La copia, la mala copia, y lo único original.- Coplasuelta
Fecha Friday, 16 March 2012
Tema 060. Libertad, coacción, control


El apoyo de grupos de la Iglesia a corrientes ideológicas de izquierdas y de derechas ya es algo enquistado y enfermizo, origen y destino de la perdida de presencia en el mundo, sin duda. El seguidismo a las necesidades de las ideologías progresistas es tan aberrante como el que se hace de las de derechas, conservadoras. No sólo es por esas ideologías en sí mismas, en su poder totalitario, excluyente, cruel y terrorífico, como ha demostrado la historia. El pecado radica en haber sustituido la Revelación católica por la visión totalizante de la ideología de turno, poner al servicio de esa ideología a las almas. Y ese es el pecado de la copia, mala, y eso es lo original de esos derroteros de estos grupos. Una vez que tengo la explicación de la Revelación y he madurado en la compresión del Magisterio  de la Iglesia, es imposible que me hagan tragar con visiones parciales, seudocientíficas, interesadas y completamente diabólicas. La alineación de la prelatura con la extrema derecha es lo que tiene de original, es lo diferencial con grupos con carismas verdaderos, vocaciones ciertas y fundadores santos...



En esa alineación se ha encontrado con otros grupos católicos. Si viven parasitando en la Iglesia es porque, al aire libre, en la discusión abierta, en la aportación de las ideas, en la creación y progreso del conocimiento, en el progreso de la Justicia y el Bien Común, no sobrevivirían. Por el otro lado, por el de la izquierda, otros grupos, sobreviven con la misma servidumbre y sometimiento.

La suerte de la prelatura está, por tanto, unida a la suerte de esas ideologías de extrema derecha y siguen, al pie de la letra, la persecución del poder político y económico, que persiguen esos grupos políticos. Entre ellos, entre esos grupos, se da el ateísmo más salvaje y terrorífico, la indiferencia o el pragmatismo sin límites. La prelatura actúa dentro de esos valores morales y dentro de esa ética. Por ese sometimiento, por haber descubierto esa humillante y servicial alineación con lo peor de cada movimiento de extrema derecha, la prelatura se ha estancado en su crecimiento y va perdiendo el peso natural en una fundación eclesial. Cómo colaboran con esos movimientos de extrema derecha le es indiferente difamar, injuriar, despreciar, corromper, perseguir, engañar o hacer desaparecer a cualquier católico que no colabore positivamente con esos partidos o movimientos de extrema derecha. Lo diferencial es que poseen esa vocación política de extrema derecha que, por el momento en que vivimos, vive dentro de partidos conservadores o de forma extraparlamentaria, tal y como sobrevive la extrema derecha. Lo mismo le pasa a los movimientos de izquierdas dentro de la Iglesia, viven al fracaso que viven sus agrupaciones padre, sus centrales ideológicas. Ahora, con el dineral que han amasado pueden producir grandes espectáculos pero que son el fracaso del fracaso, en un carisma que tiene por único fin competir por ser el movimiento de referencia de la extrema derecha de cada país y poco más. No hay gran diferencia con otros grupos que han tenido gran presencia, superficial, sin nada original, en la Historia de la Iglesia. Muchos han creado polémicas, teologicas, morales o sociales por seguir una u otro bandería humana y, como ahora, el único rastro que han dejado es un pasado de pecado y el olvido.

Cuanto más tiempo pasa, cuanto más conozco y sé de mi Iglesia, es tan fácil saber, reconocer al Buen Pastor que más tristes, pobre y miserable es la canción triste de carismas inventados, falsos y mantenidos a base del dinero de los demás. Pero no es nada que no estén haciendo muchos políticos, sindicalistas, empresas, empresarios, artistas,… nos ha tocado vivir un momento de transición en el que, la inercia de ciertos poderes, nos muestran a seres vacíos y en decadencia, al lado de destellos de nuevos momentos, igual de malos o de buenos, pero con renovadas certezas. La prelatura, pues, sólo viene a poner orden, a establecer el orden querido por la extrema derecha en la Iglesia, como una sucursal de ese poder, usando los métodos de gestión y de administración de los demás como masa aborregada, gestar lideres, caudillos, y para mantener el chiringuito, cualquier medio es legitimo: los elegidos están por encima del Bien y el Mal, origen y destino de la moral de cada ideología. Eso les coloca, creen, en un orden atemporal, amoral, por encima de todos y de todo, por encima de la propia Iglesia y de los mismos apóstoles, y rectificando cada párrafo del Evangelio en aquello que se corresponde con el filtro ideológico, buscando de las fuentes patrísticas, en el tomismo y en poco más, la justificación de cada una de sus alineaciones con la moral política de extrema derecha. Por eso no es nada raro que en cada país se alineen con los sectores más conservadores desde la mafia hasta las sectas protestantes, o los partidos filonazis de todo signo y condición. Lo pintan como contestación a movimientos de izquierdas y todos sabemos que son lecturas de la misma verborrea totalitaria de una tradición alemana del pensamiento político. Esas dos mareas que han anegado la vida, la libertad, la dignidad y, lo peor, la vida cristiana de muchas naciones, por generaciones y con una crueldad y terror jamás conocida en la historia de la Humanidad. Han de pasar décadas hasta poder discernir con tranquilidad como la extrema derecha y la izquierda han sido las dos colas del mismo Demonio, atizando al Mundo con toda impunidad.

Llevar a los laicos a esa especie de matrix para elegir el ver la realidad con las gafas de un depredador conservador o un depredador de izquierdas, es el peor de los pecados, la losa de plomo que pesa sobre nosotros en muchos lugares. Losa de plomo que impide mostrar la realidad cristiana sin tener que elegir primero entre dos corrientes de podedumbre moral, de miseria intelectual, de infiernos en la Tierra. Basta ya de hipotecar nuestro futuro, nuestro presente, a una utopía delirante de fuerzas políticas que sólo buscan el poder por el poder, sea cual sea el medio, la forma, sin más fin que perpetuarse en él como sea.

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