Artículo 2
Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.

Recuerdo como, en mi primer trabajo, mi cónyuge y yo trabajando en dos colegios de Fomento, teníamos, haciendo las mismas horas, diferencias de sueldo de más de un 15%. Cuando pregunté el porqué al administrador su respuesta me dejó helada: porqué tu eres mujer.

Mi conyuge, trabajando en el colegio masculino, vivió otras anécdotas dignas de tener en cuenta. Cierta vez, llegado el mes de mayo, le pidieron que acompañara a un profesor compañero suyo a hacer una romería y de paso le tratara. Él lo hizo y a la vuelta me contó como después del rosario la conversación había derivado hacia las profundas verdades de la fe cristiana. Estaba satisfecho de haber pasado una tarde con su compañero de trabajo. Un mes más tarde este profesor había desaparecido del colegio. Mi esposo preguntó por él y la respuesta fue: “No podíamos permitir que un focularín transmitiera a nuestros alumnos sus ideas”

Perladeladriatico

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