Todavía no salgo de mi asombro leyendo los reglamentos de la Obra de 1941. ¿Dónde estoy metida?, es la pregunta que me hago. Pues está súper claro que, como dice Guillaume, ésta es la hoja de ruta del fundador, lo que nunca ha cambiado.

            Estoy muy indignada porque nos hayan ocultado todas estas pautas que ahora me hacen comprender que las cosas que no veía bien, no eran fallos de las directoras, sino algo establecido por nuestro Padre.

            Especialmente, me ha dado muchas luces el artículo 6:

1. Procuren los Superiores de la Obra no expulsar a ninguno de los socios.

2. Facilítese la salida a quienes pierdan el espíritu.

3. Si perdido el espíritu, no quisieran voluntariamente salir de la Obra, se procederá a despedirles con mucha caridad.

            Me explico. Siempre me había llamado la atención que, cuando una persona de la Obra se mostraba  crítica -que es lo que nuestro Padre entiende por perder el espíritu-, se siguiera el mismo e idéntico procedimiento: 1º) intentar someterla quitándole sus apoyos humanos (trabajo, cambiándola de centro y de ciudad, etc.), para desestabilizarla: es lo que viene a decir el n 1º del artículo 6º;  2º) ponerla en situación de que la interesada pida la salida, sometiéndola a un mobbing despiadado: lo que dice art. 6, 2; y 3º) despedirla si no se consigue que quiera irse, que es lo que dice art. 6, 3.

            Yo veía que siempre era lo mismo, y lo achacaba a una praxis inadecuada que debía de haberse ido arraigando en los últimos tiempos. Pero ahora veo que no. Que se trata de algo fundacional instituido por nuestro Padre, y que las directoras de la asesoría y la delegación aplican rigurosamente sin ningún escrúpulo, en cuanto es algo de espíritu, voluntad de Dios.

            Es muy fuerte.

            Gracias, Guillaume. Y no dejes de seguir destapando todo lo que puedas.