Sobre la copia y el original (4).- Coplasuelta
Fecha Monday, 05 March 2012
Tema 010. Testimonios


LA COPIA Y LO DIFERENCIAL (4)

Coplasuelta, 5 de marzo de 2012

 

 

Supongamos que la copia tiene algo que decirnos. Que tiene algo de lo que aprender. Repasemos esas diferencias por si, honestamente, algo se nos escapa ante su desastrosa manera de hacer las cosas.

Paseemos un rato por los grupos que se dicen contrarios a la prelatura y a sus grupos satélites.

Tenemos esos otros grupos en la Iglesia que elevan a Revelación divina opiniones políticas, ideológicas, de izquierdas. Forman comunidades que viven y se nutren de la explicación en clave revolucionaria, en clave marxista o progresista de la Fe. Es un acto de inseguridad, de complejo de inferioridad y de servir al Mundo, a los poderes que, en forma de ideología, se organizan para la opresión y el terror de unos sobre otros...



De esos grupos progresistas entendemos que hay un esfuerzo por llenar un vacío que las mismas ideologías y partidos de izquierdas no nos han dejado llenar. La Iglesia ha sido siempre el centro y raíz de la liberación del hombre y esas fuerzas poderosas de las ideologías, la han arrinconado a formar parte de la estructura de poder contrarrevolucionaria. Cientos de teólogos, moralistas, laicos y jerarcas, se alinean con esas posturas con una deportividad olímpica, de deportistas de elite.

En ambientes occidentales, en medio del primer mundo, los criterios de ingeniería social priman sobre la verdad del hombre, sobre lo que Dios ha revelado sobre Él mismo y sus planes sobre nosotros. Esa tradición apostólica se ha cribado y filtrado de las inconsistencias científicas por parte de corrientes de ideología progresista. Todo lo que repugna a la razón científica y técnica, no es de Dios, es puro invento de mitos y leyendas para mantener la creencia de generaciones que vivían en un estado pre-científico, pre-racional, inmaduro y retrasado.

Eso deviene en que parte de nuestra cultura está anclada en la cultura de la muerte, de la consecución de la pureza genética, de la selección de quien tiene derecho a vivir y por cuanto tiempo.

A la vez, se convierte en centro y raíz de los avances de libertades personales el reorientar nuestras identidades sexuales con criterios de liberación personal entre oprimidos y opresores, denunciando constantemente a la Iglesia como el núcleo, el origen de la represión más atroz sobre homosexuales, lesbianas y transexuales.

En el mismo sentido, soportando durante décadas la presión para aceptar el divorcio desde la consideración del matrimonio como un contrato civil sin más, ahora se convierte en el centro y raíz de la realización personal de personas que dicen tener una orientación homosexual, soportando que la Iglesia defiende un matrimonio que no tiene la riqueza plural de las diferentes forma sociales de amarse. Nos obligan a acoger a divorciados que se vuelven a casar, matrimonios homosexuales que quieren adoptar o encargar hijos según y cuando les venga bien a su desarrollo como personas, asumir que muchas mujeres pueden llegar sus vacíos afectivos sin necesidad del hombre, encargando a centros de reproducción asistida un ser humano a la medida de sus gustos.

Es curioso asistir, como hacen notar muchos pensadores de izquierdas, que las corrientes progresistas de occidente defendían a los partidos de izquierdas de totalitarismos terroríficos de Estados lejanos, y de boquilla, mientras defendían en las sociedades del primer mundo la realización de los deseos individuales, personales e intransferibles de minorías que nada tenían de colectivistas o de movimientos de clase, ni con el bien común, ni con el Derecho o la Justicia.

Por eso nos encontramos con grupos de Iglesia que tienen un complejo infinito sobre esos poderes del mundo y se alinean con la defensa de esos supuestos derechos como si fuera la última y única forma de hacer creíble a la Iglesia.

¿Qué tenemos que aprender de esos grupos de cristianos tan concienciados con los poderes del Mundo que son capaces de adaptar sus discursos y formas de vida a las necesidades de las ideologías de izquierdas sin crítica alguna?

Pues como con la prelatura. En lo que copian de la Iglesia, vivimos lo mismo. En lo que contradicen a la Iglesia, nada. En eso que contradicen, de eso que eligen, que coincide con sus prejuicios ideológicos, todo. En todo lo que desprecian por no coincidir con sus prejuicios ideológicos, nada.

Y es importante empezar a liberarnos de esas pretensiones de elevar opiniones discutibles a normas morales y doctrinales. En este momento, nada se da entre progres y conservadores, entre conservadores y liberales. Todo lo realmente importante es entre quienes construyen y destruyen, entre los tóxicos y los motivadores, entre los que nos hacen crecer y los que nos reducen a un peón de una guerra que sólo se libra en sus mentes calenturientas.

En un lado tenemos a comunidades concienciadas en la lucha sin cuartel por hacer triunfar el pensamiento de la cultura de la muerte, del totalitarismo de izquierdas, del terror y la crueldad como jamás se ha conocido. En el otro lado, la emergencia de una sociedad jerarquizada, llena de lideres depredadores de la vida y la libertad de sociedades enteras, que convierten empresas y naciones en las cuevas de la derechona que necesita corromper para financiar sus delirios de nuevos ricos y el uso de la triple moral para conseguir el poder y mantenerse en él.

