La copia y lo diferencial (3).- Coplasuelta
Fecha Friday, 02 March 2012
Tema 090. Espiritualidad y ascética


LA COPIA Y LO DIFERENCIAL (3)

Al ir transitando por los Misterios de la Fe, en los ciclos litúrgicos que propone la Iglesia, junto a las noticias que nos van llegando del Papa, lo que dice o escribe, uno se va modelando en la Fe.

Al ir caminando por el difícil arte de soportarse a uno mismo, cómo decía el Padre Pio, el alma coge peso para el realismo, esta vez sí que metódico, en el que la vida que no es espera no sólo es una posibilidad, sino una necesidad, la Esperanza cierta...



Al ir transitando por los pecados personales, más de omisión que otra cosa, para con los deberes más elementales del estado más puramente laical, la conciencia se va iluminando de Caridad.

Y se asoma, gracias a la Doctrina Social de la Iglesia, al vértigo de que la Paz no llega porque no triunfa la Justicia y que, siendo esta fría y calculadora, se ha de gobernar con la Caridad más ardiente.

El vivir en medio del mundo, dentro de la Iglesia, con todo lo que eso significa de libertad y obediencia, no tiene que ser fácil pero nadie ha dicho que sea complicado.

Siempre se ha visto un camino estrecho y el ancho. El primero reservado para quienes aman a los demás en Dios. El segundo para quienes justifican su egoísmo gracias a los actos de miserables que se creen verdaderos creyentes. El Señor se enfrento a los fariseos y, en segundo lugar, con la torpeza de los apóstoles. Nunca perdió de vista tampoco al resto, a lo Él llamaba generación, para soportar su indiferencia.

La mala copia de nuestra vida de laicos en medio del mundo que realiza la Prelatura, si se obvia las grandilocuentes y vacías pretensiones de totalitarismo, se basa en que sólo se puede mostrar esa diferencia exagerando, retorciendo lo más noble, sencillo y amable de la vida ascética. Tiene que ser frustrante cómo la Iglesia, Dios, lleva y trae, sin organización ni burocracia febril, santos y santas, en medio del mundo. Debe ser absolutamente frustrante ver que en la vida de la Iglesia, laicos y laicas encuentran caminos de santidad real sin necesidad de decirlo 1.000.000 de veces al día para que lo sean los demás.

Al final, esa diferencia tiene que ser visualizada en forma de poder político y económico. Esa prelatura sólo es posible que exista porque se da una diferencia de vida y esa diferencia es demostrar que ese carisma tiene éxito en la sociedad. Por eso ese esforzado camino por crear clones, seres despersonalizados, que, a base de pruebas, de error y éxito, intentan colocarlos en medio del poder. Por eso tienen esa visión de ejercito, de estar en una guerra obsesiva por mantener a toda costa la diferencia, el llegar a tener más éxitos que otros católicos en el poder político y económico.

Para eso, para la prevalencia del grupo, lo importante son los números y no las personas. Por eso es tan importante controlar la conciencia, hacer todo lo posible porque la información más intima fluya, se pueda utilizar para colocar, promocionar, distribuir ese poder.

Por eso es prelatura. No puede ser orden o movimiento, no puede ser congregación u otra realidad religiosa. Sólo puede copiar la estructura jerárquica clerical, porque no tienen diferencia alguna y necesitan salirse del control moral y de la autoridad de la Iglesia, de las normas y el magisterio común. No es posible violentar las conciencias, robar haciendas, violentar biografías, mentir, difamar o injuriar si uno dice tener un carisma vocacional. No hay ningún aspecto de la Fe que permita tener una forma de vida inmoral por ver triunfar a un grupo, a la Iglesia. No hay ningún aspecto del Evangelio que esté especialmente destacado en la vida de la Prelatura. Sólo es una forma de hacer las cosas diferentes y esa diferencia es la pura inmoralidad, los atajos más deleznables para conseguir los números cada mes, cada año, de cuota de poder en una sociedad o nación.

Por eso los mejores miembros, los más mimados y queridos son siempre los más miserables y mediocres que llevan la pesada carga del cargo. Por eso la relación con la tropa es de indiferencia, dejadez y de infinita crueldad sectaria.

Por eso el empeño de la Prelatura por tener poder, la única forma de hacerse respetar entre poderosos y ricos.

Ahora que el Mundo, al que aman apasionadamente, les conoce, les ha encontrado la medida y les desprecia por ser un grupo de listos mal dirigidos, se vienen a esconder a la Iglesia y piden tolerancia, caridad, haciéndonos creer que la Iglesia es la suma de grupos, de carismas.

Debe ser terrible para un fariseo ver que Dios Padre ofrece su poder a quien se rodea de pescadores, publicanos y demás ráela. Ha sido terrible en la vida del fundador de la Prelatura ver que los santos, las santas, a pesar de los pesares, nacen, van y vienen, llegan y se van, y llegan al poder o no, tienen dinero o no, están en cualquier lugar, país o nación, de cualquier edad, condición, raza o clase, y no necesitan ese entramado de burocracia espiritual.

Sin tener una diferencia esencial con nadie, la paranoia es completa: es al megacarisma, sustituye a la Iglesia misma viviendo como debería vivirse la Fe, como lo quiso el mismo Dios, en los primeros días del cristianismo, antes de llegar toda la desviación provocada por la vida consagrada. Uno, viendo que no hay diferencia alguna y estando convencido que se viene a la vida a hacer algo grande, único, sólo queda que esa misma falta de diferencia sea lo esencial, arrasar con toda la Historia del Mundo, de la Iglesia, y refundar la misma Iglesia. Y todo lo demás que me cuenten de la Prelatura es puro marketing.

Todo ese horror de miles de grupos organizados, dentro y fuera de la Iglesia, para hacerla desaparecer y la necesidad de un grupo igual de fuerte, que no tenga escrúpulos, que juego al mismo juego del poder económico y político, sólo sirve para engañar, un par de décadas más, a quienes tienen visiones paranoicas la Historia, sean de derechas o izquierdas. Por mucho que esa coartada la sigan usando para marcar a la raza de Caín, al progre o al filomasón, sólo consiguen consolar a quien se ve encerrado en una cárcel de cristal, a quien ve que todo se cierra, que todo se vacía. Lo único que hacen es mantener la cohesión del grupo a toda costa, de lo poco que queda, porque es mucho lo que se juegan, su existencia. En medio del campo, en medio de la Iglesia, esas diferencias se pierden y sólo queda eso, hacer de la Iglesia un gueto de guetos, un puñado de carismas que tienen en común la visión sectaria de la extrema derecha.

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