La Piedra, antes de ir a trabajar. (Cap.12 de 'A quien pueda...').- Satur
Fecha Sunday, 13 June 2004
Tema 100. Aspectos sociológicos


La Piedra, antes de ir a trabajar...

Cap.12 de 'A quien pueda interesar'
Enviado por Satur el 13-6-2004

La Piedra, antes de ir a trabajar a Pompas Fúnebres, se ha jugado una cena a que no soy capaz de chuparme la punta del codo con la punta de la lengua. Llevo dos horas intentándolo sin éxito, con un principio de tortícolis planetaria. Son las nueve así que me sumerjo en Orejas, descanso un poco, y sigo luego con la lengua a chupetones: ¡estoy a punto!

Pregunta Luis como es posible que Degüer siguiera en la prelatura. Pues de sí. Es posible. Como fue posible que yo estuviese en ella 27 años de mi vida y de mi corazón -sabiendo la de prelatura (y la no prelatura) lo que sabía de mi. Y es que, en agregados y numerarios, una vez que pasas esa difusa frontera de los tres, cuatro, cinco primeros años de entrega Seur, entonces, de allí la única forma de marcharte es diciendo que te vas. No esperes que te aconsejen ellos porque no lo hacen. Y no por nada especial; no existen estrategias meditadas, o afán de que "no se pierda ni uno", o amor vedadedo... Es, sencillamente, que las cosas son así y, además, allí no manda de verdad nadie...

Allí te dan un encargo de dirección que intentas llevar a cabo siguiendo Vademecums, de Spíritu y tradiciones orales de sospechoso origen que te impiden dar consejos en conciencia. Tengo la impresión de que en la opus hasta el más tonto (sí, ya sé que no hay plazas de tontos, pero alguno he visto: no se me olvidará aquel director, arquitecto de renombre, un Petronio de cincuenta tacos, sienes plateadas y muy piadoso, que en una tertulia de una convivencia de cooperadores comentó "la semana que viene no podré trabajar en tal asunto porque me operan de fimosis". Hala, tócate los nísperos, chuminín). Digo, que me había divertido, que en la opus hasta el más tonto ha sido alguna vez o director o subdirector o secretario, o vocal de no se qué, incluso "Inscrito", pero allí no manda nadie.

No era infrecuente encontrarte en un consejo local planteándote de un numerario o de un agregado "qué coño hace un tío como éste en un sitio como éste", como tampoco era infrecuente que el sacerdote te viniera preocupata con fulanito porque parecía un masón en carnaval más que un numerario... Y allí, a parte de rajar, nadie movía un pelo por remediar la solución. Se hablaba de "hacerle un hombre de vida interior", de llevarle al médico, de reconvenirle. Y si se te ocurría plantear el aconsejarle su salida, enfocar su vida de otro modo, la respuesta habitual era que no, que venga, que nunc coepit, que Dios sabe más y alabín, alabán, alabín bomba. Había excepciones, pero eran eso, excepciones.

Cuando decidí dejar la opus, un director -uno de los cinco que me escucharon durante esa semana de Pasión- me dijo muy serio después de escuchar mi biografía "tendrías que ir al médico", y me animó él me acompañaba (¡qué majeteeee!)- a concertar cita en Navarra. Este tenía fama de llevar a Navarra a media delegación así que le dije "a otro perro con ese hueso". Otro, sacerdote de probada virtud y reconocida santidad, me aconsejó que "hay una medicación que rebaja la líbido y te puede ayudar a someter esas pasiones". Le pregunté que si de verdad tenía alma sacerdotal, y después de conocer toda mi vida hasta el último rincón, no sería más sensato aconsejarme que intentara amar a Dios de un modo más normal, de tropa, con La Piedra y tal... Respuesta: "es tu problema". El tío tenía 70 tacos, los suficientes para ejercer una dirección espiritual lejos de normativas y reglas y cerca de eso que Juan Pablo II llama "expertos en humanidad". Éste era experto en hacer castos a base dejarte el ciruelo empastillado y mustio. ¡Valiente virtud!.

Sí, Luis, Degüer puede seguir en la opus hasta que él decida que eso no es lo suyo, cosa que dudo que alguna vez haga porque está como una absoluta regadera, y lo sabe.

Hay correspondencias en Orejas que te dejan ¡guerapa! total por su sinceridad, a veces descarnada, sangrante y cruda con ellos mismos. A mí me impresiona más eso que el saber si en la opus se actúa asín o asán, o me hicieron esto o lo otro. Sin embargo, creo que ese tipo de personas están muy cerca de eso que se llama vocación. El reconocer las tendencias más bajas -el rencor, la agresividad, la avidez sexual, la vanidad, el orgullo y todas esas mierdecillas que llevamos dentro todos (he dicho todos)- son un buen principio para volver a empezar de verdad (he dicho de verdad). El problema de la purificación, que es el problema que uno descubre cuando ve que anda por caminos de santidad aparente y su realidad es miseria y compañía, no está en no experimentar que uno es un cerdo, o un perro, o un pavo real, sino en alejarse lo suficiente de uno mismo como para reconocerse como tal: soy un cerdo, soy la última mieeeerda que cagó Judas. Es decir, confesar lo inconfesable. De algún modo uno se hace exterior a esas miserias. Se trata de despojar nuestra miseria de su buena conciencia y, con ella, del enorme dinamismo que le confiere el convivir con el ideal. ¡ Cuánto puede lo peor cuando se presenta bajo la máscara de lo mejor!

Si aislamos lo peor de nosotros mismos, sin alimentarlo de mentiras, con ese sentido del humor que da el ver las cosas como algo exterior a nosotros, como si nos viésemos en una película -probablemente provocaríamos en nosotros más risas que lágrimas, más ternura que juicios despectivos-, estamos muy cerca de la inocencia: allí comienza todo tengamos la edad que tengamos.

Sí. A mí hay correspondencias que me admiran por esa sinceridad que está muy lejos de ciertas ascéticas que viven en "el demonio del bien", y que bastantes conocemos. Esas que para recuperar la paz aceptan la ayuda de la vanidad, del miedo, de tantas cosas, que te hacen pensar que ayudas a Dios (¿qué Dios?); el desprecio orgulloso de la carne y del mundo para ser "puro"; el aislamiento del caracol en su concha de "elegido" como vida interior; la abdicación de la inteligencia adornada con el bello nombre de sencillez de corazón (¡sabrán lo qué es eso!)... Prefiero el pecado con todos sus tormentos, la derrota total, que la victoria con semejantes aliados.

Entre la impureza del mal y la impureza del bien me quedo con la primera: uno es un rostro, con cara y ojos, la mía, y la otra es una máscara... aunque, todo hay que decirlo, mi máscara era preciosa... ¡¡¡mi tessssoorrooooo!!!





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