Pesadillas adolescentes.- supOmal
Fecha Monday, 27 February 2012
Tema 010. Testimonios


PESADILLAS ADOLESCENTES
SupOmal, 27/02/2012

 

Es curioso por premonitorio, que la primera imagen consciente que tengo del Opus Dei yo tenía apenas 15 años y llevaba una “cogorza” considerable de brandy (Fundador para más señas) en una tertulia después de comer. Era una convivencia en una magnífica casa, como debe ser, pues te impresionaba ya sólo con verla al llegar. Asistí para pasarlo bien, es lo que uno a esa edad espera y desea. Sabes que te harán rezar y cosas de estas, pero estar con los amigos de fin de semana, hacer deporte, estudiar, ambiente, también nocturno (de pura y sana inocencia), etc. era lo que entonces nos apetecía. Una jugosa carnaza que envuelve un anzuelo perfecto, pero una vez ya has "picado" jamás vuelves a probar ese bocado.

La había organizado el centro donde iba a estudiar alguna tarde por invitación de un compañero, el cual dejó de ir por allí exactamente el mismo día que me llevó, fue su último y jamás supe por qué. De la misma forma que cuando yo pité, los que ya eran numerarios de mi curso dejaron de serlo poco después, uno tras otro...  



Feliz y eufórico por el "chute" de mis primeros cigarrillos y alegre encuentro con el alcohol, pensé que esto del opus era algo cojonudo, la pera en bicicleta vamos y que uno habría que mostrarse la mar de “majo” para que me tuvieran en cuenta más a menudo y poder disfrutar de tanto éxtasis adolescente. De esto hace muuuchos años, hoy sería un delito, pero como tantos otros del OpusDei. No me extraña que ahora les cueste mucho más "pescar", pues aquel sabroso cebo está prohibido por ilegal, aunque ignoro si lo respetan. Yo no pondría la mano en el fuego.

Pité pocos meses después, cuando faltaban tan sólo un par de semanas para el UNIV y me hacía una ilusión enorme ese viaje. Pero haber escrito "la carta" tan pronto me supuso el primer disgusto: ya no vas a ir a Roma. Hay un chico que nos interesa y que ocupará tu plaza. No me esperaba ese “premio”, debí ser presa demasiado fácil y no iban a malgastar una plaza conmigo. A esa edad no se entienden muchas cosas, pero a pesar de mi dolor yo lo acepté, llevado sin duda también por intentar caer bien a los superiores, a la sazón profesores míos en el colegio.

Solo 3 meses después aterrizaba en mi primer curso anual, en El Grado, usando como residencia las reformadas antiguas barracas de los obreros que construyeron la presa. Me impresionó el cura barrigón y fumador empedernido que atendía el curso, cuando nos reunió para hacernos una charla nada más llegar. Recuerdo que especialmente habló de la higiene personal, con especial énfasis en el “pito”, que no hacía falta sacarle brillo, tal cual. Me ofendió sobremanera, incluso empecé a pensar que aquello era un campo de corrupción de menores o algo parecido y me habían engañado. No comprendía tanto discurso radical ni tanta ordenanza cual campamento militar. Era un cura, con una sotana más chamuscada que el macuto del chusquero, por lo que pensé que no debía desconfiar. Recuerdo que recitaba de memoria "La venganza de Don Mendo" y el pobre siempre saludaba diciendo que estaba muy jodido, pero contento. Era otra frase que yo no paraba de darle vueltas, pues a mi edad no había vivido suficiente para tanto mensaje encriptado.

