Supongo que las personas que habéis tenido la suerte de tener formación, aunque la incorporación “al mundo real” sea dura, tenéis algo para afrontar la vida. Pero quienes no tengan nada, ni formación ni amistades, ni tan siquiera familia a la que recurrir, que han dedicado 30, 35 años… Ni te sientes arropada por la Iglesia ni por nadie. Una no pertenece a ningún sitio.
Marg