De la corrección fraterna.- Solidante
Fecha Friday, 09 March 2012
Tema 060. Libertad, coacción, control


Al leer el estupendo artículo de simple-mente sobre la corrección fraterna, me acordé de la anécdota de Girolamo Savonarola, cuando contestando una carta de aquel papa llamado Alejandro VI, le encarecía diciendo: “no demore Su Santidad el negocio de su salvación eterna”. Esta era una verdadera y evangélica confrontación que el fraile florentino le hacía al poderoso Borgia. Por cierto que ese santo fue un día objeto de devoción de los seguidores de la organización del barbastrense, pues una vez publicaron en una editorial de la casa la ultima meditación de Savonarola, y eso que es la antítesis de San Josemaría, el cual pasándose de discreto y cobardica se sumaba al bando de los grandes de esta tierra, nada de martirio como el del santo florentino que fue quemado por decir la verdad y señalar la infamia y la corrupción en la iglesia de su tiempo. La admonición respetuosa de simple-mente al prelado del Opus Dei trae a mi mente y a mi pobre pluma unas reflexiones sobre la corrección fraterna. No me importa hacer rivalizar a Escrivá con gigantes de la historia cristiana como Domingo de Guzmán, Loyola, Calvino, Cisneros, Silíceo, etc., pero es de deplorar la tendencia que algunos de ellos han tenido de deslizarse por la dictadura espiritual y la tentación de aherrojar conciencias, constituyendo teocracias, magnas o de andar por casa, en realidad hierocracias, feudos despóticos de sacerdotes, esclavizadores del pueblo de Dios...



En el sistema indicado, el déspota hará lo posible por no aparecer como el directo agente constreñidor de las libertades espirituales, sino que es el portador de mensajes superiores e inefables que por un movimiento nunca bien explicado, como una revelación privada y singularísima, le está encomendado la gestión y asistencia de una vocación particular de entrega a la entidad fundada por el sacerdote-rey. Necesariamente se ponen en juego una serie cuidada de tergiversaciones y adulteraciones: se postula la juricidad legítima de la organización frente a su naturaleza antropológicamente sectaria; su naturaleza despótico-clerical se encubre con una proclamada falsa secularidad; el estado de esclavitud de conciencias se tapuja con un canto escandalosamente falso a la libertad; el control registrado y estadístico se niega con la alegación del saludable soplo del Espíritu sobre la totalidad de la organización; la persecución de fines mundanos, de influencia en las esferas de intereses de la política y la riqueza se contrapesa, para la confusión general, con un exacerbado integrismo, piedad rituaria, etc.

Desgraciadamente, en ese mismo sistema, es lamentable constatarlo, la delación tiene un importante lugar. Como la tuvo en la república reformada de Ginebra, en la España de Torquemada, en la comunidad puritana de Salem... Hay que constatar que no es el único medio de control de conciencias, de su narcotización. Sin entrar en el delicadísimo tema de las confidencias, conversaciones y en el todavía más grave de las confesiones –de ello se habla en otras aportaciones de esta web con mucho fundamento-, se ejerce un control exhaustivo de lecturas, cartas, relaciones con gente propia y ajena, y hasta con la misma familia natural. Javier Echeverría habla en términos de admiración filial sobre la práctica introducida por el fundador aragonés de la corrección fraterna en su organización. Habla de amor y caridad. Pero en esta práctica se pone en juego nuevamente un método de vigilancia y control so capa del ejercicio de una ordenanza instituida por el Señor, como modo de rectificación de un camino descarriado por un hermano y en aras de su salvación. En el Opus, se informa de las conductas inconvenientes, no específicamente pecaminosas, al superior que conoce así como en un riguroso seguimiento el pensar y el accionar de cualquier miembro sometido, insumiso o no, de la organización, y todo en aras de la propia organización, aunque nuevamente tergiversado como si de un cometido de caridad se tratase.

No se parece mucho lo que se ha señalado de las referencias evangélicas, libre el cristiano de ordenanzas puramente humanas, por más que se revistan de espíritu, vocación, obediencia; libre de supremacías desautorizadas y de una vez desterradas por la consumación de la misión de Jesucristo, liberados de las dictaduras espirituales, de las idolatrías, por muy piadosas que estas parezcan. Librados de los cultos mántricos, rutinarios que preparan a las víctimas para su sumisión sicológica a la voluntad del líder religioso, que aparece como representante de Aquel para cuya relación no nos hacen falta las mediaciones de poderosos, aunque sean vestidos de trajes talares. Ay si pudiéramos negarnos todos de una vez por todas de la falsa obligación de contar a nadie las interioridades, constatadas por los sentidos, de los demás. Así sea.

Solidante







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