La santa familia de Escrivá y una infancia peculiar.- Nicanor
Fecha Wednesday, 15 February 2012
Tema 115. Aspectos históricos


Una de las incógnitas que colgaba en mi mente durante el tiempo en la Prelatura era el porqué la familia de sangre de Escrivá no estaba en los altares sino en una cripta donde - hoy y ahora - se sabe que nunca quisieron reposar.

Así pues, Doña Dolores, Don José, Tía Carmen y - el más lejano - tío Santiago, nunca fueron promovidos por Escrivá primero en ser fieles de la Prelatura. Los excluyó, así de simple. El pretexto de "su vocación era la de ser familiares de un santo" no tiene peso. Hasta podría aventurarse que Escrivá no se llevaba del todo bien con su familia. Recordemos cómo se narra el "modo heróico" en que hacía llorar a Tía Carmen cuando llegaba de viaje y no le dirigía la palabra. Parece que Escrivá, en su culto personal, despreció a quienes le engendraron y acompañaron. Simplemente no quiso y hoy no se quiere por más que los pongan de ejemplo en los cómics o en las biografías "aprobadas".

Escrivá poseyó una infancia poco común, diría hasta violenta. No cabe duda que un posible detonante haya sido la muerte en seguidilla de sus hermanas y quién sabe la conducta que presenció de sus padres tras esas pérdidas. La conducta de Doña Dolores con la vara en la mano sacando al hijo debajo de la cama cuando había visitas, las visitas que recibían sus padres, la extraña decisión de Don José en proteger la economía de su compañero, el plato arrojado sobre la pared, las cartas disparadas de un manotazo cuando Carmen jugaba con sus amigas mientras del pequeño Escrivá... no se sabe; el intento del padre que hablara - antes de tomar su decisión por el sacerdocio - con un párroco... Dejar sin atención médica a su madre y luego enterarse que falleció y no llora... raro.

Algo raro se cocinó en su infancia, hasta el punto de olvidar en plena misa con cuerpo presente de Tía Carmen de encomendarla - a lo que atribuyó posteriormente un carácter divino-; sobretodo a él que se jactaba que ponía a todos en la patena.

Rescribiendo la historia del Opus Dei, en base a narraciones de primera mano de los primeros es una gran lección para todos los que hemos estado en ese mundo. Dudo que los fieles que leen estas páginas den credibilidad a los escritos de Guillaume, Gervasio, Knetch entre otros por el intenso culto a la personalidad del Fundador que reciben en los Centros.

Mis felicitaciones para todos aquellos que desean aportar estos testimonios vivos de esta fundación y de su fundador, más allá si sigue intercediendo desde el Cielo para reformar lo que queda de su institución.

Nicanor
nicanor.wong@gmail.com  







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