No aporto nada original con este testimonio, solo pretendo sumar una voz mas a todos los que ya han escrito sobre el tema.

Antes de pitar, el sacerdote de la prelatura que me confesaba me explicó que no puede utilizarse la “ciencia habida en la confesión”, ni siquiera para aconsejar.

Es por ello que, según tambien me explicó, es bueno repetir al sacerdote, en una charla previa o posterior al sacramento, las mismas cosas que se confiesan, de modo tal que el sacerdote tenga las manos libres para beneficiarnos con su consejo.

En su momento me pareció del mayor sentido común y no tuve reparos en seguir esta práctica, que luego continué siendo ya de la obra.

Lo que está claro es que, una vez eludido el secreto de confesión mediante esta artimaña, el sacerdote queda también habilitado para pedir consejo a terceros, sin que “técnicamente” se trate de una violación al sigilo sacramental.

Cabria preguntarse qué capacidad y criterio puede tener un joven de 16 años recién convertido, de opinar en contrario, cuando le presentan una explicación tan contundente y la misma viene del sacerdote responsable de su conversión. Quiero decir que el hecho de que yo mismo consintiera que se ventilara mi intimidad, no la hace menos grave sino a la inversa.

Creo que es más de lo mismo: la obra siempre encuentra el modo de hacer las cosas “a su modo” y seguir como si nada. Por ello me alegra que se trate tan afondo el tema en Opuslibros. Me alegra que Agustina haya decidido publicar los informes de conciencia, y  que se llegue a un punto de no retorno, en que la obra deba retractarse y abandonar sus prácticas perversas.

¿Estaban preocupados por la publicación de los documentos internos? Me rio al pensar en como estarán ahora con los informes de conciencia.

Paz a todos.

Otaluto.