Yo también sufrí (3).- Ferita
Fecha Wednesday, 30 November 2011
Tema 010. Testimonios


YO TAMBIEN SUFRI (3)

Ferita, 30 de noviembre de 2011

 

 

Vivíamos en el último piso de la Escuela de Decoración, el ambiente que había y las personas de dirección eran estupendas C.Ll. era la directora del centro, “artista” con un gusto exquisito, profesora también en la escuela. Vivían allí, además, la subdirectora, jefe de estudios de la escuela y muchas profesoras, como yo. Había gente que trabajaba fuera, en un Banco, dando clases en colegios, una estudiante de música, otra que había estado 10 años en Colombia y que vino sin nada y con la ilusión de trabajar en la alta costura y cuando lo consiguió, se fue. Otra muy seria que estudiaba oposiciones y que no salía para nada de su cuarto, ni se la podía molestar… Pero fueron los años más bonitos que viví, me parecían gente normal, profesional y con mucho sentido del humor. Tengo buenas anécdotas que contar...



Voy a pasar a cuando el centro se cerró por obras y la Escuela de decoración también se iba a cerrar pero había que terminar los 3 cursos. Más adelante contaré ese periodo.

 

Me mandaron a un centro, Paris, de subdirectora; iba a abrirse como centro de numerarias y de agregadas. Aparecimos unas cuantas sabiendo que en cualquier momento vendría la directora. Estaba la secretaria, una persona mayor que yo, I. C con mucha experiencia, psicóloga, tenía una consulta privada, muy profesional, además era directora de un colegio para gente con problemas, (al principio me daba un poco de respingo, pues pensaba que me iba a fichar como caso “raro” por lo de “artista”, que ya contaré como era vivir con ese “sello”), pero no. Ella sabía cómo había que hacer todo, cómo limpiar, lo que era más importante y nos organizaba. Se marchaba a su trabajo pero mandaba a amigas suyas para ayudar, además tenía muchas, y un curriculum de pitajes impresionante. Las demás, como pringadas, al fregoteo, a poner todo reluciente, dimos cera a los muebles, suelos, lámparas, lamparitas, en fin todo quedó lo mejor que supimos.

 

I.C era una persona muy entrañable, cariñosa, divertida, que sacaba tiempo para todo menos para estar en la casa pero, cuando estaba se notaba mucho, era una persona buena. A mi me parecía muy valiosa, que tenía que atender su trabajo profesional lo mejor que pudiera. Estar en la casa tampoco era tan necesario, así había vivido yo en Llar.

 

A una de las amigas de I.C le pidieron venir con gente a mover armarios enormes. Apareció en la puerta con su hermano y unos cuantos amigos, todo un equipo de balonmano, jugadores de rugby y algún compañero de facultad. Llamó al timbre. Abrió la puerta una agregada que se quedó alucinada ante el panorama y con mucha delicadeza les dijo que se había suspendido el traslado. A esa amiga le costó invitar a todos a cerveza por el viaje en balde.

 

Un día por fin apareció la directora cuando estaba todo listo y limpito. Era R.V médico pediatra, mayor que yo, con un trabajo en la seguridad social que entraba a las 10 de la mañana y que al poco rato ya estaba en casa. También hacía visitas domiciliarias en lugares conflictivos de Barcelona, y pedía a alguien que la acompañara, pues no se atrevía a ir sola. Tenía, como I.C, pendiente la tesis, pero nunca podía trabajar en ella, pues por lo visto le dábamos mucho trabajo, sobre todo el centro de agregadas, que estaba en el piso inferior.

 

Yo no había visto en mi vida una agregada. De entrada me parecía una vocación rara, pero había gente estupenda que íbamos conociendo, pues el Oratorio estaba en ese piso. A mí siempre me ha gustado hablar mucho y bajaba para conocerlas. En ese piso había 2 habitaciones que eran las salitas, donde ellas contaban su vida pero además, el cuarto de dos numerarías que se las veían y deseaban para coger cualquier cosa, la biblioteca, un cuarto de estar y 1 baño. Y una habitación despacho para la secretaria de agregadas, donde creo que casi vivía, pues siempre estaba allí sentada.

