Uno es responsable de sus actos, pasados, actuales y futuros. Y no quiero sacudir y resucitar fantasmas de culpa, pero sí que hay que asumir los hechos pasados. Quizás no fuimos culpables ya que cumplíamos órdenes que supuestamente agradaban a Dios, como dice Fueraborda. Pero nuestros actos son nuestros actos. Y cuando uno recobra la cordura, es de justicia asumirlos, con todos los desagravantes que queramos, pero hay que asumirlos. No de una manera tormentosa, sino de una manera positiva. Y como dice Agustina, que cada palo aguante su vela. Quizás cada uno de nosotros tengamos una velita y el opus tenga una velaza.

El dar, recibir y pedir perdón, en cierto modo, es un asunto de carácter personal, no se puede obligar a nadie … ni al mismo opus.

Por lo tanto … esta frase “Pero sobre todo, y lo que sería mucho más importante y propio de un hombre de Dios, es que el Prelado y su cúpula lo pidieran públicamente a la Iglesia y a todos los fieles de dentro y de fuera. Y luego se dispusieran a rectificar y restañar heridas.” de Fueraborda, nos la debiéramos aplicar primero a nosotros mismos y luego estaríamos en cierta disposición de exigirla al prelado y a su cúpula.

No quiero levantar sentimientos de la culpa, ya tuvimos suficiente de este plato cuando estubimos dentro.

Lo que quiero, es hacer una reflexión sobre nuestros hechos pasados y asumirlos, no podemos encasquetarlos a la organización como si nada hubiera pasado.

En mis escritos en Opuslibros, bajo uno de los varios Nicks que he utilizado, ya he pedido perdón públicamente, y también lo he hecho personalmente a las personas que soy consciente que “las apreté”, y todas me han respondido bien, como amigas que son. Jamás prostituí la amistad, mis amigos eran y son mis amigos, y no me inventaba ninguno bajo el pretexto del apostolado.

De verdad, el recibir el perdón de un amigo es como estar en el cielo. Y ADEMÁS AL VER LA SONRISA DE TU AMIGO, te reconforta. De verdad probadlo … ya me diréis.

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