Nuestro padre debe estar sonriendo desde el cielo. La carta de su sucesor, publicada en el site del Opus, es todo un ejemplo de santa desvergüenza. Hay que tener una cara absolutamente de piedra para decir que en la obra siempre hubo total libertad de confesarse con cualquier sacerdote y que los directores del consejo local no gobiernan.

Como comenta Gaudi, parece que esta carta no fue escrita para que la lean los miembros. Es más, yo diría que la intención es que no la lean. Por eso debe ser que es tan larga y tan llena de las mismas fórmulas gastadas de siempre. Cuando uno lee algo que lo leyó mil veces, lo ojea por arriba y solo para la vista en algo que suene a nuevo. Pero si lo “nuevo” se dice usando las mismas frases de siempre, pero simplemente con pequeños cambios que cambian el sentido de la frase, el lector lo va a pasar por alto. Es lo que ocurre con la estampa del fundador que publiqué hace tiempo en OpusLibros, que estoy seguro la mitad de los lectores no se dio cuenta del chiste.

En mi época, cuando llegaba la última Crónica, o se publicaba una carta del padre, todo el mundo la leía inmediatamente, era materia común de examen particular llevar la carta del padre a la oración, etc. Sin embargo sé de primera mano, que con esta carta no hay para nada ese sentido de urgencia. Es simplemente una carta más entre muchas, y no hay esa curiosidad ni esa devoción de otras épocas.

Da la impresión de que la idea es mostrar hacia afuera que las cosas son de una manera, pero a los miembros decirles otra cosa, y seguir como que no pasó nada. Si se tratara de una persona en lugar de una institución, sería un típico caso de negación (“denial” en inglés), como por ej. cuando un alcohólico no quiere reconocer que es adicto.

atomito