Ninguno de los dos grupos se para en frontera alguna. Todo está permitido porque los fines son los únicos posibles, la instauración del Reino de Dios según sus criterios políticos e ideológicos. No una opinión más sino la única, la definitiva, la querida por el mismo Dios, secuestrado por el grupo contrario.

En ese bucle diabólico se justifican muchas de las diferencias entre la prelatura y el resto de laicos normales. Conseguir un grupo sectario que esté dispuesto a librar la guerra entre el bien y el mal al nivel que Dios se merece, es la gran diferencia. El promover una lucha sin cuartel, el uso indiscriminado de formas de control de las personas, del uso de sus vidas y haciendas es sólo para la victoria final de una forma de ver la vida que, como poco, sería UNA más.

La cobardía, la desfachatez, la inmoralidad, la traición más absoluta es que se visten, prelaturos y grupos afines, progresistas y grupos afines, con el manto de “verdaderos creyentes”, con ser los mejores y más coherentes entre los mejores y más coherentes cristianos.

Con esos criterios ideológicos, del juego del poder político y económico, explican sus diferencias, su forma de orientar la ascética y la moral de sus adeptos.

Por eso oímos y vemos, leemos y estudiamos, se nos arenga y se nos adoctrina, se nos forma de forma privada o pública con aberraciones intelectuales de una ideología o de la otra. Por eso vemos liturgias renovadas con lecturas de las obras o biografías de líderes revolucionarios, teóricos y prácticos, porque con sus vidas están más cerca del Reino de los Cielos que muchos otros católicos aburguesados o de derechas. Por eso otros escriben libros, nos forman, nos arengan y nos orientan hacía explicaciones ultraconservadoras con el mismo motor de asfixiante adoctrinamiento. Para ello se usan corrientes de opinión sobre mitos tan extraños a la Fe como venenosos para la formación personal sobre una visión paranoica de la conspiración universal al mismo nivel de estupidez y locura que la explicación marxista de esa misma Historia.

Por desgracia, según donde te toque nacer y en medio de que grupo, te pasas media vida, media adolescencia, soportando esas visiones en las que la divisiones, los juicios temerarios, las injurias y las difamaciones son elementos esenciales para creer.

Por eso cualquier abandono de semejante misión es la más alta de las traiciones, más que el pertenecer al grupo contrario. De hecho, en ese bucle miserable, la existencia del otro gran grupo ideológico justifica la esencia fanática y sectaria del propio. Por eso esa visión de ambas ideologías de que somos medios para fines, instrumentos, tropa, batallón, el eslabón de una cadena hacía la felicidad absoluta y cuantos más seamos, más fieles y más entregados, antes llegará esa sociedad perfecta.

Claro que grupos así, con esa conciencia tan clara, con esa pasión y entrega, es la envidia para el resto de católicos. El resto somos rebaño informe, sin audacia apostólica, sin ganas de sacrificarnos y de entregarnos, egoístas que no lo dejan todo, que no son capaces de negarse a si mismos para conseguir el poder y la gloria que se merece la Iglesia, el Reino de Dios o la Aurora Boreal.

Por eso copian lo que necesitan para sus fines ideológicos y desprecian el resto de la Revelación, del Magisterio, cada crítica que se les hace, cada llamada de atención, cada aclaración de sus fines en su inmoralidad y desviación, cada condena a sus métodos y a sus formas, es filtrado por la presencia de agentes del grupo contrario en las esferas de poder de parroquias, obispados y de la Iglesia mismas.

Se escapan, rodean cada admonición, cada aviso, cada elemento que los destapa y los deja ante el resto de católicos como lo que son, sectarios y partidistas, argumentando con criterios ideológicos, apelando la tolerancia a las pluralidad, haciéndonos creer que la Iglesia, para nuestra desgracia, es la suma de grupos que se anatemizan unos a otros, apropiándose como grupo de las prerrogativas reservadas a la Iglesia como una, santa, católica, apostólica y romana.

Por eso copian sólo una parte y, en lo que les diferencia, es en la forma en la que apoyan y desarrollan el totalitarismo ideológico al que sirven. Lo triste es que usan los medios y los lugares, los cargos y las formas de vivir, de todos, con el dinero de todos, con los espacios de todos. Para nuestra desgracia viven entre nosotros, los soportamos como sacerdotes y laicos, se mezclan con nosotros con el descaro de llamarse y autoproclamarse cristianos corrientes cuando no son más que militantes fanáticos de grupos paralelos e independientes de la Iglesia.

La copia es interesada. La diferencia es lo que les hace iguales a otros grupos de su ideología. Lo diferente es que son agrupaciones de la ideología dentro de la Iglesia como lo son en universidades, empresas, Estado y cualquier institución. Muy a nuestro pesar tenemos oficinas permanentes de cada ideología en medio de nuestra Iglesia que viven de forma parasitaria de una organización a la que no siguen, a la que usan y mediatizan constantemente.

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