dios, el pedir que vuelva la dulzura y la generosidad de tantos miles de almas consagradas y entregadas, en vez de volver a organizar cada obispado y parroquia para ser el principio de la humanización y el final de tanta injusticia, nos echamos en brazos de partidos, politicastros, corruptores y corrompidos, porque, en la sesuda mente de moralistas de tres al cuarto, han descubierto que esos poderes, son el atajo para hacer triunfar a la Iglesia. Y se lo creen de tal manera que llegan al odio, a la persecución de hermanos contra hermanos, llevándose por delante errores de todo tipo, seguro, pero para colocar a gentuza, para llevar al poder, a lobos que su única afán es vivir de los demás a toda costa, de derechas y de izquierdas.

 

Levantar los ojos a Dios para que remueva todas las dificultades, para que renueve la entrega de miles de almas, de millones de católicos que, sencillamente, han desaparecido. Que vuelvan los tiempos en que, por Dios, por los hombres, cientos de miles de almas, lo dejen todo, hacienda y dinero, poder y gloria, que entreguen toda su vida al servicio de los demás. No esa forma de dejarlo todo para vivir como millonarios, como hijos de privilegiados, para disfrutar de bienes que saben que tienen sus raíces en la explotación miserable de inocentes. Levantar los ojos a Dios, en medio de las tares profesionales y en medio de la familia, en medio de este erial que hemos heredado, para que vuelva a remover almas que consideren tan reales y ciertas las promesas de Dios, su Palabra y Revelación, que entreguen sus vidas a la contemplación, que se eleven como faros y guías, almas que sean capaces de humanizar este desierto seco y árido que las ideologías han dejado.

 

Esa es la verdadera crisis. Ya no hay signos vivientes, sensibles, claros y diáfanos, de la acción de Dios en la Historia. Por eso se nota tanto el ruido de grupetes, de fundadores de medio pelo, de sectarios y de sucursales de partidos de uno de otro signo, en cada esquina, en cada obispado y parroquia. Grupos que se cuentan con los dedos de las manos sus miembros pero a los que se mima, se les cuida, para que no ahonden la herida, para que no muestren más a las claras esa división interna de la Iglesia entre politiquillos y politicastros de medio pelo.

 

El Papa, que nos libera del silencio de soportar el abuso a menores, que nos libera y nos lleva directamente a los juzgados, es contestado, vapuleado, por indignos que se creen con el poder de corregir a quien debe servir. Debe ser mucho lo que unos y otros tienen que esconder para que airear parte de un escándalo lleva parejo la filtración de noticias interesadas y taimadas.

 

Conseguir una vocación, una entrega sostenida en el tiempo, necesita de tal esfuerzo y dedicación, que estas sectas no están dispuestas a ofrecer. Son redes barrederas que se llevan por delante cuatro peces mal pescados, cientos de almas inocentes y, como secretarios avanzados del Diablo, hacen promesas, de esperanzas, de cambios, que saben que no van a producirse, sumiendo a otros miles en la desesperanza y la confusión más dolorosa y traidora. ¿Qué son sino muchos de los cientos de las experiencias de esta página sino el relato de esas mentiras, de esas promesas que se saben que no se van a cumplir, engaños para llevar a la manipulación sectaria a almas para que sirvan a poderosos de este Mundo con una eficacia sólo achacable al Demonio? Por eso, el grito sordo y poderoso de tantas almas, que con gemidos y sin entender muy bien qué hacer, se escucha en cada conversación, en cada cruce con la vida de tantas almas.

 

Nos merecemos otra Iglesia, nos merecemos otro Mundo, pero ahora, ya, y que sepamos que vivimos la soledad de la Cruz, en el día más oscuro, y que no se nos vendan resurrecciones, liberaciones o soluciones, que no sean las del Resucitado.

 

Coplasuelta

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