El Banquete.(Cap.2 de 'Erase una vez').- Félix
Fecha Sunday, 06 June 2004
Tema 100. Aspectos sociológicos



El Banquete

Cap.2 de 'Erase una vez'
Enviado por Félix el 6-6-2004


En el país de Cercadeti hay un hombre importante que lleva dando un banquete, ininterrumpidamente, desde hace años. En esa comida siempre hay muchos invitados; las viandas que se sirven son de primerísima calidad: toda suerte de pescados frescos y sabrosos, las carnes, de las más caras que se pueden encontrar en el mercado; postres exóticos, frutas exquisitas... Los cocineros hacen una maravillosa obra de arte con todos esos alimentos, pues son de los mejores que hay en su oficio...

Mas el anfitrión, sin ser visto por nadie, se entretiene en echar un veneno muy potente en cada puchero, olla y sartén que se utiliza. Esa pócima carece de color, tampoco huele a nada y ni siquiera tiene sabor, por eso una vez disuelta en la comida nadie puede percatarse de ella.

En el ágape, algunos prueban una mínima cantidad de esos manjares, tienen mucha prisa en resolver otros asuntos importantes y, excusándose ante el anfitrión, se van de allí al poco de llegar. Por la minucia que han comido el tóxico no les hace efecto. Estos son los que divulgan a lo largo y ancho del mundo el refinamiento, la abundancia y la bondad de ese convite, del que se sienten grandes admiradores.

El resto de los comensales, conforme avanza la comida, se va encontrando cada vez peor por lo que una parte de ellos decide abandonar el agasajo. Ya repuestos, cuentan que ese banquete es una maravilla, pero que a ellos -dicen- les debió sentar mal algo de lo que comieron, quizás por una indisposición personal ante tan gran exquisitez, por una reacción alérgica o por cualquier otro tipo de circunstancia que, desde luego, no tiene nada que ver con los alimentos consumidos que de suyo son perfectos.

A determinadas personas esa droga les produce unas alucinaciones que les lleva a creerse iguales al anfitrión; estos son los que se van junto a él y se aplican, con entusiasmo, en echar en las viandas tanto o más veneno que quien les invitó.

Determinados comensales se llegan arrastras hasta la cocina y allí descubren como el jefe y sus fanáticos intoxican las comidas antes de servirlas. Hacen ímprobos esfuerzos y, a duras penas y maltrechos, consiguen evadirse de esa trampa. Desde que se van, como voz que clama en el desierto, intentan convencer a las autoridades y vecinos del daño que se está infringiendo en la mesa de ese aparente gran hombre. Pero... casi nadie les hace caso.

Los que siguen ingiriendo esa exquisita comida emponzoñada empeoran de tal manera que llega un momento en que carecen de fuerzas hasta para levantarse de la mesa. Permanecen dóciles en su sitio, sentados en la silla que les asignaron al llegar, comiendo las mismas viandas que "generosamente" les sigue procurando quien les invitó... y así perseveran, muriéndose a chorros, hasta que la vida les dice adiós.

Félix

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