Un amiguito del pueblo me advirtió de que si en aquel curso de verano no iban chicas, debía tener cuidado con mi retaguardia y aunque le di vueltas a tenor de lo visto, sinceramente entonces no le entendí. Allí descubrí el cilicio, el suelo, los votos, las correcciones, allí descubrí que me estaban desgarrando algo de intimidad, quizás la inocencia. Pero era verano, largas brazadas en el pantano y peor alimentado que en un cuartel no estaba. Y tenía el privilegio de una habitación individual, cosa no muy normal, ya que me las apañé para conseguirla. Fue el mismo verano que se abrió Torreciudad y el día antes a la inauguración estábamos todos allí para ver los preparativos. Tarde muy calurosa y nada más llegar andando desde el poblado de El Grado, se abrieron la verjas de la explanada para dar entrada a un flamante y fastuoso Mercedes granate oscuro con cortinillas, que cruzó a toda velocidad hasta llegar al pie de la escalinata del santuario para luego ser engullido por tamaña estructura. Pensé primero que se trataba de Franco (moriría pocos meses después) pero alguien dijo que era Don Florencio. No pregunté más para no poner al descubierto mi ignorancia, pero te aseguro que imaginé entonces que sería un ministro enviado por el mismísimo generalísimo. Un coche así solo lo había visto cuando Franco vino de visita oficial a mi ciudad unos cuatro años antes.

Como entonces, por mucho que lo saludamos enérgicamente agitando los brazos, nadie correspondió a tanta entrega. Me sentí importante por estar allí, pero también ignorado cual plebeyo despreciable, lo cualo se confirmó a los pocos minutos cuando nos pusieron escobas entre manos con la sagrada misión de dejar la explanada como una patena. A decir verdad, ni siquiera recuerdo la ceremonia del día siguente. Debería estar pensando en qué mundo estaba yo, donde los curas van en coches de gran lujo con chófer.

Supe en la tertulia de la noche, no sin agudo desconcierto, quién era aquel pájaro espino (en 1975, el consiliario del Opus Dei de la región de España). Soy muy reservado y no dije nada, pero esta anécdota todavía me persigue en sueños de noches tormentosas, pues sigo sin comprender. No era un "sapo", para mi sólo un jeroglífico. Es curioso que después de los años uno sigue haciéndose montones de preguntas, alguna con respuestas clarísimas, otras mantienen un misterio que ríete de la Santísima Trinidad. Pero uno necesita manejarse y elabora el diccionario de las contradicciones para calmar el irritado sentido común, evitar más ataques de estupidez y quedar extasiado con tanta santa mentira compulsiva y adocenada simultáneamente.

Con lo de los votos tardé un poco a dar con la clave y su traducción correcta, soy un poco lerdo, pero no tanto como para otorgarles respeto y credibilidad alguna. Los de pueblo somos planos, pero podemos sacarnos un par de carreras y hacer fortuna en actividades empresariales, formar una familia extraordinariamente feliz y normal de verdad, aún manteniendo la vagancia innata y sin creer un ápice de la santa desfachatez o la Santa Farsa como es cada vez más conocida la obra de Escriba. (No me equivoco). Iba con lo de los votos: Obediencia (Sumisión), Castidad (Represión) y Pobreza (Avaricia Corporativa). Los amantes de la verdad y que han transitado por tan santa pasarela, aún a riesgo de haber quedado tarados de por vida, sabemos que es así y punto.

Y punto y aparte requiere la Caridad, que no es voto porque aquel día el terrorista divino estaría despistado, pero bien que hubiera podido ser. El más alto y expreso mandato de Cristo no podía quedar impune y tan ampliamente despreciado. Desvalijado y prostituido como lo ha sido y está siendo por quienes viven ahí dentro el verdadero espíritu fundacional, aunque si uno observa bien, nada especial si tenemos en cuenta que los mensajes de Jesús de Nazaret no tienen la más mínima cabida en el Opus Dei. De hecho, jamás he visto un interés específico para que fuéramos imitadores de Jesús, más bien nos querían y quieren Cirineos. Interesante ejemplo comparativo que me gustaría desgranar en un próximo escrito, lo encuentro absolutamente fascinante. Ya sabéis la consabida pregunta atribuida a A. del Portillo: ¿Quién se atrevería a afirmar que el Cirineo tuvo mala suerte?. Perversión a raudales.

Saludos,

supOmal (Carlos)

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