Estimada Vega: 

Lamento que haya que ponerse, siquiera tangencialmente, a hablar del atentado del 11-S, ya que Aquilina no había sacado el tema y tú sí: 

Las teorías de la conspiración, o lo que entendemos habitualmente como tal, se basan en la inexistencia de pruebas, o peor aún, en probar en círculo: "la falta de pruebas sobre la conspiración tal demuestra precisamente que es tan grande el poder de la entidad conspiradora que es capaz de borrar todas las pruebas".

Por lo demás, en la historia existen y han existido siempre las auténticas conspiraciones, que se prueban como cualquier otra cosa: con documentos, vestigios materiales e hipótesis plausibles. Si el 11-S fue o no una conspiración del gobierno norteamericano para legitimar las actuaciones en Oriente Medio es cosa que deben esclarecer los historiadores; por el momento hay muchos elementos (no sospechas auto conspirativas, sino elementos que no encajan en la hipótesis comúnmente aceptada de la conspiración externa) que hacen que se siga planteando la hipótesis de una auto conspiración. Y puesto que esos elementos son muchos, dan como para que tú creas en que no es así, y como para que yo crea que sí es así, sin necesidad de suponer que todos los que creemos en que se trató de una auto conspiración del gobierno de USA seamos necesariamente ultraizquierdistas ni ultraderechistas, ni que necesariamente el elemento central de juicio sea ideológico.

Fuera de eso, el planteo de Aquilina no iba, según lo entendí, en comparar los dos acontecimientos (por lo demás heterogéneos) de un atentado terrorista (sea terrorismo de estado o externo) y la existencia y desarrollo del Opus Dei, sino en mostrar dos mecanismos psicológicos, conocidos en muchos ámbitos pero bien descriptos en ese capítulo que tradujo, que ayudan a entender la resistencia a aceptar las explicaciones "negativas".

Eso no implica que no sea también cierto los elementos que tú señalas en tu carta, en realidad una explicación no invalida la otra sino que suma más aspectos a una realidad que es siempre más compleja que nuestras explicaciones. De hecho tu explicación no termina de dar cuenta de por qué gente que descubre la trampa del Opus Dei no puede abandonarlo inmediatamente. Estos mismos días vemos un caso (el de "yo") donde ese "no poder abandonar" adquiere ribetes de tragedia, porque la fuerza contra la que está luchando -y desde aquí le envío mi caluroso deseo de que triunfe en su lid- es, no externa, sino, por lo que puede adivinarse, un inmenso entramado de resistencia psicológica personal.

Martys