 

La secretaria de las agregadas era una persona muy curiosa, siempre llevaba un gorrito puesto hiciera el tiempo que fuera, nunca supe si era por algún problema capilar y Dios me libre el preguntarlo. Estaba normalmente detrás de una mesa con varias cajas abiertas, y venga de talonarios. Fuera en el momento que fuera, ella estaba allí con una cola de agregadas que llegaba hasta el Oratorio. Yo pensaba, pues sí que gastan… o, sí que entregan… o, o… El caso es que siempre había movimiento y nuestra directora siempre ocupada, atendiendo a tanta gente.

 

Iba a mi trabajo, todavía en la escuela de decoración (antes de cerrarla había que terminar los 3 cursos que quedaban para terminar el ciclo) y luego estaba en casa haciendo cosas, estudiando, preparando clases, y por la gente, las numerarias que había, por mis amigas que siempre han sido muy buenas y he tenido muchas, dando círculos., etc. Nunca tiempo para pintar, ni tenía lugar para ello. Sólo dedicada a los murales, así me tenían entretenida, aunque había otra persona M.S muy valiosa, que también le tocaba hacerlos, pero tenía que estudiar mucho y estaba delicada de salud.

 

Como a la directora no se le veía el pelo y a la secretaria tampoco, la gente me venía a preguntar. Tomaba decisiones o decía “tú misma”, que en Cataluña se dice bastante. Decía lo que me parecía más lógico aunque sabía que nunca iba a acertar. Hacía muchas veces comidas o cenas, por la noche no teníamos a nadie ni los días de fiesta, no me importaba y siempre había alguien que echaba una mano. La verdad es que todo me venía grande, además no me encontraba muy bien. Con un médico en la casa, tan sana, era muy difícil ponerse enferma. Tenía un fiebrón de 40 y me hizo esperar levantada toda la tarde, pues había que preguntarle una chorrada de horarios al sacerdote y por lo visto sólo podía hacerlo conmigo.

 

Era complicado estar enferma y poder descansar un poco mas, de esto también contaré de cómo se cuidan a las personas enfermas.

 

En la casa había una gran tensión entre directora y secretaria, nunca se ponían de acuerdo y me hacían sentir muy mal, eran más mayores y creía que eran las que sabían.

 

Doy gracias porque nunca escribí un informe, ni sabía que existían, (bueno, si lo llego a saber… hubiera montado un pollo), pero ya os imaginareis por qué. Eran unos elementos de cuidado. Había voces, hablaban alto… cada una a lo suyo, exigiendo mas que nadie a las incautas que estábamos por allí. I.C le tomaba el pelo a la dire, con mucha gracia y la otra, sin enterarse. Alguna vez quise confiarme a I.C pero nunca estaba en casa y siempre se escaqueaba de todo, me daba miedo criticar a una directora y dar mi opinión. Me confesaba de juicio crítico en general y sin especificar.

 

Había que tener mucho cuidado con las amigas pues la directora, como te descuidaras, te las quitaba en un plis plas, con su risa estridente y haciéndose la graciosa. Luego un día te la veías con tu amiga, hablando a solas planteándole la vocación porque tú no sabías hacerlo. Hablaba con mucha autoridad, muy alto, como enfadada porque no hacíamos apostolado y que no pitaba nadie (eso sí, a ella no le conocimos nunca ninguna amiga, no las tenía), pero bueno fue pitando gente, amigas de I.C y 2 amigas mías de las que me robó. En la escuela intentaba hacer apostolado acercando la gente a Dios y haciéndome amigas que lo fueron durante mucho tiempo.

