Estimada Agustina.

Entenderás no dé mi nombre, aunque algo tiene mi correo del mismo.

Llevo ya unos años de vuelta de mi estancia en Roma. He llegado en España a uno de esos centros de mayores que más bien podría considerarse residencia especializada de atención de sujetos raros: unos con problemas de cabeza, otros mayores de verdad, y otros como mi caso de gente molesta. Para los que como yo siguen por ahora en la Obra entenderán perfectamente lo que acabo de escribir.

Hace ya tiempo que lo de entrar en tu web no supone en mi conciencia un pecado o una falta de fidelidad. Para otros muchos compruebo que efectivamente sigue siéndolo. Pero bueno, todo se arregla con el tiempo.

En Roma estuve con una "carga" en el mismo Consejo, tengo algún que otro doctorado entre los que está uno en derecho canónico, y tuve mis años de atención pastoral en diversos lugares paseando muchas veces por piazza Navona.

Escribo este texto para aclarar que en buena parte lo que se está contando estos días en tu web es totalmente cierto. Los informes de conciencia han sido la praxis habitual para el día a día de los directores y de la dirección espiritual. Esto lo saben perfectamente nuestros hermanos obispos, todos los directores y tantos y tantas... Seguramente muchas veces nos hemos equivocado y deberíamos pedir perdón y erradicar estas costumbres... pero seremos capaces? Mejor dicho, serán capaces?

El sigilo sacramental es para mí evidente que se ha guardado siempre. Pero tantas veces se ha dicho al sacerdote que podría hacer uso de lo manifestado en confesión, y tantas veces se ha dicho en la confidencia lo mismo que en la confesión, y tantas reuniones entre sacerdote, director y quien llevaba la charla... han hecho peligrar la necesaria confidencialidad. Es un hecho evidente.

Salvo la muerte, todo tiene arreglo y como hemos oído tantas veces la muerte debería ser tranquilidad, paz,... y con esto en la conciencia no creo que algunos vayan a tener paz si a esto no le ponen solución.

Alex A.