 

Esa casa era un desastre, siempre había cosas rotas, la secretaria, siempre fuera y yo tenía que llamar, arreglar, buscar, decidir, seguir, el dinero había que pedirlo, dejando mensajes de socorro, solo la directora tenía la llave, además de I.C, y yo no era de confianza, (es que ya debían saber lo de la cuenta de gastos que ya os contaré) y luego, todo estaba mal porque nada se hacía bien, ni yo, ni nadie. R.V. no podía controlar a I.C y eso le ponía de los nervios, pues es cierto que muy pocas veces se levantaba a la hora, aparecía en el oratorio sigilosamente a saludar, mientras estábamos casi terminando la Misa, desaparecía y no la veíamos hasta la noche.

 

Por otra parte I.C además, quería sacarse la tesis, como ella, y los fines de semana se iba con dos amigas, sin decir nada, a un pueblecito de la costa a trabajar. Desde luego que la sacó, valía un montón, era tan profesional que llegaba a todo, (incluso, el resumen económico del mes se lo hacía una amiga que trataba y así ella hacía otra cosa mientras). O sea que la niña en cuestión estaba más al día de los gastos de la casa que cualquiera de las que vivíamos en ella. No se decía nada porque ninguna nos atrevíamos. Mas adelante a I.C la tuvieron que echar, porque ella no se quería ir. Tiene también una buena historia. Cuando salí de la obra me ayudó mucho y entonces comentamos todas las cosas raras que se veían en aquella casa.

 

En relación a esa directora que hizo mucho daño, nunca había conocido en la obra a una persona tan egoísta y mal pensada, todo estaba mal, era malo, negativo. Era cobarde, ahora puedo decirlo, rarísima y mala. Sería muy médico pero no tenía ni idea de lo que era la caridad, se aprovechaba de la gente, utilizaba a nuestras amigas para que le resolvieran temas de su trabajo, personales y de familia. Aunque eso fue solo empezar, no me hubiera podido creer que esto iba a destapar el fraude de la vocación en mí y las personas que conocería después, que era otro tipo de maldad, mucho más dañina.

 

Yo estaba hasta las narices de aguantar tanta incoherencia y tantas faltas de caridad, tanta violencia, encima hablaba con ella y ¿cómo le iba a decir, eres una borde? Callaba y me ponía enferma ver como seguía igual con la secretaria y cómo trataba a las personas. No se me ocurría nada, pues ellas eran mayores y nunca hubiera pensado que pudiera pasar algo así. Cambiamos bastantes veces de sacerdote y nos llegó uno mayor, que había sido secretario del Padre, C.C, muchos años. Pensaba que se podrían cambiar las cosas pues este sí que sabía. Sus meditaciones eran de voz seguida, en el mismo tono y sobre todo, muy profundas, que yo, tan simple, no me enteraba de nada, mis amigas decían lo mismo.

 

Si I.C comentaba algo de él o alguna de nosotras le seguíamos el rollo, R.V. nos miraba con una cara…Tengo que decir que I.C me caía muy bien a pesar de todo, tenía muchos… y se salía con la suya. Además traía gente muy valiosa a casa y era divertidísima Siempre, cuando estaban juntas se vislumbraba un algo especial, vamos, envidia por parte de una y la otra como diciendo “a ver si te atreves a decirme algo”, con los brazos en jarra.

 

Un ambiente muy familiar y relajado, como veis. Las tertulias, un rollazo, nadie se atrevía a hablar por no meter la pata y cantábamos y venga cantar y cantar.

 

Por suerte I.C. trajo una televisión de su trabajo que estaba medio rota y funcionaba con unos toquecitos que sólo sabía hacer ella, hasta que un día que no le obedeció y del manotazo que le dio empezó a explotar y quemarse. Fue una pena, pues veíamos noticias, y alguna película que no hubiera besos y abrazos, donde todas mirábamos al infinito o nos mirábamos a los zapatos, para disimular.

 

Cuando estaba I.C. todo era más divertido, contaba cosas, anécdotas y nos relajábamos bastante más. Había una muy puritana, que, un día, viendo una película muy antigua de intriga, en que una de las pruebas policiales eran unas braguitas, se puso como loca y nos hizo apagar la TV. Éramos ya mayorcitas… y se nos trataba como a niñas. No nos enteramos del final de la peli, claro.

 

Continuará…

 

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